La península de Bukit es un pequeño trocito al sur de Bali donde estamos intentando encontrar playas bonitas para poder remojarnos el culete.
Supongo que tienes la misma idea de Bali que tenía yo: destino de playas paradisíacas. Cuando te vas cruzando por el camino con viajeros que ya han pasado por aquí, se te va quitando esa idea.
Pero al llegar a Bali y comprobar lo mágico que es tampoco te importa demasiado si las playas son paradisíacas o no.
Dependiendo de lo que cada uno entienda por playa paradisíaca, claro.
Para mi, una playa paradisíaca es una playa de aguas calmadas, cristalinas, con arena fina, limpia, donde el paisaje es hermoso y en las cual no hay demasiada gente.
No, las playas de Bukit no cumplen todas estas características.
Sin embargo, y más abajo te lo cuento, nos estamos llevando gratas sorpresas.
La ruta hacia la zona de Bukit la vamos a hacer en moto. Nos da un poco de respeto el hecho de que nos pare la policía porque nos han contado que, en ese caso, estás jodida.
Según dicen los turistas que hemos conocido, y según cuentan todos los blogs, la policía indonesia es bastante corrupta y si te paran, buscarán la más mínima cosa para poder sobornarte y sacarte algo de dinero.
Se recomienda que lleves poco dinero a la vista y te guardes lo demás en zonas comprometidas. De ese modo, cuando te paren, les das sólo lo que llevas en la cartera y el resto ni lo huelen y te dejan tranquila.
Así que eso hacemos.
Cada vez que salimos de casa, guardamos el precio justo que estamos dispuestos a «regalar» y el resto me lo guardo en las tetillas (donde normalmente hay espacio de sobra) o Manu se lo pone en los calzoncillos (donde corre peligro de desintegrarse por el calor).
Las dos horas de moto que hicimos hasta llegar al primer destino, fueron tranquilas, ningún poli a la vista. Eso sí, cada vez que veíamos a alguien de uniforme se nos hacía un nudo el estómago.
Llegamos al hostal, dejamos la mochila, nos pusimos el bikini y volvimos a coger la moto en busca de playas.
Otra cosa que todo el mundo cuenta, pero que aún no habíamos vivido en nuestras propias carnes, es que en Bali se paga por todo.
En casi todas las playas pagas por aparcar el vehículo que sea. El precio puede rondar entre las 2000 y las 15.000 rupias, que en euros es ridículo pero que si lo vas acumulando duele.
Luego, la playa puede estar cerca o no, pero pagas igual.
En la primera playa que visitamos, nos quedó constancia de lo que quiere decir la gente con que esto no es un destino de playa: el agua tiene un color precioso, azul claro tirando a verde turquesa pero, cuando te metes en el agua, no ves ninguna de las partes de tu cuerpo que tienes sumergidas.
El color del agua es muy claro y muy bonito pero opaco…Menuda desilusión te llevas cuando te das el primer baño.
En cuanto a limpieza…algunas están muy limpias, algunas llenas de algas y en otras te da por pensar en la estupidez del género humano.
¡Cómo es posible que haya playas llenas de restos de envases!
Si seguimos con el tema de las playas de Bukit, hay que mencionar que son «playas fit»: o estás en forma o no hay huevos a verlas de cerca.
¿Qué quiere decir esto? Pues que la mayoría están al final de un acantilado y tienes que bajar cientos de escaleras de piedra de medio metro mientras piensas: «y luego las tengo que subir…».
Si estamos hablando de alguien que mide metro y medio, como mucha gente que yo conozco, necesitarás otra escalera para subir las escaleras.
Y bueno…aquí viene lo mejor…
Como no es fácil dar con las playas por la incomprensible ausencia de señalizaciones, o te pones el google maps, o en su defecto, el «maps me» este que dicen que funciona tan bien, o estás condenada a dar vueltas sobre ti misma.
Si a eso le añadimos:
- que a nuestro móvil no le gustan estas aplicaciones con las que buscas sitios,
- que mi orientación se la quedaron en el reparto, el mismo día que repartieron los centímetros,
- y que Manu tampoco tiene ni una mijita de orientación…y no lo sabe,
pues solemos tardar en encontrar las playas el triple del tiempo estimado.
A Dios gracias que se está empezando a dar cuenta de que tiene la misma orientación que yo, y ahora tiramos para el lado contrario hacia el que él piensa que hay que tirar, que sino…
El primer día, reventados ya de ver playas que no cumplían con nuestras expectativas, nos retiramos a descansar.
A la vuelta, en la moto, mi chico ¡por fin me hizo la «gran pregunta». Sí, esa pregunta que toda mujer espera alguna vez en su vida…
Pon música de violín:
El viento nos acariciaba el rostro…el ruido de la moto nos parecía una dulce melodía…Yo amarrada a su cintura, él, pensativo, reduce la velocidad mientras un gallo cruza la carretera…Era el gran momento para preguntar:
Cariño, ¿hay gallos y pollos…o llamamos pollos a los gallos?
Pero lo peor de todo…¡es que no supe contestar!????
Cada vez que lo recordábamos nos partíamos de risa.
Al día siguiente, volvimos a coger la mochila para cambiar de hostal y seguir viendo playas.
Por el camino, paramos a desayunar por un caminito donde vimos un puesto de cocos. ¡Ese va a ser nuestro desayuno de hoy!
Resulta que el puestecito de cocos estaba en la puerta de un gimnasio regentado por una familia indonesia. Nos atienden una madre y su hija, mientras un niño de unos dos años corretea alrededor.
¡Ay mi bebé cómo le echo de menos!
Nos invitan a sentarnos mientras nos sobreestimulamos con la música del gimnasio. Son las 8 de la mañana y parece que estamos en cualquier after de Ibiza.
No hemos visto muchos gimnasios en Bukit y nos hace mucha ilusión recordar nuestros viejos tiempos trabajando en sitios como este.
Para nuestra sopresa, a parte del coco, nos ofrecen sopa de ternera y…¡cómo íbamos a decir que no!
La muchacha, muy joven y muy guapa, nos dice que nos invita, que no nos preocupemos.
¡Entonces carga el plato bonita!?
Nos pregunta si lo queremos con arroz…
¡Noooooooooooo, no por favor!
Tanto el coco como la sopa, una delicia. Pero lo mejor fue el rato de conversación.
Esta chica, de 23 años, y su madre, de 42, nos explican que el marido de la primera tiene la edad de la segunda. La chica de 23, con dos churumbeles, nos enseña la foto de la hija que su marido tiene con otra mujer.
Muy alegremente, nos explica que su marido estaba casado con una australiana con la que tuvo una niña. Cuando lo dejó con la australiana se casó con ella y tuvieron otros dos churumbeles.
Nos reconoce abiertamente que se lleva tan bien con la primera mujer de su marido, que cuando viene a visitarles duermen los 3 juntos en la misma cama. Que se llevan muy bien y son todos familia?
Yo no le he querido decir que eso en mi país se llama «trío», que es muy joven y ya se lo enseñará la vida. Es más, que me parece estupendo y todo.
Lo curioso ha sido la alegría y naturalidad con la que nos contaba, a dos desconocidos, que su marido es el más listo de todo Bukit y parte de Australia.
El nuevo hostal tiene buena pinta y es súper barato: Twenty4seven Bed and Breakfast.
Lo lleva un holandés de 63 años, con una vida muy intensa y una niña de 10 meses con unos mofletes para comérselos enteros.
«Arrejuntado» con una indonesia muy simpática, llevan juntos este hostel que cuidan al mínimo detalle.
Nos atienden como si fuésemos amigos de toda la vida, desde el primer momento en el que entramos.
Habitaciones muy limpias, trato exquisito y precio inmejorable.
Dejamos la mochila y seguimos buscando playas.
Lo que ayer nos parecieron «playas fit» hoy nos parecen «playas killer». Las playas de Bukit son asesinas.
- Primero busca la playa y piérdete un poco.
- Cuando la encuentres, paga el párking y baja 175 escalones.
- Al llegar a la playa, intenta encontrar un sitio donde poder dejar tus pertenencias a la vista, por si acaso.
- Acércate a la orilla,
- date un revolcón sorpresa con la primera ola,
- intenta evitar la segunda,
- sujétate a Manué para que no te arrolle la tercera,
- recoge la parte de arriba de tu bikini sin tragar demasiada agua,
- y ahora, si tienes narices, intenta salir.
Me disponía a salir del agua, despavorida, cuando una ola mucho mayor ha empezado a acercarse a nosotros.
Manu gritaba: «ven aquí, ven aquí», porque su intención era sujetarme para salvarme de otro revolcón. Pero a mi ya no me daba tiempo ni a salir ni a entrar.
Me he teletrasportado a mis tiempos mozos, cuando veraneaba en Benidorm con mi familia?
A mi hermana Irene y a mi (Nuria aún era pequeña) nos encantaban los días en los que el oleaje era grande y podíamos jugar a subir y bajar con las olas.
Mi padre también venía a veces a jugar con nosotras y las olas. No se me olvidará nunca el día que fue atrastrado a la orilla por una gran ola y se quedó nadando panza-abajo en la arena?
Y claro, he intentado saltar la ola por arriba, como cuando era niña, pero creo que esta ola era un poquitín más grande que las de Benidorm…
Primero me ha arrastrado a la orilla, como a mi padre, y me ha dejado con una teta fuera. Cuando he conseguido ponerme en pie, partíendome de la risa y sin poder abrir los ojos, ha venido una segunda y pa dentro otra vez.
Mientras pensaba en lo bien que se lo tendrían que estar pasando los que me estuviesen observando desde la arena, me golpeaba con el suelo y no dejaba de reírme y tragar agua al mismo tiempo.
Ha sido entonces cuando, cual vigilante de la playa, Manu me ha sacado de debajo del agua, preoucupado.
Al darse cuenta de que no paraba de reírme, se ha empezado a reír él también, así que hemos acabado revolcados por otra ola.
Mira, cuando hemos salido y hemos visto a una parejita que nos estaba grabando con el móvil, nos hemos terminado de desacojonar del todo.
¿Qué es lo más importante que he aprendido de esta situación?
¡Que mi bikini no cumple su función!?
Cómo me lo he pasado en esta playa…
No serán paradisíacas pero son súper divertidas.
Pero espera que te cuente lo más desternillante…
Al haber sobrevivido a las primeras embestidas, me he confiado. Me he puesto al lado de un pedrusco y le he dicho a Manué:
«Anda, échame una foto aquí cuando rompa la ola, que tiene que ser muy bonita la imagen con el agua saltando por todos lados».
Me he colocado junto a la piedra y he esperado a la ola…
«Uy ya viene…
igual no es buena idea…seguro que sí…va, me coloco, ya le gustaría a la Obregón. Venga cariño, sácame guapa. Ya viene, ya viene…
Esto no se me ocurre nada más que a mi…
Si aún no has intentado acercar la imagen para verme el careto de desesperada, te doy otro ratito para que te sigas riendo. ¡Me encanta!
La ola ha venido con tanta fuerza que me ha espachurrado contra la piedra, mientras mi cariño hacía fotos de mi percance.
La secuencia de fotos demuestra que Manué ya se había cansado de rescatarme y prefería plasmar el momento que volver a sacarme de debajo del agua.
Cuando ha visto que, esta vez, la cosa no estaba siendo tan divertida, ha salido corriendo a dejar el móvil para poder ir a por mi después.
Era mi iphone y tenía claro que primero había que salvar el teléfono si no quería morir él cuando yo me recuperase del trance.
Este ha sido el resultado:
Un poquito de desollamiento para empezar el día.
Pensaba que me había roto algo del ostión que me he dado, pero al final no ha sido para tanto…
«¡Buah, el agua del mar seguro que me lo cura pronto!»
De camino a la siguiente playa, íbamos por la carretera tan campantes cuando…¡nos ha parado la policía por primera vez!
«Permiso del vehículo y permiso de conducir, por favor», serio pero amable.
Manu saca lo primero, yo saco lo segundo y nos hacemos los simpáticos.
«¿Dónde van ustedes?», nos pregunta el señor policía.
«Pues donde usted quiera agente», he dicho padentro.
Una cosa ha llevado a la otra y hemos acabado charlando con él, mientras nos demostraba sus curiosas dotes de español.
«Muy bien, pueden continuar».
¿En serio? ¿Nada de sobornos? ¡Ostras que bien!
Nos hemos puesto tan contentos que se nos ha olvidado el ratejo del desollamiento.
Las siguiente playas no nos han gustado tanto. Eran igual de asesinas pero con más turistas y menos bonitas.
Por ahora, nuestra playa favorita de Bukit es la «Balangan beach».
Eso sí, nada de hacerse fotos contra ninguna piedra sobre la que rompan las olas.
Realmente casi todas las playas que hemos visto nos han parecido preciosas de verdad, pero de baño complicado…
O están sucias, o tienen mucha piedra o no hay narices a bañarse sin morir ahogado…¡o todo junto!
Bonitas, muchísimo, pero nada fáciles.
De vuelta a casa, ni lo hemos visto venir: otro control de policía.
«De esta ya no nos libramos», he pensado yo.
Además, un par de policías de estos con mala follá y cara de asesinos en serie.
Nos han pedido los papeles y mientras yo los sacaba Manu ha intervenido: «Justo esta mañana nos han parado en el mismo sitio», le ha dicho al policía.
«¿Ah si?», ha dicho el policía.
«Ahora, ahora es cuando nos comen vivos», he pensado yo.
«Entonces pueden continuar», ha dicho el señor asesino en serie.
¡Oleeeeeeee!
¡Nos ha parado la poli dos veces y en ninguna ocasión nos han sobornado ni nada! ¡Flipando estamos amiga!
Cuando nos hemos alejado del control, Manu ha vuelto a hacer otra gran pregunta: «Es el mismo sitio en el que nos han parado esta mañana, ¿no?».
«No cariño, estamos a tomar por saco de donde nos han parado esta mañana».
Así que podría decirse que, en este caso, la falta de orientación de mi amorcito nos ha salvado de la poli.
Sospecho que voy a estar largo rato quitándome arena de la cabeza, espero que la ducha tenga bastante presión.
Esto, con el pelo liso, no me pasaría. No pueden ser todo ventajas.
Mañana tenemos intención se subir al norte de Bukit, a hacer buceo a un lugar que nos han recomendado.
Nos levantaremos temprano para ver las playas que nos hemos dejado hoy, y después partiremos para el norte, o no.
Te sigo contando la semana que viene, o no…jeje
Pero te aviso, ya sabes.
BESAZOS