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EN POKHARA DE EXCURSIÓN

Andar por la montaña, visitar Pagodas, cruzar ríos y beber cerveza.

Hoy teníamos apalabrado el desayuno en el hostal.

Nos bajamos al jardincito y esperamos impacientes.

Para Manué siempre es poca la comida que nos ponen. Pero eso le pasa aquí y en la China.

Después de desayunar al solecito, nos disponemos a hacer una pequeña ruta a pie hasta unas cataratas y una Pagoda que hay en la montaña.

Pasamos por el río, que tiene unas vistas geniales.

No nos detenemos mucho en él porque el dueño del hostal nos ha dicho que si subimos a la montaña por un lado, podremos bajar por el otro y disfrutar más del río.

Nos cuenta que, para volver, no es necesario deshacer el camino. Que es mejor bajar la montaña por el otro lado hasta llegar a la orilla del río, y desde ahí coger un «local boat» (barquito local) que por 50 míseras rupias nos trae a la ciudad.

Por el camino, nos cruzamos a una chica muy guapa, turista, que camina sola.

«Hello».

«Hello»

Y cada uno sigue a su ritmo.

Un poco más delante, empieza a oírse música alta.

Según nos vamos acercando, desde arriba podemos ver cómo en el valle, un grupo de mujeres y hombres bailan al son de esa música.

Son alrededor de las 11 de la mañana de un lunes y ya están de jolgorio.

Percibimos que no sólo están bailando sino que preparan comida y bebida para la ocasión.

Nos resulta tan curioso que nos quedamos un rato a observar.

Es en el momento en que Manu se pone a bailar que nos ven y nos invitan a bajar.

Estuvimos a punto, pero al final nos dio reparo y pasamos de largo.

Como preguntes a quien preguntes cada uno te manda para un sitio diferente, móvil en mano, seguimos a la muchacha con la que nos habíamos cruzado antes.

Ella, al igual que nosotros, mira el móvil con interés como si se hubiese perdido.

Al llegar a su altura le preguntamos y Manu se da cuenta que el acento le resulta familiar.

«¿Española?».

¡Mini punto para Manu!

María, mañica, muy guapa y de ojos claros, no parece española si se mantiene callada.

El acento le delata y yo me alegro enormemente de poder hablar con ella sin que Manu me tenga que estar traduciendo cada dos por tres.

Como vamos para el mismo sitio decidimos hacer el camino juntos.

Ella ya ha estado en los países que nos quedan por visitar así que nos va contando cositas.

Cuando llegamos a las «cataratas», pues bueno, nada del otro mundo.

Lo único interesante que pudimos hacer allí es echarnos fotos en los lugares preparados para ello.

 

En el mismo orden de cosas tuvimos la posibilidad de visitar una cueva, pero decidimos gastarnos ese dinero en tomarnos un café y seguir charlando.

Si las cataratas eran un chorrillo de agua, la cueva podría ser un par de piedras húmedas. Nos daba más confianza el café.

La Pagoda de la montaña aún quedaba lejos, pero enfilamos el camino y le tuvimos que echar un par de narices.

Un buen rato cuesta arriba a pleno sol, con bastante calor y levantando polvo a cada pisada.

La pobre María, que venía de hacer un treking de 10 días por los Anapurnas, no tenía muchas ganas de hacer ningún treking más. Ni de 10 días ni de medio.

Pero al final subimos los 3 y llegamos sudando como pollos.

 

Fue genial. Pisé una mierda de vaca igual de grande que mi cabeza y me sentí muy bien para el resto del día.

La idea de ser una «suertuda» da mucha felicidad.

La Pagoda preciosa y las vistas espectaculares. Mereció la pena.

Aunque la hora de comer se nos echó encima, nos quedaba poco para llegar abajo y coger el «local boat» que nos devolvería a la ciudad.

Ya cuando estuviésemos en tierra firme buscaríamos un sitio para comer.

Bajamos, bajamos y bajamos, hasta llegar al río.

En la orilla, unas cuantas barquichuelas y un pequeño restaurante.

Le preguntamos a la señora del establecimiento que dónde podemos coger un bote que nos lleve al otro lado y nos dice que allí...¡por 430 rupias!

Ni 400, ni 450…¡430!

Le explicamos que no, que no queremos coger una moto de agua con el manillar de oro, que lo que queremos es el barquito local que cuesta 50 rupias.

Insiste en que eso es lo que hay y nos mira con indiferencia.

Como no nos creemos una palabra preguntamos a los señores que había en los botes.

Su respuesta es un gesto con el dedo señalando a la señora que nos quería vender los tikets por 430 rupias.

Nosotros 3 que, al parecer, somos igual de cabezones, buscamos la manera de encontrar el «local boat» que nos lleve baratito y rápido al otro lado.

No lo encontramos.

Recordamos que, justo antes de bajar, habíamos leído un cartel que ponía que tenían barquito gratis.

Manu sube corriendo a preguntar.

El cartelito provenía de un restaurante donde nos pedían que nos gastásemos 3.000 rupias en comer si queríamos que nos llevasen gratis.

¡Gracias hombre!

En mi pueblo eso no es «gratis», eso es cachondeo.

Con el rabo entre las piernas, bajamos de nuevo a comprarle el tiket a la señora odiosa de antes.

No sin acordarnos de nuestro casero y de las 50 rupias que nos había dicho que costaba el «local boat» que nunca encontramos.

Nos acercamos a la orilla a esperar al conductor de los 4 palos de madera que ellos llaman «boat», cuando aparece una señora con 3 chalecos salvavidas.

«Será la señora encargada de los chalecos salvavidas», pensamos.

Esta señora tendría unos 60 años, con sus pantalones bombachos y su bolso, tenía de todo menos pinta de conductora de barquito.

Nos ponemos los chalecos cochambrosos y nos subimos al bote.

¡Y la señora detrás, con un remo!

¡Coño, que es la conductora!

Coge el remo con una mano y justo cuando el bote empieza a moverse suena su móvil.

Al mismo tiempo que rema con una mano, saca el móvil del bolso con la otra y se pone a charlar.

Manu, que es el que está siendo salpicado amablemente por la conductora, decide que es un momento perfecto para sacar MI móvil y ponerse a grabar.

Como le pase algo a mi móvil vais al agua tú y la conductora.

En Pokhara de excursión

En esta foto podéis ver claramente lo que os digo.

María hace la foto mientras se descojona, yo poso porque me he dado cuenta que María está haciendo de fotógrafa, Manu graba a la señora conductora con mi móvil y la señora conductora rema y charla a la vez.

El trayecto fue bonito, si no hubiese sido porque nos costó el triple de lo que pensábamos gastarnos.

Lo de la señora cambiándose el remo de una mano a otra continuamente mientras alternaba con conversaciones de móvil y escribía whatsap, fue asombroso.

Es bajarte del bote y ya tienes varios vendedores intentando encasquetarte cosas que no necesitas.

Si tenemos en cuenta que son las 4 de la tarde y desayunamos a las 9, igual unos bollos de chocolate pueden considerarse cosas que SÍ necesitas, pero preferimos sentarnos y comer en condiciones.

María nos lleva a una callecita cerca de su hostal donde encontramos un restaurante local de comida rica a buen precio.

¡Ya tenemos sitio para desayunar mañana!

Nos ponemos hasta arriba de «arroz con cosas» y hablamos, hablamos y hablamos.

Se hace totalmente de noche y seguimos allí, empalmando con los que vienen a cenar.

Como no sabemos si nos vamos a volver a ver, intercambiamos teléfonos y nos despedimos.

¡Nos ha encantado conocer a María!

Llegamos a nuestro hostal más muertos que vivos por la caminata de todo el día.

Pero como vemos animado al dueño del hostal, compramos unas cervezas y le invitamos a beber.

En ese momento de socialización, nos volvemos a acordar de María.

La invitamos a venir y aparece con un amigo nepalí que acaba de conocer en su hostal. Él también piensa al verme que soy de los suyos, y yo ya empiezo a preocuparme de verdad.

De hecho, Manu me ha sugerido que mañana me pinte en la frente el lunar rojo que se pintan las mujeres aquí.

Quizá si creen del todo que soy de los suyos nos timen menos.

No me convence el asunto. Podría ser nepalí muda…como me pregunten algo en su idioma la hemos cagado…

Así que le pido al amigo que ha traído María que me enseñe a decir:

«Soy nepalí y te entiendo perfectamente».

La primera parte bien, fácil. La segunda parte no hay manera.

Curiosamente, María y este chico nepalí están en el hostal de la hermana del dueño de nuestro hostal. ¡Y mira que hay hostales aquí!

Así que allí que nos ponemos en el jardín, a beber cerveza y a intercambiar impresiones de diferentes temas.

Hay un muchacho en el bar de en frente, que todas las noches toca la guitarra.

Aunque de normal me apetece arrancarle las cuerdas vocales y usarlas para tender mi ropa, hoy nos ameniza la velada sin tener que ir a consumir nada a su bar.

Mañana hemos contratado una actividad que tenemos muchas ganas de hacer: PARAGLIDING.

Te suben a lo alto de la montaña, te cuelgan de la espalda una cometa gigante y te tiran con acompañamiento para que en caso de morir no lo hagas sola.

Aquí está muy de moda. Cientos de agencias repartidas por todo Pokhara te ofrecen esta actividad.

Por no hablar de que cuesta tres veces menos que en España.

Tener tanta montaña hace que merezca mucho la pena subirse ahí arriba y tirarse al vacío.

Hemos bebido tanta cerveza que ahora mismo no nos haría falta la cometa. Podríamos volar simplemente batiendo los brazos, pero quizá de esa forma no sea tan seguro.

Mañana os contaré.

A ver qué tal se me da hacer el pajarito.

BESOS VOLADORES, para ir practicando?

 

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Acerca de la autora

Tania Carrasco Cesteros

Ayudo a las mujeres con síndrome de Superwoman a recuperar su energía y su peso ideal para tener el cuerpo poderoso que les permita hacer frente a todos sus retos, sin estrés y desde el amor por sí mismas.

Interacciones con los lectores

Comentarios

  1. Gema dice

    Me encanta ? Mil gracias por compartir con nosotros vuestras aventuras y mas con ese puntito de humor que aun engancha a quiero mas jajjaja
    Ha sido un regalo encontraros en el camino ?

    • Tania Carrasco Cesteros dice

      La verdad que sí, un regalo encontrar gente como vosotros. Es lo mejor que tienen los viajes. Lo primero que pensamos aquella noche cuando nos despedimos, y mira que fue un encuentro breve, es que nos habría encantado alargarlo. Nos volveremos a ver seguro, porque merece la pena. UN BESAZO ENORME

  2. Francisca dice

    Q genial esa Maria y ese barquito!!!Experiencia estupenda x lo q veo (en esas fotos las carcajadas os delatan!y q guapos estáis!!)Tú de nepalí tienes lo q yo de marroquí…dile a esos q aquí hay unos oftalmólogos muy buenos y q x 430 rupias de las nuestras los operan y se quedan»nique».Y esa abuela??Cómo tenía los brazos?Espalda?Iba a Pilates??Cuéntame del ritmillo q llevaba????Mil besos

    • Tania Carrasco Cesteros dice

      jajajajjajajajjaaj pues realmente han dido muchos los que me han preguntado si era nepalí…demasiados diría yo…
      En cuanto al ritmo de la señora, era de crucero pero firme. Como si no le costase trabajo pero estuviese cansada…jejje

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