¡Qué bonitos son los regalos inesperados y con qué ilusión se reciben!
Ayer me levanté con mucha ilusión, pero no por ningún regalo.
Había decidido aputarme a una clase de Chikung y era esta misma mañana.
Durante todo el curso pasado, me estuve formando como Monitora de Chikung y la disciplina me encantó.
Aprendí muchísimo y todos los días pongo en práctica alguno de esos aprendizajes.
Sin embargo, a parte de las clases que hicimos en el curso durante todo el año, jamás había tomado clases con ninguna otra maestra.
Mi querida Osane, de Úbeda, es la única profe con la que he tenido el placer de practicar Chikung.
En realidad, tuve un primer acercamiento con el Chikung hace años, pero no lo cuento porque fue brevísimo.
Por cierto…¡totalmente recomendable!
El caso es que cerca del hostal donde estamos, hay una escuela de terapias orientales, que tanto me gustan.
Aunque la disciplina viene de China, lo imparte una chica japonesa que vivió durante muchos años en México. Una mezcla muy exótica.
A mí me parece genial lo de México porque chapurrea castellano y en caso de problemas nos podremos entender.
Las clases de este tipo de cosas no son baratas, ya lo sabes.
Sin embargo, cuando subo a la sala, se acaba llenando hasta la bandera.
Todo turistas, claro.
Fueron casi dos horas de clase, maravillosa, toda en inglés, donde no me perdí ni un detalle. ¡Oleeeeee! ???
En ningún momento hubo una palabra en castellano, pero fui capaz de enterarme de todo. ¡O eso creo! ?
¡De aquí a que me ponga a dar clases en inglés sólo hay un paso!
Los compañeros de clase fueron súper agradables y cercanos.
La profe, un encanto también.
Salí de allí con una energía de esas que hacen que vayas sonriendo por la calle, sin motivo aparente.
¡Qué forma más buena de empezar el día!
¡Habrá que repetir!
Cuando la profe me preguntó si tenía alguna dolencia y si había hecho algo parecido alguna vez, le dije humildemente que sí. Que alguna cosilla había hecho…
Hubo un momento de la clase que se paró a explicar un pelín de teoría para orientar a los principiantes.
Como yo estaba en la fila de atrás, una compi de la fila de delante se ofreció a dejarme el sitio para que viese mejor la explicación.
Esta señora no sabía que ese dibujito y esa teoría las tenía más que estudiadas.
Rechacé amablemente la invitación…
¡Qué gente más atenta y servicial!
Después de la clase, me acerqué al mercadillo a comprar algo de fruta.
Siempre encuentras grupos de turistas comprando para sus clases de cocina.
En Chiangmai, y supongo que en toda Thailandia, es muy habitual para los turistas recibir clases de cocina thailandesa.
Por todos sitios ofrecen cursos, y muy caros.
No, no se me ha ocurrido hacer ninguno.
Voy a intentar primero perfeccionar la tortilla española y luego ya me pongo con la comida thailandesa, ¿no te parece?
Estas clases de cocina tienen una particularidad: te visten de forma rara y te sacan al mercadillo a comprar la comida para que todo el mundo te vea.
Te encuentras grupos de turistas de todas las partes del mundo, vestidos con originales delantales o sombreros como esos que veis en la foto.
Si llueve ese día, lo del sombrero está muy bien para ir a comprar al mercado, pero si no llueve y además te obligan a dejarte el sombrero para cocinar…no sé hasta qué punto eso es práctico.
Si a una torpe cocinera como yo, encima le plantas un gorro de esos, bastante tendrá con estar pendiente de no meterlo en la sartén.
No podré contártelo porque no pienso hacerlo.
Por la noche, cuando ya ha vuelto Manu del curso y nos vamos a cenar, probamos otro sitio nuevo y descubrimos ¡otra comida diferente!
¡Lleva arroz, lleva arroz! ¡Pues claro que lleva arroz!
Es una sopa llamada «congee», hecha con masa de arroz, noodles crujientes y «cosas».
La que yo pedí en concreto fue la vegetariana con huevo.
Al darle un par de vueltas con la cuchara, los noodles crujientes se convierten en fideos, el huevo tiñe de naranja el caldito y la verdurita se fusiona con todo eso, dejando los trozos de jenjibre como la única cosa reconocible del cuenco.
¡Muy, muy rico!
Pero lo más curioso fueron unas bolas amarillas rellenas de gamba que tenías que mojar en una especie de salsa de soja.
Cuando metí la bolita en el vasito de líquido oscuro y me lo llevé a la boca…intenté disimular mi sorpresa para que Manu se la llevase también.
¡Eso no era salsa de soja! ¡Era Quina Santa Catalina, por lo menos!
Fue raro pero no estaba del todo malo.
Hoy he dormido como una bendita…
No sé si por el Chikung o por la Quina…
Te acuestas la noche de reyes, pensando que cuando te levantes todo estará igual.
Los señores de Oriente, aunque este año se lo hayas puesto fácil viniendo a su tierra, no te van a encontrar.
A las 6 de la mañana, que suelo poner el despertador, la rutina es la siguiente: retraso la alarma 10 minutos más, remoloneo, a la siguiente alarma abro los ojos, la apago y me levanto.
Nunca entendí este hábito de poner la alarma antes de la hora de levantarse para tener tiempo de remolonear.
Yo era de las que, a la primera vibración, antes de que sonase el primer acorde, ya había apagado el móvil y me había puesto en pie, en un mismo movimiento.
Ahora me cuesta varios movimientos, pero pueden ser las 6:20 más o menos.
Después de incorporarme, hacer la meditación y demás ejercicios matutinos, le quito el modo avión al móvil por si ha llegado algo importante.
Ha sido en ese momento cuando…
¡me ha llegado el regalo de reyes!
¡Tenía unos wasaps de mis padres con la foto de un billetaco!
«Ese es tu regalo de reyes», me decían…
Como hace muchos años que los grandes despliegues de regalos se acabaron, he pensado que me estaban vacilando.
Les he escrito para cerciorarme, antes de chillar de alegría.
¡No era vacile! ¡Los reyes magos habían llegado en forma de billete! ????
En realidad da igual la cantidad o lo que hubiese contenido la foto.
Lo que más ilusión me ha hecho ha sido el detalle de que se hayan acordado que tienen una hija por ahí perdida.
El regalo no era sólo para mí, claro. El billetaco había que repartirlo entre dos.
Así que no sólo me he alegrado yo, sino que Manué también me ha acompañado en mi alegría.
¡Así se empieza el día! ¡Sí señora!
¡GRACIAS A MIS QUERIDOS REYES MAGOS DE OCCIDENTE!
¡OS AMO CON TODO MI CORAZÓN! ?
También cuando no me mandáis billetes…?
Recuerdo cuando era pequeña y llegaba este día…
Nuestra chimenea siempre estaba llena de regalos.
¡Llenísima!
A mí me daba vergüenza en el cole, contar todos los regalos que había recibido.
Me daba pena que los compis que no habían recibido tantos regalos, se pusieran tristes.
Siempre, siempre, siempre, estaban todas y cada una de las cosas que habíamos pedido las 3.
¡Menuda felicidad!
Mis padres se afanaban mucho por buscar un gran escondite, cuando yo ya sabía que los reyes magos no venían de Oriente en camello.
¡Pero un día lo encontré!
Miré debajo de la cama grande de la planta de abajo y ví un montón de regalos.
¡Cuál fue mi sorpresa cuando aquello en lo que más había insistido NO estaba!
Aquella muñeca de piernas largas y elásticas, en la que podías meter los pies para bailar con ella, ¡no estaba!
«Compi-crece caritas», se llamaba. Porque podías cambiarle la cara también.
Mis ojos se llenaron de lágrimas con el fatídico descubrimiento.
Me quedé un rato callada y sola en la habitación, a oscuras, reponiéndome para que no se me notase nada, y pensé:
«Pobrecitos mis padres que este año no me han podido comprar todo lo que pedí. No pasa nada. Intentaré poner mi mejor cara para que no se sientan mal».
Pero cuando llegó el día de los regalos, ¡allí estaba mi muñeca!
¡Imagínate mi careto!
Los reyes eran bastante más listos que yo. Los regalos que esperábamos con más ilusión no estaban tan fácilmente localizables.
Otra de las cosas que recuerdo bien son «los libros de los 5».
«Los aventuras de los 5» eran una colección de libros que relataban miles de historias de cinco amigos.
Esa colección dio paso después a «Fray Perico y su borrico» y todas las historias del Barco de Vapor.
Una cosa muy buena que tenía que mi padre se hubiese quedado con ganas de tener un niño, es que las muñecas se alternaban con coches eléctricos y juguetes diversos.
Será por eso que me da tanta rabia lo del sexismo en los juguetes.
A nosotras nos gustaba jugar con muñecas de vez en cuando, pero también lo pasábamos pipa con el Scalextric.
Eso sí mi padre soltaba el mando y nos dejaba jugar, claro.
A mis hermanas les gustaban más las barbies, pero mi muñeca estrella era la barriguita.
¡Menuda colección de barriguitas tenía! ¡y tengo!
Me sentía más identificada con ella que con la barbie, desde luego.
¡Qué bonitos recuerdos!
Mami, deja de llorar que parece que te estoy viendo por un agujerito ???
Ahora ya somos mayores y lo que pinta es recibir dinerito.
Pero esta mañana al despertarme, ver el regalo e ilusionarme tanto como cuando era pequeña, se me han venido todos estos recuerdos a la cabeza.
¡Qué afortunadas éramos y qué afortunadas somos!
Nunca nos faltó de nada, en todo caso, nos sobró.
Puede parecer con esto que hemos sido niñas malcriadas, pero no estoy de acuerdo.
A día de hoy somos capaces de valorar muchísimo estas cosas, porque también hubo años en que no había regalos.
Recuerdo el año en el que el regalo fue un paraguas.
¿Y qué pasó?
¿Nos quisimos menos o fuimos menos felices?
¡Pues no!
De hecho, llevo ya muchos años teniendo que recordar que es mi cumple y que si hace falta me envuelvan una piedra en papel de regalo y me la den con un abrazo.
Total, ¡lo que importa es el abrazo!
Espero que el simbolismo que supone la noche de reyes, haya llenado tu hogar de ilusión.
Si ha habido muchos regalos, que los disfrutes como se merece.
Si no ha habido regalos, habrá mil cosas en tu vida que puedan considerarse auténticos regalos. Seguro.
Para mí, que hace tiempo que considero que este es sólo un día comercial que hace felices a los niños por unas horas, me ha servido para revivir una ilusión de hace muchos años.
¡Que la ilusión llene tu vida cada día, como si fuera la noche de reyes!