Recorrido por China Town, nuevo descubrimiento culinario y pérdida de mis bragas favoritas.
Ya, lo de las bragas no suena bien, pero ahora te lo explico.
Nos gustaría hacer algunas compras de reposición de ropa mochilera y nos recomiendan los mercadillos chinos como la mejor opción.
A mí no me gusta mucho comprar en este tipo de sitios, pero no está mi presupuesto para ponerme delicada.
Nos damos un paseito que me recuerda al día que caminamos dos horas para renovar el visado. Estamos pasando por las mismas calles.
¡Pero no! En 15 minutos estamos en el mercadillo.
Puesto que es la hora de comer, lo primero que hacemos es buscar un sitio para hacer lo apropiado.
Ya que estamos en China Town, buscaremos qué es lo que se come por aquí.
En el subsuelo del mercadillo chino más grande que he visto en mi vida, había una zona provista de puestos de comida.
Escogías mesa y elegías el puestecillo que menos asco te diese.
Mientras yo guardo la mesa, Manu va a elegir el menú.
Vuelve con dos cuencos de Kao Shoi, que es una sopa de noodles típica aquí, que yo aún no había probado.
La cantidad no es grande pero el precio es barato.
Me lo echo a la boca sin demasiadas expectativas pero…¡puede que sea una de las cosas más ricas que haya probado hasta el momento!
¡Qué buena que estaba la sopa dichosa!
No podía parar de repetirlo…¡qué rica! ¡qué rica!
Después, con lo bien elegida que había sido la comida, pedimos un postre que llevamos viendo desde que llegamos.
No lo habíamos probado aún porque no se había dado la ocasión, pero hoy tocaba.
Era una especie de cuenco con leche y hielo, y unos trozos negros que parecían gelatina.
Teníamos la esperanza de que fuesen de chocolate o algo así, ¡pero nada que ver!
Imagínate un cuenco con leche muy dulce, al que le echan hielo y unos trozos pegajosos que saben a…ummmm…ehhhhhh…
No sabría explicarte…
¡Asqueroso!
Malísima inversión.
Con el buen sabor de boca que se me había quedado con la sopa…
Trás la comida, paseamos por el mercadillo.
¡Eso no tenía fin!
Podían ser 5 plantas, con sus correspondientes entre-plantas, con puestos de todo tipo, donde no había ni una sola prenda en condiciones…
Alguna cosa encontrabas, susceptible de ser comprada, como estos pollos verdes colgantes…
Espero que no sea eso lo que esté comiendo la señora porque entonces, probablemente, la hayan encontrado muerta en la entre-planta del subsuelo 21.
Los puestecillos de bragas también podían considerarse aceptables.
A 20 bats cada braga, sentí la llamada del consumismo y me acerqué a echar un vistazo.
Luego recordé que no necesito bragas porque las dos que me traje están estupendas, todavía.
Las bragas negras que le cogí prestadas a mi hermana Nuria aún conservan su frescura.
Las bragas verdes con corazones, aunque han cedido un poco y ahora puedo usarlas como sábana, todavía me hacen buen servicio.
¡Estas son las preferidas de Manué!
Son las bragas que a todo hombre le gustaría ver puestas sobre las nalgas de su pareja.
¡Lindas, lindas!
Acabamos hasta las narices de pasear entre tanto puesto.
Ya he comprado unas limas de uñas que me hacían mucha falta.
¡Podemos volver a casa!
Queremos pasar a visitar a una amiga que hemos hecho, propietaria de una pequeña cafetería donde vamos mucho.
La mujer, que chapurrea español, se alegra bastante siempre que nos ve.
Nos tomamos una infusión con hielo, que fue otra de las peores inversiones del día junto con el postre del mercado chino, y charlamos un poco con nuestra amiga.
Después de ser devorados por una plaga de mosquitos y de fingir que nos encanta la infusión, nos vamos a casa y tiramos aquella bebida horrible en el primer cubo de basura que encontramos.
Lo mejor del día…
¡Hoy he podido verle las caras a mi Puri y a mi Juani!
¡Os echo mucho de menos amigas!
Voy a aprovechar para hacer un llamamiento a toda la gente que quiero y con la que aún no he podido hablar, que es mucha.
Si en algún momento os acordáis de mi y os apetece saludarme, ¡grabadme un pequeño vídeo porfa!
¡No os hacéis una idea de la alegría que da y lo mucho que me acerca a vosotros!
Pido más que Hacienda…ya lo sé…
Llega la hora de cenar y yo no me he podido quitar de la cabeza el Khao Soi del mediodía.
¡Quiero cenar lo mismo!
Vamos a ir a un restaurante cercano que nos gusta mucho, el Lucky Too, y seguro que el Khao Soi está de muerte también.
¡Mi gozo en un pozo!
Voy a tener que volver al mercado chino cada vez que quiera repetir.
La cena esta vez no nos convence mucho, así que para solucionarlo, nos pedimos un pancake.
Hasta ahora, los pancake que habíamos probado consistían en una ligera masa de tortita con una pizca de chocolate por encima.
El pancake de hoy tiene un grosor como el de mi pierna, va relleno de crema y ocupa una superficie del tamaño de mi nuevo culo, ¡grande!
Hoy no me apetecía chocolate, es Manué el que tiene antojo, pero después del pancake se ha despertado la bestia y ahora mismo sería capaz de atracar cualquier 7eleven en busca de chocolatinas.
¡Esto se arregla durmiendo!
A la mañana siguiente, me acuerdo de mis bragas verdes…
¡Voy a lavarlas!
No me gusta llevar la ropa interior a la lavandería por si me pierden los tangas o usan mis bragas verdes de parasol.
No sé qué pasa que dentro de la habitación la ropa tarda muchísimo en secarse.
Voy a tender las bragas en la barandilla de la terraza, que les de el sol…
Ayer descubrimos un bar con dueña canaria y café español.
Queremos ir a probar y de paso charlamos un rato con la muchacha.
Tenemos que salir de la habitación un rato para que la chica de la limpieza pueda hacer su trabajo.
Llevamos aquí casi una semana y nos van a volver a limpiar la habitación.
¿No es genial?
Cuando volvemos, la dueña del hostal nos advierte de que aún no han podido limpiarnos la habitación.
No pasa nada, nos vamos a dar un paseo.
Aunque dije que ya no vería más templos, se me hace inevitable no pasar cuando veo tal maravilla arquitectónica.
Era un templo muy brillante y muy bonito y os lo quería enseñar.
¡Que siempre estoy hablando de comida! jijijijijiji
Bien, volvemos de ver el templo…
¡No veo mis bragas en la terraza!
¡Pero si hoy no sopla el viento ni nada!
Subo despreocupada. Seguro que la señora de la limpieza las ha visto y me las ha metido en la habitación.
¡Y un mojón!
Allí están ellas en la uralita del piso de abajo. Solas. Abandonadas a su suerte. Con el tamaño que tienen seguro que han planeado un buen rato antes del aterrizaje. Su verde intenso habrá cegado a aquellos que hayan podido asistir al espectáculo.
Me pongo triste. A Manu, sin embargo, parece que le ha tocado la lotería.
Soñaba con este día desde hacía tiempo y el universo ha escuchado sus súplicas.
¡Me tenía que haber comprado unas bragas en el mercado chino!
Ya es tarde…tendré que superar la pérdida sin el aliciente de la sustitución.
Cuando ocurren sucesos tan trágicos, me replanteo muchas cosas…Cuesta seguir adelante…
¿Cómo llenar ese vacío?…
¡Me voy a comprar un pancake!
Como Manu veía que lo estaba pasando tan mal, me llevó a cenar a un sitio chulo.
Mientras esperábamos la cena, en la mesa de al lado, un señor se levantaba enfadado porque le habían puesto pollo y encima le querían cobrar de más.
En una mesa del fondo, un señor compraba flores a una vendedora ambulante y las escondía debajo de la mesa.
En su mesa, varios vasos. Supusimos que su novia había ido al baño y él había aprovechado ese momento para comprarle flores y darle una sopresa.
No le quitábamos el ojo de encima, expectantes por ver la cara que pondría la chica.
Al rato, aparece un señor y se sienta en la mesa.
¡Tenía noviO, no noviA!
De nuevo los prejuicios.
¿Por qué pensamos en una chica, sin dudarlo, sin establecer las diferentes opciones, sin hacer juicios?
Estamos así programados.
Lo bueno es darse cuenta, porque así habrá menos posibilidades de que se vuelva a repetir.
Nos quedamos con las ganas de ver la cara que ponía el muchacho al recibir las flores.
Estábamos muy ocupados explicándole a la camarera que una ensalada de brócoli debía llevar brócoli.
Si una ensalada de brócoli no lleva brócoli, no se puede llamar ensalada de brócoli ni me la puedes cobrar como si llevase brócoli.
Le costó un poco pero nos entendió. Se llevó la ensalada de brócoli sin brócoli y la trajo igual, habiéndole añadido 4 trozos de brócoli.
Teníamos que perdonarla.
Dentro de la ensalada había un cuenquito ¡con aceite de oliva!
¡Increíble e insólito!
Desde que compramos aceite de oliva en Sri Lanka para hacer la tortilla, no habíamos vuelto a probarlo.
Nos faltó el churrusco de pan para mojar en el aceitillo, así que Manu se lo bebió a cucharadas.
¡Placeres de la vida!
La exquisita cena que degustamos me hizo olvidar la inmensa pérdida que había sufrido hace un rato.
Pero claro, ahora cada vez que vuelvo a casa, miro por la terraza y las veo ahí…¡me da una pena…!
¡Tantos años juntas y ahora tendrán que aprender a dormir solitas!
HASTA MAÑANA MOCHITER@S
Me parto de risa con tus historias. Dime dónde y te mando unas bragas!!! Jajajajaja
Jajajajajajajajajajajjjajajajajjaja, me harías un gran favor! ?