¿Habéis volado alguna vez? ¿Sabéis lo que se siente al tirarse desde lo alto de una montaña y planear sobre un lago?
A las 11 nos vienen a recoger al hostal para llevarnos a hacer el paragliding.
No tenemos nada de nervios, la verdad. Yo soy más de nervios de última hora.
Sobre las 9 vamos a desayunar con María y su amigo nepalí al lugar donde comimos ayer.
Esta vez el desayuno ha sido de los buenos. Nos hemos puesto las botas, por si fuese la última comida de nuestra vida.
Sólo tuvimos un pequeño problema.
Manu pidió su desayuno con cereales y leche, y yo con lo que llaman «porridge» (gachas de leche y avena). Como acostumbramos a tomarlo con plátano, le pedimos a la camarera si es posible añadirlo.
La mujer, muy amable, nos dice que sí.
Cuando llega mi porridge, trae el plátano tal y como esperábamos.
Sin embargo, los cereales de Manu traen manzana.
¡Menudo problemón!
Mi cariño que tiene antojo de plátano, pregunta a la camarera que porqué manzana cuando ha pedido plátano.
Ella lo mira extrañada y nos dice que no se acordaba de cómo lo habíamos pedido, pero que tengamos en cuenta nuestra suerte puesto que la manzana es mucho más cara que el plátano.
?
Osea que si quiero arroz con conejo, porque me apetece, y me lo traes con bogavante, me tengo que joder y dar las gracias.
Me lo apunto. Me ahorraré muchas hojas de reclamaciones.
Volvemos al hostal con María. El muchacho nepalí se vuelve a Katmandú, donde vive.
Aunque María no saltará con la cometa gigante, subirá hasta arriba con nosotros en el coche y podrá disfrutar de las vistas.
Lo malo es que luego tendrá que bajar por su cuenta.
Hay que mencionar que aunque el paragliding también se puede hacer en España, no sé si con las mismas vistas y por el mismo precio.
Nos han dicho que aquí te sale como 3 veces más barato.
Antes de subir a la montaña, tenemos que pasar por las oficinas a firmar el consentimiento y esas cosas.
No sin olvidar poner un número de contacto de la persona a la que quieres que llamen en caso de problemas.
Estas cosas que te tranquilizan tanto.
A priori pensé en poner el teléfono de siempre, el de mi padre, pero tardé poco en darme cuenta de que no era buena idea.
Si le llaman en inglés para decirle que su hija se ha roto una pierna saltando en cometa gigante por una montaña, va a ser lo mismo que si le dicen «¿quiere usted mil euros para comprarse una bicicleta?».
Mejor pongo el de mi hermana Irene que el inglés lo lleva mejor.
De repente, aparecen unos cuantos muchachos que son los que nos van a acompañar en la aventura.
Bromean diciéndonos que llevan volando muy poco tiempo para meternos un poco de miedo.
Es innecesario, la cagalera nos va a entrar igualmente.
Una vez montados en el coche, con la música maquinera a todo trapo, empiezo a notar ciertos nervios.
Con lo que nos cuesta la cosa no es plan de pasarlo mal.
Llegamos con el coche justo al sitio donde habíamos estado antes de ayer con la moto, viendo cómo la gente volaba.
Fue en ese momento que decidimos hacerlo nosotros también. Sí o sí.
Podemos buscar los mejor precios en comida y alojamiento, abstenernos de comprar caprichos que no necesitamos, obviar nuestras ganas de beber mojitos a veces, lo que no vamos a desperdiciar es la oportunidad de gastarnos el dinero en las cosas que realmente nos apetece hacer.
Esas experiencias únicas que guardas para siempre y que enriquecen tu viaje.
¡A volaaaaaaaarrrrrrrr!
Había bastante gente esperando para tirarse montaña abajo, pero enseguida nos toca.
Nuestros monitores se acercan a colocarnos los mosquetones y las protecciones necesarias. Nos explican un poco cómo hay que hacerlo y nos hacen esperar unos minutos.
Esos minutos en los que sólo piensas en si era necesario pagar por jugarte la vida.
Esos minutos en los que te da tiempo a pasar de la alegría a la excitación total en el mismo segundo.
Los monitores nos dicen que intentemos no sentarnos, que corramos hacia el final de precipicio y luego nos dejemos llevar.
Yo salto la primera.
El monitor se ata a mi espalda y me pide que empiece a caminar.
Casi no me da tiempo a darme cuenta que ya no tengo suelo bajo mis pies.
¡Estoy volandooooooooooo! ¡Literalmente!
Los nervios se me pasan en un momento. La sensación de relajación que experimento no era para nada lo que esperaba.
Tengo los Anapurnas a un lado, el lago al otro lado, la montaña salpicada de casitas, montones de cometas gigantes me acompañan en mi vuelo, y parece que casi puedo tocar el sol.
¡Qué maravilla!
De repente, desde el mismo cielo, alguien me saluda.
No, no es Dios y no, no estoy delirando.
Manué se acaba de tirar y pasa lo suficientemente cerca de mí para que pueda verle y escucharle a lo lejos.
Hay un momento en que también puedo saludar a María que aún no se ha marchado.
¡Qué bonito todo por favor!
El vuelo habrá durado como 20 minutos.
Casi al final, el monitor me pregunta si quiero más movimiento.
¡Y qué le vas a decir!
¡Claro que sí!
Estás volando por el cielo y probablemente esto no te vuelva a pasar en la vida.
Dale caña a la cometa y a disfrutar.
¡Maldita la hora!
El Dragon Khan de PortAventura marea menos.
El monitor se puso a hacer cosas raras para un lado y para otro, a dar vueltas sobre sí mismo, a subir y bajar a toda velocidad.
Al mismo tiempo, yo pensaba en el desayuno continental que me había tomado hacía unos minutos.
¡Con lo que me había costado el desayuno y lo iba a vomitar!
Pero no, la sangre no llegó al río.
Después de los movimientos aéros imposibles, tocaba bajada.
Eso fue muy sencillo. Esperaba pegar un buen culetazo contra el suelo y nada más lejos de la realidad.
Cuando aún no había puesto los pies en tierra, me doy cuenta de que Manué ya está abajo y ha podido grabarme un ratito.
¡Qué emocionante ha sido!
Intercambiamos impresiones, nos sujetamos el uno al otro por si tenemos que vomitar juntos y nos sentamos en el primer banco que encontramos.
Aunque no nos apetece mucho, nos tomamos un zumito natural mientras esperamos que nos devuelvan al hostal.
A pesar del pequeño mareo del final, ha sido una experiencia alucinante.
¡Cómo me alegro de haber tomado esta decisión!
¡Qué mejor manera de despedirnos de Nepal!
Al bajar en el coche no podíamos ni hablar.
Entre el mareo y la emoción íbamos obnubilados.
Cuando llegamos a Pokhara preferimos que nos dejen en la oficina y dar un paseo, a ver si al sol se nos pasa un poco la borrachera aérea.
Enseguida empezamos a encontrarnos mejor.
Como cada vez que pasamos por una barbería, el barbero sale a insinuarle a Manué que necesita de sus servicios, al final cede.
Pasamos a preguntar en la peluquería que tenemos justo al lado del hostal.
Después de sacarle al muchacho el precio que creíamos razonable, Manué se sienta.
El muchacho con el que acabábamos de negociar sale a la puerta y pega un silbido.
En ese momento aparece un nenín de unos 14 años ¡que es el que le va a arreglar la barba y el pelo a Manué!
El chaval de la peluquería pensaría: «Sí, os voy a hacer una rebaja pero os va a cortar el pelo mi primo pequeño que hoy no tiene cole».
Menos mal que la cosa salió bien y Manu quedó bastante contento.
Ahora vuelve a parecer una persona normal y ya no vamos a juego.
Voy a tener que afeitarme el bigote yo también.
Si nuestro día ha sido intenso, el de María sería para hacer otro capítulo.
Aunque ella no ha hecho paragliding, al bajar de la montaña no han dejado de pasarle cosas.
Primero se le ha acercado un niño discapacitado pidiéndole dinero.
Como esta María tiene un corazón de esos gigantes pensó que mejor invitarle a comer.
A María no le sobra el dinero. De hecho no le queda mucho para continuar el viaje y tendrá que volver pronto a España.
Sin embargo, si es por ayudar, seguro que empeña hasta las bragas.
Cuando están en el restaurante el niño pide una sopa.
¡Y un zumo y unas galletas!
Así que tonto tonto no era el nene.
Después de dar de comer al pequeñajo, continúa subiendo ella sola.
Es entonces, cuando una señora nepalí la invita insistentemente a entrar a su casa para emparejarla con su hijo.
Todo esto por gestos, porque la señora no hablaba nada de inglés y el hijo tuvo que pasar el peor rato de su vida.
¡Qué desesperación de madre!
La señora tiene que salir a la calle para interceptar mujeres casaderas a ver si alguna cuela.
Aunque en el caso de María la señora fue muy avispada.
María no sólo es buena sino que es guapa y simpática de narices.
¡Menuda novia le iba a encasquetar a su hijo!
Pero la cosa no quedó ahí por lo visto…
Cuando se disponía a iniciar la bajada para volver a Pokhara, se encontró con un dominicano hippie de familia nepalí.
Una cosa muy extraña.
La típica persona que va de «súper hippie metafísico que vive del aire y es muy rico porque ha conseguido no necesitar cosas» y saca un iphone para fotografiar insectos.
Y aguantando a tal personaje en un trayecto bastante largo, mi María se tuerce un tobillo…
Casi mejor haber saltado al precipicio sin cometa, ¿no? ?
Se hace tarde y nos vamos los tres a cenar.
Una cena de despedida que seguro que se vuelve a repetir.
¡Qué placer encontrar gente como tú, María!
Un abrazo a tres bandas es nuestro último contacto físico, hasta la próxima.
Nuestra última noche en Pokhara hasta volver al horrible Katmandú.
Pero Katmandú ya sólo nos acogerá una noche.
¡¡¡¡¡¡Volamos a Thailandia!!!!!!
ABRAZOS ENORMES
……aaaahagagahahahhggghh!!!! Yo también quiero!!!! ????? como puede darme tanta envidiaaaa, yo también quiero volaaaar!!! Tiene que ser una sensación inigualable!!!!
PD: Que penaa que Manué ya no es Mohhamé!
jajajjajajaja pues querer es poder. ¡Ya sabes!
Lo de Mohamed es una pena sí, pero también tenía ganas de volver a verle la cara a este niño ya…jijij
Ay mi Tania!! Qué de experiencias estáis guardando. La sensación de volar es única e inigualable 🙂
Para mi fue fantástico, y eso que las vista aunque eran bonitas, no eran como las vuestras!!! 😉
Seguir contando tantas cosas y llenándonos de sensaciones y felicidad.
Abrazo para ambis.
Rubiaaaaaa! Muchas gracias!!! La de cosas que podrías contar tú también, verdad?
¿Te abro un blog? jejejej
UN ABRAZO MI NIÑA Y GRACIAS POR ESTAR AQUÍ
Hay Tania eres la caña me encanta, me has hecho revivir la experiencia, cuando lo hicimos Nuria, Xavi y yo, fue genial ?
Que pena haber conincidido tan poquito tiempo con vosotros, estamos en contacto y sobre todo sera un placer seguir vuestras maravillosas experiencias por aqui.
Nos vemos por el mundo ?
Un besote grande para los dos.
? Gracias Gema! Fue genial de verdad! Eso mismo pensamos nosotros, que era una pena no haber podido pasar más tiempo juntos. Pero eso tiene fácil solución, cuestión de organización, jejejej. UN ABRAZO
Este día m gusta más q el anterior todavía!Bravo!!Mira q m gustan a mí las cosas raras..pero en el aire intuyo q ahí yo sí q habría vomitado…Esa María tiene pinta de q la fichemos mis amigas y yo para nuestras aventuras…y si tiene un hermano mayor q ella …alguna de mis amigas creo q también!!????Mil besos
SÍ, María tiene muchas posibilidades! Y sí, tiene un hermano mayor jajajjajaajaaj
Verás cuando se lo cuente a estas…nos lo llevamos a New Zeland…
Que te vas dónde y cuándo?