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CENA MINIMALISTA, CLUB DE JAZZ Y CEREMONIA

Ceremonia de fin de curso y su correspondiente celebración, escasa de comida pero amenizada con buena música.

En el Chinda House estamos muy cómodos.

No voy a cantar victoria porque todavía puede aparecer una foca monje por debajo de la cama, pero de momento todo genial.

Algo tiene este muchacho con los bichos que todos se le acercan a él.

¡Ayer pude hablar con mi mami!

Cada día que pasa soy más consciente del gran avance que han supuesto algunas cosas, en lo que a tecnología se refiere.

Yo que suelo renegar bastante de ellas, ahora agradezco enormemente poder ver a mis seres queridos en tiempo real, aunque sea por una pantalla, desde cualquier parte del mundo.

Hablar con mi madre siempre me da energía.

Sobre todo porque la ví guapísima y tranquila.

Otra alegría fue poder hablar con mis tías Mary, Tere y Antonia y mi primita Ana. Me faltó la otra Antonia…¡Besos para ella!

Me hizo un montón de ilusión verles un ratito.

¡Qué maravillosa la tecnología!

Durante estos días, he estado intentando gastar lo mínimo posible.

Aunque tengamos una habitación barata, cuanto menos gastemos ahora, más tendremos para gastar en la playa.

Que cada vez nos queda menos para pisarla. ¡Por fin!

Ayer se me ocurrió comprar, a parte de fruta, una especie de pegote relleno de espinacas. Para aderezar el pegote, te ponen salsa de soja.

Lo pido para llevar y me lo como en casa.

Primero me como el «jack fruit», que es una fruta que me vuelve loca.

Después, abro el recipiente de los pegotes esos y les pongo la salsa de soja.

Cuando voy a comerme el primero, algo verde y gordo salta al otro lado.

¡Qué asco, un gusano enorme en la comida!

No sabía si retirarlo y hacer como si no lo hubiese visto, si tirarlo todo a la basura o si comerme el bicho también.

Se me puso tan mal cuerpo que estuve a punto de hacer ayuno.

Al final, tomé la decisión de retirarlo y seguir comiendo, cuando compruebo que ¡no era un gusano!

Era una especie de guindilla verde muy rara.

El feliz descubrimiento no facilitó que se me arreglase el cuerpo, así que continué comiendo por necesidad, más que por ganas.

¡Estoy deseando que llegue Manué porque hoy me toca masaje!

Tiene que practicar para el curso y yo soy una paciente muy buena.

No es lo mismo darle un masaje de dos horas a un tio grande como un armario, que a mí.

Yo contenta, el masajista contento, todos contentos ?

Evidentemente, me quedo frita.

Sí, lo de la tecnología está muy bien pero ¿puede haber algo mejor que un masaje?

El día siguiente se presenta interesante.

Tenemos intención de salir a cenar con los compis del curso de Manu.

Conocer gente nueva es muy interesante…

Sin embargo, el idioma a veces puede ser un problema.

La sonrisa es el idioma universal pero cuando alguien te está intentando preguntar algo, no vale con sonreír.

Si contestas a su pregunta seguro que queda más satisfecho.

¡A lo mejor con cerveza lo arreglas mejor que con la sonrisa!

Voy a practicarlo esta noche…

Cuando llega el momento, vamos al lugar acordado y esperamos.

Hemos sido los primero en llegar.

Nos ameniza la espera un espectáculo de luces y fuego que hay en la plaza.

 

Al poco rato, empiezan a llegar sus compañeros.

«Son», es un coreano muy jovencito, con una carita adorable.

«Lalo», italiano, con pinta de buscavidas y muy gracioso.

«Sussi», polaca, grandota y de preciosos ojos claros.

«Mabel», argentina afincada en España. Muy agradable y jovial.

«Max», belga con conocimientos de español, con cara de dormido, pero muy simpático también.

Y «Analisa», estadounidense de padres vietnamitas, con cara de china y que también habla un poquito castellano.

La verdad es que me pareció un grupete muy majo.

Tardamos un rato en decidir dónde iríamos a cenar.

Lalo nos quería llevar a un italiano y los demás parecían más interesados por la comida thailandesa.

A nosotros nos da igual, mientras sea barato.

La comida thailandesa está muy bien pero ¿quién diría que no a una pizza?

Al final, vamos en busca de un sitio que ya conocen, con varias opciones para poder elegir.

Nos pegamos una buena caminata y cuando llegamos ¡está lleno hasta la bandera!

Los sitios de alrededor que llamaban nuestra atención, también llenos.

Así que acabamos sentados en uno que hacía esquina, el primero en el que encontramos sitios libres y precios razonables.

Luego lo entendí…

La comida estaba rica pero venía en cantidades insultantes.

Los precios eran los típicos de los restaurantes locales pero con la mitad de cantidad en el plato.

Manu esta vez no se cabreó porque estábamos acompañados.

Se comió su sopita de noodles ínfima sin rechistar, sudando como un condenao.

¡Que no aprende este chiquillo con el picante oye!

En la mesa, me tocó enfrente de Analisa. La estadounidense vietnamita que parece china.

La muchacha intentaba explicarme, en espaninglis, en qué consistía su trabajo.

Yo tenía que aguantarme la risa porque entre la cara tan graciosa que tenía, que pasaba del inglés al español sin previo aviso y que no podía parar de imaginármela hablando en chino, me iba a dar un ataque.

 

Después de la cena, como Max y Anabel habían llegado tarde y no habían podido cenar, les acompañamos a otro sitio.

¿Quién se quedó con ellos en otro restaurante haciendo re-cena porque se había quedado con hambre?

¡Manué!, y yo de acompañante.

A Manu le vino genial poder seguir comiendo en otro sitio para no caer desmayado.

Cuando acabamos la re-cena, fuimos a buscar al resto.

La idea era tomar algo en un club de jazz en directo.

Aquello estaba a reventar de gente.

Era un sitio muy pequeño y a penas había asientos, así que la gente se agolpaba en la calle para poder disfrutar del espectáculo.

Inevitable no acordarme de mi queridísima amiga Nela, cuando el saxofonista salió a escena.

¡Nooooo, no hubo payasos!

A ella le encanta tocar el saxo, aunque creo que sólo la he escuchado hacerlo una vez, muy brevemente.

Seguro que le hubiese encantado ver el espectáculo conmigo.

Después de una bebida rara que intentaba imitar a la cerveza de jengibre que tanto me gusta, nos marchamos a casa.

El grupo de jazz tocaba genial y estábamos muy a gusto, pero sino luego no hay quien nos levante de la cama.

El día después amanece precioso.

Parece que la lluvia nos abandona por un tiempo.

¡Espero que mucho!

Cada día me gusta más este sitio ?

La ciudad, la gente, la comida, el hostal…

Levantarme por las mañanas, hacer mis ejercicios y salir a comprar fruta al mercadillo, se han convertido en una rutina muy agradable.

Manu recibe hoy el primer diploma de su curso.

Digo el primer diploma porque ha decidido hacer un nivel más.

Eso implica que nos quedamos por aquí otra semanita.

Después del examen de masaje, hicieron una pequeña ceremonia para la entrega de diplomas.

ceremonia de entrega de diplomas

¡Ahí tenéis al tío con un 9,5 de nota!

 

Y no, rotundamente no, ¡el masaje thailandés no lleva final feliz!

Que seguro que hay alguno con la mente sucia.

Ese mismo día por la noche, de nuevo hay quedada de despedida con los compis de curso.

El tercer nivel sólo lo hacen 3 personas y a los demás ya se les pierde la pista.

A mí, que no había cumplido las expectativas de trabajo que tenía para hoy, no me apetece salir con ellos.

Prefiero quedarme en el hostal terminando mi tarea.

Manu se va con su bici. Han quedado a las 7 y ya llega tarde.

A las 8:20 de la noche me escribe para decirme que aún no les han servido la cena.

Pidieron hace más de una hora y ¡aún no han cenado!

Mientras me escribe, no puedo evitar mearme de la risa.

Me lo imagino muerto de hambre, sin poder enfadarse para no parecer un gruñón delante de sus compañeros, mandándole miradas asesinas al camarero.

Cuando por fin empiezan a servirles…

¡al camarero se le había olvidado encargar su hamburguesa!

¡Mi pobre Manu es el único al que no le sirven la cena!

Me escribe, todo cabreado, para decirme que se viene para casa, después de parar a comprarse comida en algún sitio.

Para más inri, como finalmente se tuvo que quejar, escuchó cómo desde la mesa de al lado unas alemanas hacían el siguiente comentario: «un español quejándose, con lo lentos que son en España».

La muy idiota, que pensaría que además de lentos somos tontos, nunca se hubiese imaginado que ese español quejica ¡hablaba alemán y la estaba entendiendo perfectamente!

Así que ni corto ni perezoso, la respondió en alemán y la dejó totalmente planchada.

¡Cómo me gustan esos momentos y cómo me hubiese gustado porder contestarla a mí también!

El pobre regresó a casa con su plato de arroz con pollo para llevar y se puso a cenar, ya sin hambre ni nada.

Mañana hemos planeado acercanos al China Town de Chiangmai.

Toda ciudad que se precie tiene que tener su China Town para que quede constancia de quiénes se están apoderando del mundo. 

Pronto os cuento qué tal fue la cosa.

¡¡HASTA MAÑANA MOCHITER@S!! ?

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Acerca de la autora

Tania Carrasco Cesteros

Ayudo a las mujeres con síndrome de Superwoman a recuperar su energía y su peso ideal para tener el cuerpo poderoso que les permita hacer frente a todos sus retos, sin estrés y desde el amor por sí mismas.

Interacciones con los lectores

Comentarios

  1. Maria Luisa DG dice

    Ole ese Manué!!!!!!! Estas hecho una máquina!!!!???
    Nada más imaginarme un masaje tailandés en Bali…..?? jajajajajaja
    Menudo atracón de comida se va a pegar quien yo me se cuando vuelva….
    Un abrazo enorme a los dos! Os quiero!!!

  2. Maria Luisa DG dice

    Ole ese Manué!!!!!!! Estas hecho una máquina!!!!???
    Nada más imaginarme un masaje tailandés en Bali…..?? jajajajajaja
    Menudo atracón de comida se va a pegar quien yo me se cuando vuelva….
    Un abrazo enorme a los dos! Os quiero!!!

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