Han sido días de adaptación y largas caminatas, así que ¡vamos a descansar a la playa!
Parece ser que los vahos han hecho su efecto y me levanto muchísimo mejor de la sinusitis, así que el día empieza a lo grande.
Además, como va a ser mi quinto día sin evacuar (que la última vez fue en Barajas por dios), mi amol me da un masaje intestinal (aptitud de este hombre que yo no conocía todavia) y por lo menos me lleno de esperanza. No va a ser todo aloz.
Manué sin embargo está un poco enfadado porque cuando llegamos ayer al albergue, muertos de todo el día, vimos que estaban en obras. Como necesitábamos descansar, sobre todo yo con lo malita que llegué, preguntamos si por la mañana harían ruido.
El muchacho muy simpático, nos dijo que no, que mañana ya era fin de semana (viernes) y que ya no trabajaban.
Pensé, «mira, otro de los míos» ?
Sin embargo, no eran ni las 7 de la mañana cuando han empezado a aporrear justo encima de nosotros.
Así que hemos decidido cambiarnos de albergue a otro que daba a la playa. Y por el mismo precio tenemos una cama mejor, agua caliente y acceso directo a la arena, restaurante y lavandería.
Pero para qué queremos el restaurante y la lavandería cuando podemos lavar a mano y volver a comer…¡premio!: arroz con cosas.
Y diréis pero porqué…Easy, muy sencillo: ¡somos mochileros!, los restaurantes son para los turistas que vienen de guay. Nosotros hemos venido a gastar la mínimo y a fundirnos con el entorno, hasta que se nos hinchen las narices al menos.
Antes de bajar a la playa vamos a buscar comida y volvemos con plátanos, coco, galletas de chocolate y arroz con cosas, que parece que a Manué le está sentando bien.
Para los que estáis preocupados por mi enfermedad (no el catarro con sinusitis sino «el estreñimiento de la viajera») y me repetís que el arroz estriñe…¿qué os parece el tema plátanos?.
¡Muy heavy el asunto!
Dejamos el arroz con cosas y el coco para después y nos inflamos de plátano y galletas.
Aquí los plátanos te los tienen que comer de 5 en 5 si quieres matar el gusanillo porque tiene tamaño de pene asiático (por lo que dicen eh, que yo ni idea).
Y cuando estábamos en la habitación preparándonos para bajar a la playa…contra todo pronóstico…noto un leve retortijón…
Ay…¡que viene, que viene! Aplausos aplausos ?
Le he pedido matrimonio a Manué…no quiere…?
Voy a tener que aprender a darme los masajes intestinales yo solita…
A pesar de la negativa, mi felicidad era máxima.
Ahora estaba genial del catarro, podía respirar y ¡pesaba un kilo menos!
¿Se puede ser más feliz?
¡Pues sí, sí que se puede!
Cuando llegas a la playa en un día caluroso, playa enorme de arena fina. Playa larga, ancha y limpia. Playa vacía, prácticamente estábamos solos. Te metes en el agua y lloras de felicidad porque te acuerdas de tus amigas (el agua está igualita que en Gandía) y de tu suegra (que no se mete en ese caldichi ni loca).
Paseas por la playa, miras el horizonte, te quemas a pesar de que has comprado crema protectora para cargar un poquito más la mochila, te revuelcas en la arena…
Y cuando estás de arena hasta el cielo de la boca te vas a dar otro baño.
Que guay las olas, jajajajajjjajaja, ay que viene una, jajajajajjjajaja, ay que viene otra pero no se lo digo a mi cari y no se da cuenta…
Y la ola derriba a la cari, que soy yo, le hace una voltereta, la estampa contra el cuelo, se mete en su boca…y el otro cari, en babia (o como se diga).
El caso es que está siendo un día tan genial que me hace hasta gracia tener la espada desollada porque una ola me ha arrastrado.
Disfrutamos mucho de la playa y al rato nos subimos a duchar que tengo ganas de escribir.
Y es ahora cuando experimento uno de los momentos de mayor felicidad. Es ahora cuando cumplo otro de mis sueños:
Os escribo desde una mesa frente al mar, con los pies metidos en la arena y con todo el tiempo del mundo para disfrutar del momento.
Mientras, Manu corta el coco que compramos y lo comparte conmigo y con los cuervos (aquí hay infinitamente menos que en Negombo, así que resultan hasta simpáticos).
Después, se va a hacer las fotos que luego cuelgo para vosotros.
Al mismo tiempo, no puedo dejar de pensar en lo afortunada que soy en este momento.
Nos vamos a dar una vuelta al anochecer y pasamos por una iglesia, que parece una discoteca por la luces de la fachada, y donde al parecer están dando misa.
Nos acercamos por curiosidad y experimentamos una sensación un tanto extraña.
Observamos una multitud de gente arrodillada, con los brazos en alto cantando «aleluya aleluya» al mismo tiempo que el cura, durante al menos 10 minutos...¡y nos emocionamos! Nosotros que nos es que estemos demasiado cerca de la iglesia católica.
Manu: «cari, ¿por qué nos habremos emocionado?. Tania: «pues por el mismo motivo que nos hubiésemos emocionado si pedimos arroz con cosas y nos ponen tortilla de patatas».
Cómo tiran la tierra de uno y sus costumbres…
De vuelta al albergue comienza a llover, pero da igual, vamos cantando de alegría. Hasta que nos acordamos de que ¡hemos dejado la ropa tendida!
Como era de esperar habrá que tenderla dentro a ver si se seca por la noche, porque a pesar de haber hecho un día de playa espléndido, ahora está cayendo un tormentón de los buenos.
Mañana salimos muy temprano rumbo a la capital, Colombo. Viaje de bus de 8 horas…no queremos ni pensarlo como no pillamos asiento…
Pero lo de mañana ya se verá mañana, hoy estamos felices de narices.
GRACIAS POR ACOMPAÑARME ?