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CLASES DE COCINA BALINESA, PLAYAS PRECIOSAS Y MUCHO MÁS

Bali da para mucho y nosotros estamos con las pilas cargadas. Hoy, cocina balinesa y la historia de cómo comer sin explotar.

A los 4 nos apetece mucho lo de las clases de cocina. A mi porque me gusta comer y a los demás porque les gusta cocinar.

Como nos han dicho que las clases de cocina son de 8 a 14, queremos desayunar abundantemente para poder aguantar hasta las 2 sin comer. 

Tenemos que desayunar a las 7 y van a ser muchas horas con el estómago vacío, viendo pasar comida por delante de nuestras narices.

Desayunamos como si no hubiese un mañana: huevos, salchichas, bacon, pastelitos, tostadas, varios cafés, fruta…Vamos que cuando acabamos de desyunar no podíamos andar, sólo rodar.

Suerte que el profe de cocina nos viene a buscar en coche para darnos una vuelta por el mercado local, antes de empezar con las clases.

Hemos desayunado tanto, que pasearnos entre comida nos produce naúseas. Bueno…pasearnos entre comida y pasearnos entre «esa comida».

El mercado tenía una pinta bastante turbia…Si Sanidad pasase por allí no dejaba ni el puesto del incienso.

María Luisa reza porque no sea en este mercado donde tenemos que comprar la comida que luego cocinaremos en las clases. Gracias al cielo, la comida ya estaba comprada y el paseo por el mercado era sólo un paseo de cortesía.

Durante el paseo, el profe de cocina balinesa se para en un puestecillo donde hacen unos dulces color verde, y nos invita a probarlos.

Yo, con la excusa de que llevo aparato en los dientes, rehúso la invitación y me salvo de aquello. Manu, María Luisa e Iván, no tienen más remedio que probarlo y después buscar un sitio para tirarlo. 

 

Después del paseo por aquellos puestecillos antihigiénicos, montamos en el coche y partimos hacia el lugar donde realizaremos las clases.

Hicimos de todo: las salsas, la carne, los aliños, las bolas de atún para la sopa, el postre…

 

El profe se quedó flipado cuando vio la rapidez con que Manué cortaba la verdura. Parecía un chef. Después me miró a mi, malamente, porque claro, entre que el cuchillo pesaba más que yo y que me había apuntado a las clases por no quedarme sola en la villa, imagínate.

Además, debe ser que no están muy acostumbrados aquí a que la mujer no haga las cosas típicas de mujeres.

¡Conmigo tenías que dar!

 

Nada más empezar las clases nos contó que para ellos lo normal es cocinar por la mañana y comer de esa comida durante todo el día. Ahora vamos entendiendo un poco cómo funcionan por aquí.

Nos cuenta también que las mujeres son las que se levantan, bien temprano, para hacer la compra y prepararle el café a sus maridos. Una vez que el café ya está hecho, ellos se levantan para seguir tocándose los huevos, pero en posición vertical, para que el riego sanguíneo les baje de los huevos a los pies.

Pues eso, que conmigo tenías que dar…

Las clases de cocina son divertidas, sólo hubo un pequeño contratiempo…

 

Como lo normal es que las clases sean para un número grande de personas y nosotros sólo somos 4, en lugar de terminar a las 2 del medio día ¡terminamos a las 11 de la mañana!

Vamos que ni siquiera habíamos empezado a hacer la digestión de la panzada de desayuno que nos habíamos metido, cuando ya teníamos la comida preparada.

 

Cuando a las 11 nos dicen que ya hemos terminado y nos ponen delante 4 cuencos de sopa para que empecemos a comernos todo lo que hemos cocinado, nos miramos y casi vomitamos al unísono. 

Manu coge la cuchara y pega un par de sorbos. A la media hora, María Luisa y yo hacemos lo mismo, pero Iván no fue capaz ni de oler la sopa.

Le decimos al profe que nuestros cuerpos no toleran ni el agua hasta dentro de unas horas y que si puede ponernos la comida para llevar. Aunque parece que no le hace mucha gracia, accede y nos vamos, con dos bolsas llenas de tappers, a la villa a seguir haciendo hueco en el estómago.

clases de cocina balinesa terminadas

Como no podemos hacer nada que requiera mucho movimiento y el día está siendo soleado, vamos a flotar en la piscina, cual ballenas después de darse un festín.

¡Qué gusto de piscina y qué dura va a ser la vuelta a la realidad mochilera!

Pasadas unas cuantas horas, decidimos que ha llegado el momento de comernos lo que hemos cocinado. Aquello picaba tanto que Iván y María Luisa no quisieron abusar.

Yo comí bien y Manu no dejó ni un granito de arroz. Fijo que hoy no cenamos.

 

Por la tarde nos vamos a ver mercadillos, a ver si hacemos algunas comprillas. Los mercadillos no me gustan nada, mucho menos cuando hay que regatear a toda costa, pero siempre encuentras algún recuerdo curioso.

A la hora de cenar, buscamos un sitio para que María Luisa e Iván puedan comer algo, mientras nosotros nos tomamos una manzanilla. Nuestros estómagos habían llegado a su límite por hoy.

Antes de volver a casa, nos queda una parada en un supermercado. Nuestros amigos quieren comprar algunas cosas y María Luisa se está volviendo loca buscando algún regalito para su madre y su hermana.

Dimos vueltas durante un buen rato y nos reímos como no está en los escritos. Sobre todo cuando vi que el supermercado tenía una sección de pelucas y me planté una sin que los demás se diesen cuenta.

¡No me reconocieron! Y sólo me puse una peluca morena de pelo largo, que era bastante parecida a como yo tenía el pelo antes. Pero claro, esta gente no me conoció en aquella época tan lejana…

El día siguiente es día de playa. Nos han hablado de la virgin beach, que no la conocíamos, y vamos a aprovechar para ir con ellos. Tenemos casi dos horas de moto, así que esperamos que merezca la pena.

Antes de llegar a la virgin beach, paramos en otras cuantas playas famosas que son un auténtico mojón (Padanbai y Candidasa). No hay que ir allí para nada.

Durante el trayecto, y debido a este odio irracional que nos tiene el google maps, nos metemos por caminos poco transitables para los cascajos de moto que llevamos.

Uno de estos caminos te sacaba a la autovía, si eras capaz de subir una pendiente de arena casi vertical. Manu, sin plantearse si quiera la posibilidad de dar la vuelta y coger un camino más decente, enfila la cuesta.

¡Ay mi madre que voy para atrás con doble voltereta y acabando en tirabuzón!

Pero no, llegamos a la autovía sin problema.

A lo lejos, vemos que Iván para la moto, bastante antes de llegar a la cuesta, para que María Luisa se baje. Lo entiendo perfectamente, porque con la cantidad de piedras y baches que había íbamos a acabar con la espalda hecha pedazos.

Además, es mucho más inteligente subir esa cuesta sin demasiado peso, pero a mi nadie me dio la posibilidad de bajarme…?

Iván enfila la cuesta, María Luisa le sigue por detrás, pasito a pasito, y a mitad de la cuesta se para:

«Manu, Manu, que no subo, que no subo», o algo así debió decir.

María Luisa detrás y yo pensando: «Como ahora se le vaya la moto para atrás van a hacer la croqueta los 3: Iván, María Luisa y la moto».

Manu salta de nuestra moto y va corriendo a socorrerle…Yo, por no ser menos, me bajo también para ayudar a María Luisa que ya estaba sujetando la moto por detrás, ella solita.

Manu se monta detrás con Iván, le dan al acelerador y llegan a la autovía con la ayuda indispensable de María Luisa y yo, empujando por detrás.

Sin nosotras hubiese sido imposible conseguirlo?

Resultado: Manu se queda sin chanclas.

Aquellas chanclas baratísimas y estupendas que se compró en Sri Lanka al principio del viaje, se rompieron en el esfuerzo y hubo que despedirse de ellas.

Desde luego, han hecho su labor. No nos costaron ni 2€ y han durado 6 meses, siendo usadas todos los días.

Finalmente llegamos a virgin beach, que era nuestro principal destino para hoy.

Virgin beach es una auténtica maravilla: mucha arena, aguas cristalinas y limpias, y las olas justas para darte un baño tranquilo.

¡Nos encanta virgin beach!

Además, en todos los restaurantes de la playa te incluyen las hamacas en el menú. Si te comprometes a comer allí, te ponen tus hamaquitas, con tus toallitas y se está divinamente.

Así que eso hicimos…pasarnos el día en la playa, comer pescadito (menos yo que pedí una sopita de tomate) y tostarnos al sol. Pero como teníamos tantos km de vuelta y aquí anochece muy pronto, tuvimos que marcharnos antes de lo que nos hubiese gustado. 

Llegamos a casa con el culo completamente dormido de tanta moto. Bueno, a María Luisa no sólo se le durmió el culo sino que se permitió el lujo de dar alguna cabezadita en la moto. Podíamos haber perdido a la chiquilla por el camino, sin darnos cuenta.

Es la última noche en la villa y nos morimos de la pena.

¡Qué rápido pasa el tiempo leñe!

Estamos pensando en la posibilidad de secuestrarles, atrincherarnos en la villa y quedarnos unos días más. Con lo lentos que son por aquí, entre que se dan cuenta, que llaman a la policía, que la policía viene y nos saca de la villa…podrían haber pasado otros 5 días, con sus 5 noches, tan ricamente.

Pero bueno, no nos la queremos jugar y habrá que aceptar la situación.

Es la última noche pero mañana tenemos el día enterito para disfrutarlo con nuestros amigos. Su vuelo no sale hasta las 12 de la noche y la idea para aprovechar el último día es la siguiente:

  • nos levantamos muy temprano,
  • nos indigestamos de nuevo con el último desayuno,
  • nos llevan en taxi hasta el sur, al hostal de Herman,
  • allí dejamos el equipaje y alquilamos otras dos motos,
  • les enseñamos la Karma Beach (nuestra playa favorita),
  • comemos en el mercado de pescado,
  • les dejamos nuestra habitación del hostal para que se duchen (porque ya que hemos ido nos quedaremos un par de días),
  • cenamos en un restaurante cercano que nos gusta mucho
  • y les despedimos cuando el taxi que les llevará al aeropuerto venga a recogerles.

Claro que esa es la idea inicial…luego ya veremos…

HASTA PRONTO MOCHITER@

 

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Acerca de la autora

Tania Carrasco Cesteros

Ayudo a las mujeres con síndrome de Superwoman a recuperar su energía y su peso ideal para tener el cuerpo poderoso que les permita hacer frente a todos sus retos, sin estrés y desde el amor por sí mismas.

Interacciones con los lectores

Comentarios

  1. Ivan dice

    Eeeeeey! la verdad es que me ha sabido a poco la anécdota de la moto. Un momento al borde de la muerte despeñado por un minibarranco y a lomos de algo que hacían llamar moto, creo que daba para más! Esperaba algo más de dramatismo, pero entiendo que el espíritu de Bali te hace tomarte las cosas de otra manera!
    La verdad es que mereció la pena jugarse la vida por terrenos escarpados para disfrutar de las playas con vosotros.

    Muchísimas gracias por todo lo que hicisteis por nosotros! Y como he leido en otros post…a preparar el próximo!

    • Tania Carrasco Cesteros dice

      Jajajajajajaj, te has quedado corto tú también: «despeñao por un minibarranco, a lomos de algo que hacían llamar moto, con tu chica detrás a punto de ser arrollada por una moto cuesta abajo». A mi me costó unos segundo reaccionar pero sin mi ayuda y la de María Luisa jamás lo habríais conseguido, jejejeje.
      Mereció la pena totalmente! Somos nosotros los que os tenemos que dar las gracias!
      El próximo destino os toca elegir?
      UN ABRAZO GIGANTE!!!!

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