Hemos tenido que volver a cambiar de decisión. No podemos arriesgarnos a seguir en la India.
En nuestro quinto día en Varkala, preguntamos al propietario del hostal, dónde podemos comer que no sea de turistas.
Nos estamos dejando demasiado dinero en restaurantes con vistas al mar, porque tampoco hemos encontrado otra posibilidad.
Nos habla de un restaurante nuevo alejado de la zona turística. Vamos a desayunar allí antes de ir a buscar la tarjeta para el móvil.
En efecto, pagamos 100 rupias por un desayuno indio, cuando llevábamos gastándonos más del cuádruple en los desayunos de estos días atrás. ¡Más de cuatro veces el precio de hoy!
Nos alegramos mucho, porque ya que hemos decidido quedarnos en la India, está bien aprender estas cosas para seguir gastando poquito.
Seguimos las indicaciones que nos han dado para llegar a una tienda de móviles donde poder comprar la dichosa trajeta.
Por el camino, descubirmos toda una parte de la ciudad que no sabíamos que existía.
En la playa, un montón de indios en altares hechos con la arena, donde la gente se acerca para hacerles ofrendas y a rezarles. Nos cuentan que son como curas a quienes acude la gente que ha perdido a algún ser querido.
Por lo visto, piensan que cuando alguien muere su alma va al mar. Haciendo ofrendas a esos curas que se colocan en la playa, consigues que recen por ese alma y faciliten su descanso.
Al llegar a la tienda…cerrado.
Otra cosa que aprendemos es que no sólo tenemos la opción de caminar para no pagar tuktuk, también podemos coger autobuses.
Son súper baratos y tardan lo mismo que el taxi.
Así que cogemos un bus para llegar al centro de la ciudad y buscamos la tienda.
No tardamos demasiado en encontrarla. Nos piden fotocopia del pasaporte, de la visa y foto de carnet.
A pesar de que traemos miles de fotos de carnet, a mi cariño se le han olvidado en la habitación.
Eso le hace experimentar cómo se siente el hijo de un fotógrafo cuando se hace fotos en una tienda que no es la suya.
Y a mí me hace darme cuenta de que vine a Asia con Manué y ahora estoy con Mohamed.
Pagamos las correspondientes rupias y ya que estamos en el centro y nos quedamos en la India, vamos a sacar algo de dinero.
Recorremos cajero trás cajero, algunos vacíos y otros con enormes colas. No conseguimos sacar nada y nos preocupamos. Tampoco contamos con mucho efectivo y aún tenemos que pagar el alojamiento.
Cuando nos empezamos a desesperar, recordamos que la úlima vez sacamos dinero cerca de la estación de tren.
Caminamos hasta allí y ¡por fin!, no muy lejos, conseguimos sacar 2000 rupias.
La decisión de quedarnos se tambalea…
Ya que estamos cerca de la estación de tren, pasamos y compramos un billete a la ciudad con el aeropuerto más cercano, para mañana mismo. Por si acaso…
Aunque habíamos decidido comer y cenar en el mismo restaurante en el que hemos desayunado, por ahorrarnos dinero, ¡acabamos en el Abba!
Allí tienen wifi y podremos mirar qué es lo que pasa con el dinero en este país.
Pues pasa que al primer ministro se le ha ido la olla.
En su lucha con la corrupción, se ha puesto a retirar billetes sin reponer los nuevos y no hay dinero en los bancos.
La gente no puede sacar efectivo, los sitios no aceptan tarjetas y los turistas se están largando.
¡Y nosotros sin enterarnos!
Así que ya no hay más que hablar.
Nos da mucha pena tener que irnos de aquí porque no hemos podido ver casi nada, pero no hay necesidad de pasar calamidades.
Me niego a estar en un sitio con la incertidumbre de si voy a poder pagar los gastos a la semana siguiente, de si me voy a encontrar con una huelga o ¡quién sabe!
Además, los lugareños te dicen que el tema ya se está solucionando pero las noticas hablan de meses de problemas.
Disfrutamos de nuestra última comida en nuestro restaurante favorito. Para despedirnos como dios manda, pedimos de postre tarta de chocolate y banana.
Como podéis comprobar, la desgustamos con mucha pena…
Mañana temprano cogemos el tren a Kochi y de ahí, ya veremos…
Aún no hemos reservado el billete porque Manu ha considerado que es mejor tirarse al suelo a hacer estiramientos.
Tenemos el billete de tren a la ciudad con aeropuerto pero no tenemos el billete de avión para salir de la India.
Cuando queramos reservarlo se irá la conexión…
¿Qué os apostáis?
Bueno, Manu ha acabado con los estiramientos y parece que ya tenemos nuevo destino.
La realidad es que es una decisión relegada hasta el último momento porque no nos queremos ir.
Muy temprano cogemos un tren a Kochi y llegamos sobre las 9 de la mañana.
Sin embargo, hasta las 8 de la tarde no sale el avión que nos llevará a Nueva Delhi, a coger otro avión.
Por esa razón, vamos a dar un paseo por la ciudad, después de preguntar cómo llegamos de la estación de tren al aeropuerto.
En la taquilla de la estación nos dicen, después de hablar entre unos y otros, que a las 14:40 sale un tren directo por 10 rupias.
¡Genial! Llegaremos con tiempo de sobra a coger el avión.
Damos un paseo por esta ciudad fea, maloliente y caótica, donde cuesta hasta respirar.
Comemos arroz con cosas, muy rico. Todo hay que decirlo.
Llegamos a la estación de tren antes de las 14. Con tiempo más que suficiente para coger el tren de las 14:40 que nos habían dicho.
Cuando llegamos a la taquilla el señor nos dice que son 60 rupias y que el tren nos deja a 5 km del aeropuerto.
¿Perdona?
Intentamos que nos explique porqué sus compañeras nos dijeron otra cosa esta mañana, pero no hay forma.
Llegamos al andén y miramos el billete para comprobar los datos.
El billete ponía como hora de salida las 13:37 y eran las 14:07. Corremos a la taquilla y nos dice que no nos preocupemos que su hora de salida es ahora…
Buena hora esa.
Al final el tren que salía a las 14:50 e iba directo al aeropuerto, salió pasadas las 3 y nos dejó a tomar por culo.
Cuando bajamos del tren, preguntamos en la estación cuál es la mejor forma de llegar al aeropuerto.
Nos dicen que no hay buses directos, que tendremos que coger un taxi. ¡Ya!
Preguntamos a un tuktukero por curiosidad y nos dice que como son 14 km nos saldría por 250 rupias.
Como ya sabíamos que era unos 7 km (puesto que lo habíamos mirado con el gps previamente), nos cagamos en él en castellano y con una sonrisa, por mentiroso, y vamos a la estación de tren.
Menos mal que allí, un revisor muy majo nos dijo que había un bus directo que saldría enseguida y se encargó de estar pendiente para que no lo perdiésemos.
¡14 rupias nos costó el bus! Frente a las 250 que nos quería cobrar el mamón del tuktukero.
Entrar al aeropuerto fue curioso porque estaba tomado por montones y montones de musulmanes, vestidos todos de la misma forma, como en una especie de peregrinación.
Cientos, de verdad. La gente les hacía fotos porque ellos solos ya llenaban todo el aeropuerto.
Tomamos una cena carísima y asquerosa antes de embarcar, para luego recenar en el avión.
¡Esto de las comidas en los aviones lo tenían que avisar!
Nos hubiésemos ahorrado la cena aquerosa del aeropuerto y hubiésemos disfrutado mucho más la cena asquerosa del avión.
Pasadas las 23:00 llegamos a Nueva Delhi para coger el avión definitivo que nos sacará de India.
Tendremos que pasar la noche en el aeropuerto porque hasta las 7:20 del día siguiente no salía nuestro avión.
Descansamos más bien poco porque todas las hamacas esas tan cómodas que ponen para que eches un sueñecillo, estaban ocupadas. Y cuando por fin quedaron algunas libres se las cedimos a una familia.
Justo cuando encontramos un hueco para reclinarnos un poquejo, nos toca al lado una morsa durmiente que roncaba en alta definición.
Pasamos por el duty free para gastar las rupias que no nos ha dado tiempo a gastar y ¡sorpresa!: ¡encuentro galletas de jengibre!
Os había echado de menos compañeras.
En el avión, de esos divididos en 3 asientos para un lado y 3 asientos para otro, nos sientan justo al lado de otro español.
Enseguida entablamos una conversación sin fin, donde nos relata sus viajes.
Marco (Agustín) es un arquitecto de 50 años, que después de ganar mucho dinero y comprar algunas propiedas, decide pasarse la vida viajando.
Nos da miles de claves y nos cuenta miles de historias. No podemos dejar de escucharle.
Qué casualidad que él perdió su avión ayer y le recolocaron en el nuestro. Y justo nos ponen juntos a los 3 españoles.
Todo pasa por algo.
Estoy tan atenta escuchando a nuestro nuevo compañero, que no me doy ni cuenta de que son las 9 de la mañana (el avión tenía que haber salido a las 7:20) y aún no hemos despegado.
Las condiciones no eran muy buenas porque la niebla no dejaba ver nada, pero sobre las 9:15 despegamos y llegamos a nuestro destino sin problema.
¡¡¡¡Siiiiiiii, ya voooooyyy!!!!
Queréis saber dónde estamos, ¿verdad??
ABRAZOS DESDE KATMANDÚ