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NADA COMO LOS MOMENTOS COMPARTIDOS

Lo de los momentos compartido queda muy bonito, pero podría haber sido: «planear una masacre y huir del país».

Anoche, después de cachondearme del hecho de que al día siguiente no tenía que trabajar, nos fuimos a la habitación.

Leemos un ratito y a dormir.

Ya llevamos una semana en el resort.

No te he dicho nada, pero ha habido noches que no ha sido fácil conciliar el sueño.

Al lado de nuestra habitación, solemos tener fiesta una noche sí y otra también.

Unas veces con menos ruido y otras veces que no hay quien pare.

El motivo: ninguno.

Al parecer, en la habitación de al lado tenemos unos cuantos trabajadores de otro hotel que tienen alquiladas las habitaciones.

Después de trabajar, les parece una idea estupenda estar bebiendo fuera hasta las 3 de la mañana.

¡A medio metro de nuestra habitación!

Como madrugamos bastante, ha habido noches que no nos ha costado demasiado dormir.

Con los tapones puestos, claro.

Pero llevaban un par de noches dando más ruido de la cuenta.

La noche del sábado al domingo, tuvimos que levantarnos a pedirles, por favor, que bajasen el tono.

Y bueno, aunque no fue una diferencia abismal, algún esfuerzo parece que hicieron.

Sin embargo, la noche del domingo al lunes, fue para mear y no echar gota.

Las risas, los comentarios y el follón, se hicieron insoportables. 

Yo, que la noche anterior intentaba calmar a Manu para que se durmiese y no asesinase a nadie, empecé a subirme por las paredes.

¡Qué trabajo me cuesta entender que haya gente tan irrespetuosa!

Cuando llevábamos más de una hora intentando dormir, se me inflaron las narices.

«Manu, vístete que vamos a hablar con la dueña».

Que como es tan maja, seguro que nos soluciona esto rápido…

Hay que tener en cuenta que nos queríamos quedar dos semanas más en este sitio, pero que sólo habíamos pagado precisamente hasta esa misma noche.

No quisimos pagar todo por adelantado porque sino te tienen pillada por los ovarios.

Así que si el problema no se podía solucionar, tendríamos que buscar otro alojamiento al día siguiente.

Camino de la recepción, rezábamos porque nos pudiesen cambiar de habitación y no tener que marcharnos.

¡Nos gusta tanto este sitio!

Cuando llegamos, estaban cerrando y la dueña ya no estaba.

Había dejado de encargado al marido, que entre lo que bebe y que no habla inglés, ¡a ver cómo le explicabas la película!

Resulta curioso que cuando me ofusco, me sale un inglés estupendo de lo más profundo de mi corazón.

Manu no tuvo que decir ni una palabra.

Después de exponer el problema y ver la cara de «qué me estás contando si no te estoy entendiendo» del dueño, casi me pongo a llorar.

Menos mal que todavía estaba por allí el único camarero que habla inglés, y vino a traducirnos. 

El muchacho que es más majo y más salao que las pesetas, se esforzó todo lo que pudo por ayudarnos.

No estuvimos demasiado tiempo de conversación, cuando dicho camarero nos comunicó las palabras del dueño:

«Dice que no os preocupéis, que mañana os dará una habitación mejor por el mismo precio».

¡Me entró una alegría por el cuerpo que me faltó besarle los pies!

¡Íbamos a poder quedarnos en este resort y no volveríamos a tener jaleo por la noche!

¡Y tendríamos una habitación mejor!

Está claro que a veces, «el que no llora no mama».

De los nervios del mal rato, ya no pegué ojo en toda la puñetera noche.

De los nervios, y de las cacerías que me monta mi cariño a las 3 de la mañana.

Resulta que teníamos un mosquito en la habitación y había que exterminarlo.

Hasta que no lo mató, no dejó de dar por saco.

Pero fue un insomnio feliz.

Los momentos en los que no planeaba el asesinato de toda esa gente que había fuera montando la fiesta, pensaba en lo bien que dormiría al día siguiente.

Si las risas subían de tono, me volvían los pensamientos asesinos.

Pero cuando las risas nos daban alguna tregua, todo en mi cabeza era felicidad y amor.

Asesinato-felicidad, asesinato-felicidad, masacre-amor, masacre-amor.

Y en esas estuve hasta que sonó el despertador.

A pesar de no haber dormido, fui capaz de mantener mi rutina de levantarme a las 5:30.

Eso de quedarme más rato en la cama por no haber dormido bien, me resulta contraproducente.

Entro en un círculo vicioso y la noche siguiente me acuesto más tarde, me vuelvo a levantar más tarde, y ya no hay quien lo pare.

Así que prefiero mantener la rutina e ir readaptándome poco a poco.

Antes de las 7, ya estoy en la mesa del comedor con mi tablet, dándole a las teclitas por intuición.

Ya sólo veo la «q», la «w», la «y» y poco más.

Tengo las teclas desgastaditas del tó.

Manu llega sobre las 8 a desayunar, y a ello nos ponemos.

Acabamos de desayunar y me acerco a la recepción a pagar.

Y de paso, a recordarle a doña Seta que nos tenemos que cambiar de habitación.

Me dice que no me preocupe, que ahora hablamos.

¡Si al final la voy a querer y todo!

Al rato, nos hace una señal para que nos acerquemos y Manu va a hablar con ella.

Vuelve con la cara cambiada.

«Ahora dice la señora que no puede darnos ninguna habitación por el mismo precio, que si queremos cambiarnos tenemos que pagar el doble».

¿En serio?

Pues no, no la voy a querer.

Y de nuevo: asesinato-felicidad, masacre-amor.

«¿Qué hacemos?», me dice Manué.

Pues mira, con todo el dolor de mi corazón, nos tendremos que buscar otro sitio.

Ya más bien por una cuestión de amor propio.

No nos haces ningún descuento cuando te decimos que nos queremos quedar 3 semanas, teniendo habitaciones libres.

Ayer me quiso cobrar de más cuando fui a pagar la cena.

Hacemos todas las comidas en el resort, habiendo sitios muy cerca.

Ayer nos dice tu marido que no nos preocupemos que nos cambia sin problema y al mismo precio.

Y hoy nos dices tú que naranjas de la china.

¡Pues mira tía, aquí te quedas con tu habitación!

Con esta habitación tan limpia y estupenda, a escasos metros de una playa paradisíaca, donde nos sentíamos tan a gusto…?

Nos pusimos a recoger las cosas de la mesa para marcharnos a buscar alojamiento, cuando doña Seta se nos acerca…

«Venid un momento»…

Y nos cuenta la misma película.

Se empeña en que veamos varias habitaciones a ver con cuál nos queremos quedar.

Intento explicarle que con ninguna que cueste más de lo que estábamos pagando.

Pero la tía que no se baja del burro.

Cuando volvemos de ver las habitaciones, parece que recula.

Casi nos obliga a elegir de inmediato.

Nos da la llave de mala manera, mientras murmura en su idioma alguna maldición.

Cogemos la llave y vamos a cambiar todas nuestras cosas, sin estar muy convencidos del precio todavía.

Entramos a nuestra nueva habitación y uno de los colchones tiene bultos.

Pero bultos exagerados.

La hija de su padre y de su madre, teniendo las habitaciones contiguas a esa libres, nos dió la que tenía los colchones deformados.

¡Hay que ser mala!

Claro, baja ahora otra vez y dile, que la habitación de 1.500 bats que te ha dejado por 500 tiene los colchones mal. 

Que te los cambie si eso…

¡Y así hicimos!

Bueno, casi echa humo por las orejas.

¡A ver si ahora vamos a tener nosotros la culpa de que nos des la habitación de las fiestas y luego la de los colchones hechos polvo!

Con mala cara y malos gestos incorporados, nos dice que mandará a alguien a la 1, para que nos cambie el colchón.

Vamos a ir a pagarle otra semana, para que esta señora se quede un poquito más tranquila.

Ni se me pasa por la cabeza pagarle todo, por lo que pueda pasar.

Así que bajamos, le pagamos y le damos las gracias medio millón de veces.

«A mí no, se las dais a mi marido», que por mí ya estariais en la puta calle, le faltó decir.

Volvemos a la habitación taaaaaan contentos…

Ahora, cuando abrimos la puerta cristalera, ¡sí que vemos el mar!, la habitación está más nueva y tenemos frigo.

Además, no hay nadie por los alrededores. Cero ruido.

¡Y por el mismo precio que antes! ¡Unos 13 euros la noche!

¡Muuuuuy fuerte!

Gracias a aquella señora que no nos guardó la reserva de la primera noche, y gracias a los vecinos fiesteros por haberme tocado tanto las narices.

Gracias a todos ellos, tenemos una habitación genial, en un resort de playa espectacular, a un precio imposible.

¡GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS!

Había sido una noche sin pegar ojo y una mañana de disputas por algo en lo que no teníamos culpa, así que necesitábamos relajarnos.

Nos bajamos a la playa y ¡volvemos a encontrarnos con Mercedes y Javier!

Los dos españoles que conocimos ayer.

¡Qué gente más maja para olvidarte de los cuatro impresentables de turno!

Mercedes y Javier, tenían la intención de dejarnos su moto mientras ellos disfrutaban de la playa.

Ayer les comentábamos, que no cogíamos la moto a no ser que tuviésemos que hacer alguna compra grande.

Y en ese caso, aprovechábamos para ver lugares que aún no hubiésemos visitado.

Juraría que habían vuelto a propósito, sólo para ofrecernos la moto por si la queríamos utilizar.

¡MUCHÍSIMAS GRACIAS CHICOS!

Pero ya que habíamos vuelto a «coincidir», hemos preferido quedarnos con ellos, por supuesto.

Además, hoy precisamente era el cumpleaños de Javier.

¡MUCHAS FELICIDADES APAÑAO!

momentos compartidos

Así que nos ha invitado a unas cervecitas y hemos estado horas en la playa, de casquera.

Parecemos negros zumbones.

Aunque Mercedes no habla mucho ?, no nos ha faltado conversación.

Nos han puesto al tanto de la situación política mundial, de la que somos totalmente ajenos, y hemos intentado arreglar el mundo.

El nuestro propio.

El otro es más complicado.

Ha habido un momento que a Manu le ha hecho falta subir a la habitación.

Ya eran las 3 de la tarde y aún no nos habían cambiado el colchón.

Vamos a suponer que por olvido.

No ha sido necesario quejarse otra vez.

Una de las habitaciones que tenemos al lado es la de los rusos que reventaron la puerta de cristal.

Como aún no han venido a arreglarla, esa habitación está abierta.

Así que no ha hecho falta nada más que cambiar el colchón de un sitio a otro, y marchando. 

Antes de despedirnos, hemos querido enseñar la habitación a Mercerdes y a Javier.

Han coincidido con nosotros en que la suerte que hemos tenido no es normal.

¡Si es que en realidad tenemos una flor en el culo!

Bueno, Manu tiene un jardín.

Así que, aunque hoy no hemos hecho ni la «o» con un canuto, no puede haber día más aprovechado que el que compartes con buena gente.

¡VOLVED A VERNOS OTRA VEZ NO-PAREJITA!?

Una vez que nos hemos duchado y demás, hemos tenido que salir a cenar fuera.

A la señora dueña se le ha muerto un familiar y han tenido que cerrar.

Hemos aprovechado para probar un restaurante que nos ha recomendado Mercedes, y la verdad que no ha estado nada mal.

Va siendo hora de acostarse…con la tranquilidad de que voy a poder dormir del tirón. 

Me voy a poner los tapones, pero sólo por si acaso…

UN ABRAZOOOOO??????

 

 

 

 

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Acerca de la autora

Tania Carrasco Cesteros

Ayudo a las mujeres con síndrome de Superwoman a recuperar su energía y su peso ideal para tener el cuerpo poderoso que les permita hacer frente a todos sus retos, sin estrés y desde el amor por sí mismas.

Interacciones con los lectores

Comentarios

  1. Teresa dice

    Me alegro q disfrutes tu aventura si fuese mas joven estaria haciendo lo mismo q tu,cada mmomento es parte del crecimiento personal hasta la disputa x un colchon bssss te hecho de menos(perdona q no he pueso ni vcomas nipuntos ni na,se escribir mejor con lapiz)

    • Tania Carrasco Cesteros dice

      Hola Teresita mía! La verdad que sí, cada cosa que pasa es un motivo para aprender algo y seguir creciendo. Qué pena que esto no se traduzca en cm físicos también, jejjeje. No es cuestión de edad Tere, es cuestión de ganas. Te hago un hueco en la mochila y te vienes para acá. UN ABRAZO ENORME

    • Tania Carrasco Cesteros dice

      JAJAJAAJJAJAJAJAJ pues me harías un gran favor Mari Luz. Esta señora es imperturbable y desagradable como ella sola. Gracias por el apoyo! Leyendo comentarios en internet de otros huéspedes, por lo visto no es sólo con nosotros, es que es agria la mujer. No como tú, jejej. UN ABRAZO PRECIOSA

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