Las Torres Petronas son uno de los principales reclamos turísticos de Kuala Lumpur, pero no hace falta verlas de cerca para disfrutar de ellas. ¿Quieres saber por qué?
Han sido dos meses en Malaysia, que llegan a su fin.
Después de hacernos nuestro particular «cambio radical», dejamos el Urban Bird Hotel para alojarnos en un edificio muy especial que nos han recomendado.
Lo reservamos a través de Airbnb por primera vez en nuestra vida y vamos un poco recelosos.
Estábamos bastante a gusto en el hotel y tememos que el cambio no sea para mejor.
Para ir del hotel al piso que hemos alquilado, hacemos uso de la plataforma Uber. Es una especie de bla-bla car para usarlo dentro de la ciudad, que sale bastante económico y es muy práctico.
Cuando nos recogen en la puerta del hotel y nos subimos al coche, el conductor nos comenta que tenemos la máxima puntuación como usuarios de Uber.
Por lo visto, tanto los usuarios como los conductores de los coches pueden puntuar a través de la plataforma.
Nosotros no solemos hacerlo porque creíamos que no era necesario, pero ahora que sabemos que esas puntuaciones se tienen en cuenta pondremos nota a los conductores, que seguro que les ayuda.
Ya antes de subir al coche, intuía que me estaba poniendo un poco malita. Cuando me da dolor de garganta es señal inequívoca de que algo se avecina.
Me hincho a tomar perlas de ajo, que dicen que van muy bien, sobre todo si no abres la boca hasta el día siguiente.
Al llegar al edificio (Edificio Regalia), nos toca esperar un poco hasta que nos tran la llave.
El Edificio Regalia tiene 37 plantas, no sé cuántos bloques, varias piscinas, gimnasio y unas vistas espectaculares de la ciudad.
Dicen que desde la piscina de la azotea, una infinity pool de esas modernas, se pueden ver las famosas Torres Petronas.
En principio, tenemos más interés en ver nuestra habitación que en subir a ver la piscina…
En el apartamento, de dos habitaciones, parece ser que no hay nadie. Nosotros tenemos alquilada sólo una de las habitaciones, así que en cualquier momento podríamos tener huéspedes.
El piso está genial: dos habitaciones con su baño privado, un salón enorme con cocina americana y tele de plasma, internet de alta velocidad y terraza.
Nuestra habitación, aunque huele un poco a humedad, tampoco está nada mal.
Es cierto que, para mi gusto, podría estar más limpio. Pero eso no es grave porque para mi siempre podría estar todo más limpio.
Una vez que hemos hecho revisión a nuestro nuevo hogar para las dos últimas noches en Malaysia, lo siguiente es subir a ver la azotea claro.
No os hacéis una idea de lo que nos impresionó…
Sabíamos que las vistas serían chulas, pero no imaginamos que tanto.
Yo me refiero, más que a las Torres Petronas, al pedazo de negrito que había bañándose justo cuando llegamos.
Nada más verlo, Manué me miró con cara de: «anda mira qué suerte de vistas vas a tener». Y yo no pude evitar que me diese la risa.
Sí, las Torres Petronas muy chulis, pero ese hombre con ese cuerpo, esos labios y…todo lo demás…pues hacía del paisaje una atracción mucho más interesante.
Ya fuera de bromas, no había otro hombre allí más macizo que el mío, no nos vayamos a llevar a confusión.
Nos metimos en el agua corriendo, con un olor a cloro que echaba para atrás y un color parduzco un poco sospechoso. Yo quería pensar que era por el color de las baldosas que tenía la piscina, pero mejor no le demos vueltas a este tema.
Se notaba que el edificio era un edificio de gente «bien» porque los precios del restaurante de la azotea no dejaban lugar a dudas. Claro que con esas vistas, cualquier cosas que te comieras tenía que costar un cojón, por narices.
La piscina estaba llena de turistas. Creemos de verdad que la gente se aloja en ese edificio única y exclusivamente por las vistas que tienes desde dicha piscina.
Y, la verdad, merece la pena y lo recomendamos sin lugar a dudas.
Después del bañito, salimos a cenar. Nos ha sobrado dinero suficiente para pegarnos un buen atracón.
Sin embargo, la idea para mañana es comprar papaya y hacer una pequeña limpieza. Comeremos papaya todo el día a ver si nuestro organismo va expulsando todas las consecuencias de los 5 meses con el arroz como base de nuestra alimentación.
Es cierto que desde hace un tiempo, comemos más noodles que arroz, pero para el caso viene a ser lo mismo.
Mi problema es que el arroz lo estoy aborreciendo pero a los noodles me estoy haciendo adicta. Mataría por una sopa de noodles todos los días.
Entre que las sopas me chiflan, en casi todas sus variedades, y que aquí están de vicio, podría pasarme el día entero comiendo sopa de noodles si no tuviese repercusiones importantes en mi salud.
Así que bueno, compramos papaya y también jengibre y limón a ver si puedo frenar el catarro que se avecina. Lo raro sería que no me acatarrase con los cambios tan bruscos de temperatura que hemos tenido aquí.
Antes de volver al apartamento, subimos a ver las vistas de la azotea de noche. Si de día ya eran bonitas, de noche quitan el hipo.
Toda la gente que había en la piscina de la azotea a esas horas tenía un móvil en la mano, en modo «cámara».
Después de ver una peli en el sofá del salón de nuestro apartamento, como si tuviéramos una vida normal, nos metemos en nuestra cama-plaza de toros y descansamos genial.
A las 11 de la noche llegaron una parejita de chinos a la habitación que quedaba libre, pero dieron poca guerra.
El último día en Malaysia tenemos pensado pasarlo trabajando, preparando el nuevo destino y comiendo papaya.
Si empezamos con la papaya a las 8 de la mañana, a las 12 ya teníamos cara de papaya. A las 2 no parábamos de pensar en cualquier comida que no llevase papaya.
A las 3 queríamos tirar la papaya por la terraza.
A las 4 volvimos a intentar comer un poco más de papaya, ya que la habíamos comprado.
A las 5 no podíamos hablar de comida porque si no saldríamos a atracar cualquier establecimiento.
A las 6, que yo tenía una tutoría on-line sobre un curso que estoy haciendo, Manu salió de casa y volvió a la media hora ¡con una pizza gigante!
¡A tomar por culo la limpieza de papaya!
Vamos que era pizza, pero podía haber sido «arroz con cosas» y me lo hubiese comido con el mismo gusto…
Es la útlima noche en Malaysia. Lo primero que vimos nada más llegar a Kuala Lumpur fueron las Torres Petronas, y va a ser casi lo último que vamos a ver antes de marcharnos.
Van a quedar atrás muchas cosas: los primeros y frustrantes días en Kuala Lumpur después de volver de nuestra isla paradisíaca, los geniales días en Melaka con Tim y todo el grupete que se formó: Silvia e Isaak, Barbara y Lucas, Mireia, Max, Oliver y «Benji» (he olvidado el nombre del amigo de Oliver y me parecía que ese pegaba).
Dejaremos atrás también las semanas en George Town donde volvimos a coincidir con Silvia, Isaak, Barbara, Lucas y Mireia.
En George Town también dejaremos el nacimento de este nuevo blog: revolucionat.com, que con tanta ilusión estoy poniendo en marcha.
En esa misma ciudad, disfruté de mis 10 días de soledad sin Manué mientras él hacía su curso de vipassana, que tanto le gustó.
Perderemos de vista los días en las Islas Perhentian, también con nuestros adorados Silvia e Isaak, a los que sucerderían Patrick y Mayka.
Y pasará a la historia la vuelta a Kuala Lumpur para disfrutar de todas las cosas que no habíamos disfrutado cuando llegamos la primera vez.
Malaysia es la gente y la comida, y las Torres Petronas de noche desde la piscina del edificio Regalia.
Si quieres pasar una temporada en un país donde se come genial, vente a Malaysia.
Te vas a morir de calor y los precios son parecidos a los que tenemos en el sur de España, pero disfrutarás de una riqueza cultural y gastronómica poco común.
Ahora nos espera nuestro último destino antes de la vuelta: Indonesia.
Cómo han pasado los meses…
UN ABRAZO GIGANTE A TI, QUE SIEMPRE ESTÁS EN MI MOCHILA