¿Te acuerdas cuando decía el otro día que estábamos muy a gusto aquí pero que no quería cantar victoria? Pues eso.
Ayer por la tarde noche, antes de irnos a cenar, estábamos tranquilamente leyendo en la cama.
Yo te acababa de escribir el último post del blog y me relajaba un poco con la lectura.
De repente, empezamos a escuchar fuegos artificiales y gritos de jolgorio, cada vez que había una nueva explosión.
Como ya llevábamos unos minutos escuchando el follón y el olor a humo empezaba a entrar en la habitación, salimos a la terraza para no perdernos la fiesta.
Al abrir la puerta, una nueva explosión y una bocanada de humo, hizo que Manu retrocediese.
Pasaron unos segundos hasta que reaccionamos y nos dimos cuenta de que los cables de la luz que teníamos justo en frente de nuestra habitación ¡habían salido ardiendo!
Cada pocos segundos se sucedían pequeñas explosiones y el humo iba llenando la calle.
La gente gritaba, no por ningún jolgorio, sino porque parecía que la cosa se ponía fea.
Pudimos ver por la terraza que todo el barrio estaba en la calle, que los edificios de en frente se habían quedado sin luz y que nosotros no podíamos bajar del nuestro porque teníamos el problema justo delante.
Cogimos el móvil y la llave de la habitación y subimos una planta más arriba.
Nuestra planta estaba totalmente cubierta de humo y las explosiones las teníamos a 2 metros escasos de la puerta de nuestra habitación.
Tengo que reconocer que me asusté bastante.
Mientras Manu mantenía la calma, yo subía corriendo las escaleras, semidesnuda.
En la planta de arriba, otra muchacha con la misma cara de miedo que debía tener yo, me preguntaba que qué se hacía en estos casos.
Pues mira, para empezar es muy importante vestirse…pensé…
Y volví a bajar a mi cuarto a ponerme al menos unos pantalones.
En caso de que tengamos que ser evacuados por los bomberos, no me veo encaramándome a la escalera de incendios con el bollete al aire.
Entro corriendo al cuarto y cojo mis pantalones.
Vuelvo a salir corriendo al piso de arriba y no me los pongo hasta que no me acuerdo de que los llevo en la mano.
Con los pantalones puestos, me tapo la nariz con la camiseta, para no respirar el humo, y me veo las tetillas.
Bueno, no voy a enseñarle el culo a los bomberos pero les enseñaré otra cosa.
Mucho mejor elegida, porque si esa es la parte del cuerpo que tengo que enseñar, no va a ser motivo de catástrofe para nadie.
No voy a distraer a ningún bombero con mis pechotes y se van a poder concentrar en salvarnos las vida.
«¡Primero a la niña, primero a la niña!», dirán los que contemplen el espectáculo.
«¡Salven primero a la niña!»
Alguna ventaja tenía que tener…
Nos quedamos en la terraza del tercer piso esperando a los bomberos.
Las explosiones ya no se producían pero cada vez había más humo.
Cuando escuchamos la sirena, yo empecé a calentar por si tenía que saltar a una cama elástica de esas que ponen en las películas.
Pero como resulta que estábamos esperando a los bomberos ¡y nos mandaron a los cazafantasmas…!
Bueno, ni siquiera nos mandaron a los 4, ¡nos mandaron sólo a uno!
¡Un barrio entero en crisis y nos mandan un sólo cazafantasmas!
Cierto es que venía con dos acompañantes, pero el que tenía la pistola era sólo él.
Ese muchacho con los pantalones amarillos y tres botellas de buceador atadas a la espalda con una goma, era el que nos iba a salvar la vida.
Estoy yo para rezar, ahora que tengo a todos los dioses cabreados conmigo…
Yo que sé…a ver…
«Aserejé, já, dejé…»
¡Algo habrá que decir antes de morir!
¿Y qué mejor manera de despedirse del mundo que hacerlo cantando?
Así que yo con el Aserejé, Manu imitando a Elvis y la muchacha deseando tirarse por la terraza antes que seguir escuchandonos.
La cosa se empezó a calmar.
Aunque el cazafantasmas no hizo otra cosa que mirar los cables chumascados.
Ahí los tienes…
A lo mejor tenía algún súper poder en la vista y sólo mirando los cables consiguió solucionar el problema.
El caso es que al poco rato de su aparición, el humo empezó a disiparse y los edificios de en frente recuperaron la luz.
Poco después, apareció otro coche de cazafantasmas y se pasaron otro buen rato mirando y tocando cables.
Cuando sentimos que el peligro había remitido, nos fuimos a cenar.
A parte de cables colgantes chumascados y la capa blanca que recubria todas las superficies afectadas, no parecía que hubiese más daños.
Lo que sí me hizo daño fue la cena, que me sentó como un tiro y he dormido fatal.
Debido a lo mal que lo pasé con mi evacuación imaginaria y a lo mal que he dormido, me he despertado con ganas de hacer taichi.
¡Mentira!
No tenía ninguna gana pero mañana nos vamos y aún me quedaba una clase pendiente que ya pagué en su momento, así que tenía que ir…
Ya cuando iba de camino me he empezado a alegrar…
Pero después de salir de la clase tengo que decir que ¡menos mal que he ido!
Muchas veces no hacemos cosas, que sabemos de antemano que nos van a sentar genial, por mera pereza.
Nos ponemos excusas, anteponiendo otras cosas que tachamos de «más importantes», cuando no hay nada que sea más importante que cuidarnos.
En fin…
Lo que tú ya sabes…
Esta tarde tenemos que ir de compras.
Se me ha roto el teclado de la tablet, y no veas lo cómodo que es escribir durante horas con el teclado táctil.
Así que no me queda más remedio que hacer un gasto extra e intentar comprarme una funda nueva…
Si Elena me está escuchando, ¡SOS!
¿Algún consejo?
Me hago 40 minutos de caminata a 30 grados a la sombra.
Allí estáis muriendo de frío, lo sé, pero el paseo que me he dado a las 3 de la tarde tampoco es lo más recomendable.
He recogido a Manu en su curso, que por fin ha acabado, y nos hemos acercado a un centro comercial.
En principio, puede pensarse que los centros comerciales están hechos para las personas, ¡pero no!
Los centros comerciales están hechos para los osos polares.
Tenemos un problema serio con los cambios de temperatura.
En el equilibrio está la virtud, no digo más.
El caso es que después de unos cuantos paseos por un centro comercial más grande que mi pueblo querido, hemos encontrado la tienda adecuada.
Gracias a todos los dioses, la funda no ha habido que cambiarla.
Al final ha sido sólo problema de un cable que se ha solucionado comprando otro, por poco más de 4 euros.
Volviendo a casa, hemos parado a tomar algo en la cafetería de una muchacha canaria de la que ya te hablé.
Después a casita, ducha, cena y a dormir…
¡que mañana empieza otra aventura!
¡Vamos a la plá-yá, vamos a la plá-yá!
MUCHÍSIMOS BESOS MOCHITER@ ?
Interacciones con los lectores