Creíamos que iba a ser una noche tranquila y apacible, en una habitación recién limpiada…
Justo cuando estaba escribiendo la última entrada del blog, la que leíste ayer, Manu pegó un gritito.
¡Acababa de encontrar otro chinche entre las sábanas!
Sí, entre las sábanas limpias que nos acababan de poner, en la habitación que nos acababan de limpiar ?
Lo que había sido un día estupendo, iba a acabar con una noche no tan agradable.
¡No podíamos quedarnos en esa habitación ni un minuto más!
Y por supuesto, tampoco podíamos mudarnos y ya está, llevando nuestras cosas con nosotros como si no pasase nada.
No hemos encontrado el foco de chinches, así que ¡hay que lavarlo todo!
No sólo hay que lavarlo todo, sino que hay que meterlo en la secadora. De este modo, los chinches que sobrevivan al lavado, deberían cascar en el secado.
Esta actividad no es tan simple como parece.
Lavarlo todo, teniendo en cuenta que son las 9 de la noche, implica muchas cosas.
Implica tener que lavar toda la ropa, implica tener que lavar también las mochilas, implica tener que revisar una a una, por dentro y por fuera, todas nuestras pertenencias.
Implica también que no podemos entrar a nuestra nueva habitación hasta haber lavado la ropa que llevamos puesta.
Implica que tenemos que quedarnos fuera de la habitación y despiertos, controlando cuándo acaba la lavadora, para poner la secadora, más otra lavadora y otra secadora, y así hasta acabar lavándolo todo.
Mientras lavamos la ropa que no llevabamos puesta, tenemos que esperar en el salón común del hostal.
Si la lavadora tarda una hora y la secadora tarda tres, nos espera una noche muuuuuuy larga ?
Por lo menos, el dueño del hostal nos deja lavar y secar todo gratis.
¡Que faltaría más!
Hay cosas que no podemos meter en la lavadora, como las botas y el saco de dormir, porque nos quedaríamos sin ello.
Así que coge la linterna e inspecciona, milímetro a milímetro, las dichosas botas y el dichoso saco.
La noche del sábado al domingo ha sido esta.
Lavar, secar e inspeccionar hasta pasadas las 3 de la mañana.
Menudo panorama tuvimos…
Primero pusimos una lavadora.
Mientras tanto, fuimos llevando a la nueva habitación las cosas que no había que lavar como: cables, comida del frigo, objetos electrónicos y alguna cosa más.
Con el consiguiente peligro a que hubiese algún chinche por ahí escondido y no lo hubiésemos visto.
Al mismo tiempo que se lavaba la ropa, nos comíamos el chocolate que habíamos comprado esta tarde y veíamos la tele, como si nos importase la peli.
Cuando la lavadora acaba, hay que poner la secadora y volver a meter otra lavadora.
Pero todo esto lo hacíamos a trompicones.
La opinión del dueño, que nos había dicho que lavásemos y secásemos todo sin problema, chocaba frontalmente con la opinión de su novia.
Esta señorita, que también quería lavar y secar cosas por la noche, nos paraba la secadora antes de tiempo, para meter ella lo suyo.
¿Qué pasaba con esto?
Pues que la ropa salía húmeda, sin una hora y media de calor los chinches no mueren, y había que meterla otra vez.
No sabíamos si darle las gracias al dueño, matar a la novia o largarnos de allí directamente sin dar más explicaciones.
¿Pero dónde íbamos sin asegurarnos antes de que los chinches no se venían con nosotros?
No nos quedaba otra que ir lavando y secando la ropa poco a poco, como nos fuesen dejando, aunque nos diesen las 7 de la mañana.
Cuando ya llevábamos una horas con el ritual, le compré una cerveza al dueño y me salí al patio con él.
Cada noche, esta gente se pone hasta las botas de comida y bebida.
No faltan las litronas, ni las botellas de wisky.
Nos pusimos de conversación un buen rato, hablando de todo un poco.
Fue un gusto comprobar que me entendía y que podía mantener una conversación medianamente normal.
Quizá fue mi cerveza y su wisky…
Lejos de darnos sueño, teníamos los ojos como platos, preocupados con la sitaución.
Yo no paraba de mirarle el lado positivo al asunto: gracias a los chinches, habíamos encontrado la tarjeta de móvil perdida e íbamos a lavar toda la ropa a máquina.
Son ya muchos días lavando a mano y ya sabes que la ropa no se queda igual.
El miedo era la secadora…
¿Podríamos volver a utilizar nuestra ropa sin enseñar el ombligo? ?
En el caso de Manué, no es tan fácil mirar el lado positivo cuando estás lleno de picaduras por todo el cuerpo.
Creo que las picaduras de chinches no tienen nada que ver con las de los mosquitos, son mucho más molestas.
El pobre ya no sabía qué echarse para no tener picores.
Pasadas las 3 de la mañana, decidimos que ya era el momento de acostarnos ?
Aunque el día siguiente era domingo, estábamos reventados de todo el día de turismo.
No habíamos podido terminar con todo, nos quedaba pendiente lavar la ropa que llevábamos puesta y las mochilas.
Tuvimos que dejarlo fuera para que no entrase ningún chinche a la nueva habitación.
La nueva habitación no era precisamente una suite.
El hostal estaba completo y nos tuvieron que dar un dormitorio.
Los dormitorios son habitaciones con 4 camas literas, sin frigo ni tele, sin espacio para dejar nada y teniendo que dormir separados.
Estábamos tan sensibles que decidimos dormir juntos en la misma cama.
Una cama bien pequeña, donde ponerse boca arriba era deporte de riesgo.
Miramos bien en las sábanas, no hubiese chinches también por allí.
De hecho, nosotros somos gente de sueño sensible, pero incluso dejamos la luz encendida por mayor seguridad.
Si notábamos algo raro sólo tendríamos que abrir los ojos.
A pesar de la tensión, la incomodidad y la luz encendida, caímos rendidos.
Dormimos pocas horas pero bastante profundamente.
Yo ni siquiera me di cuenta de que Manu estaba a mi lado.
Nos despertamos temprano y nos hicimos el desayuno.
Queríamos dejarlo todo lavado cuanto antes y marcharnos a buscar otro hostal.
Pero los propietarios del hostal seguían usando la lavadora y no nos dejaron usarla hasta bien entrada la tarde.
Y porque nos pusimos muy pesados ?
Después de tanta cordialidad y tantas buenas palabras, parecía que les molestaba que tuviésemos que lavarlo todo.
Como si nosotros tuviésemos la culpa de que tengan chinches en las habitaciones.
Llegamos a pensar incluso que a lo mejor los habíamos traído nosotros.
Pero no podía ser porque no veníamos del campo, veníamos del mismo hostal, pero de otra habitación diferente.
No sabíamos que pensar. Ellos decían que era la primera vez que les pasaba.
¡Y un mojón!
Nos pusimos a mirar en internet los comentarios de otros viajeros respecto a nuestro alojamiento, y no éramos ni mucho menos los primeros que encontraban chinches allí.
¡Qué mentirosos!
Y cuando conseguimos poner la última secadora y nos devolvieron la ropa húmeda, por poco incendiamos el hostal…
Nos guardamos el cabreo para nosotros, sin perder la educación ni la cordialidad en ningún momento, pero era para haberlos mandado a la m…..
Manué que estaba comidito vivo por los bichejos, ya no sabía por dónde empezar a rascarse, y aunque yo intentaba animarle, él si que hubiese matado a alguien si hubiese podido.
Otro día más, buscando alojamiento por todos lados.
No sabíamos que sigue siendo temporada alta, pensábamos que eso acababa con la navidad, así que casi todo lo que encontrábamos era muy caro.
Para un sitio barato que vimos, al mirar los comentarios en internet se nos quitó la idea de la cabeza rápidamente.
La nota media que le daban al sitio era de 3,9, sobre 10.
Y yo ya no me meto en ningún sitio que baje de 8. Lo siento.
Los chiches son de estas cosas que todo viajero te cuenta pero que piensas que nunca te va a pasar a tí.
Lo raro es que la primera que se encontrase un chinche fuese yo y a mí no me haya picado ninguno.
Además, los primeros que encontramos eran bien grandes, así que ya se habían estado alimentando de bastantes víctimas.
A lo largo del día, buscando nuevo alojamiento, encontramos uno que tampoco estaba mal de precio, pero donde no pudieron eseñarnos las habitaciones porque estaba completo hasta el día siguiente.
De todas formas, como en el hostal de los chinches (9 hostel) teníamos pagado hasta el domingo, nos quedaríamos esta última noche.
Nos habían vuelto a cambiar a una habitación doble como la que teníamos antes, pero con el baño encharcado y olor a humedad.
O quizá es que ya nos parece todo mal en este sitio.
Casualmente, en el Chinda hostel, que es este que te comento que no pudimos ver la habitación porque estaba lleno, se aloja un compañero de Manu del curso de masaje.
Pensamos en avisarle para que nos eseñase su habitación hoy mismo y ya ir sobre seguro al día siguiente.
Eso hicimos, y la habitación no nos acabó de convencer.
Habrá que volver mañana a ver cuál sería la que nos pensaban ofrecer a nosotros.
La decisión final ha sido la siguiente: dormir el domingo en nuestro hostel puesto que está pagado, cambiarnos a primera hora de la mañana del lunes a uno que hay al lado que es bastante caro, pasarme yo a media mañana a ver el Chinda (porque Manu tiene que irse a su curso) y en función de lo a gusto que estemos en el caro y lo que me guste la habitación del Chinda, ya decidir si nos quedamos en el caro o nos volvemos a cambiar.
Estamos un poco hasta los huevitos de tanto hostal.
En el primer sitio que nos guste la relación calidad-precio, compramos una habitación y nos quedamos allí a vivir ?
A pesar de los tropiezos, me mantengo en la línea de buscarle el lado positivo a la situación, y al día de hoy en concreto.
Hemos podido visitar el Sunday Market, otro mercadillo muy famoso por aquí y ¡por fin he encontrado los pantalones que llevaba semanas buscando!?
Vale que tienen un Mickey Mouse en el culo, pero ¡me han costado menos de 2 euros!
Ha sido en ese momento «pruébate pantalones», cuando me he dado cuenta de que al volver a España tendré que renovar mi fondo de armario ?
Los pantalones en los que debería haber entrado, ni siquiera me abrochaban.
Otra de las cosas positivas del día ha sido que gracias a que hemos tenido que quedar con el compi de Manu para que nos enseñase su habitación, hemos encontrado un sitio nuevo para cenar.
No comimos nada del otro mundo, una sopita cada uno, pero estaba tan rica que volveremos seguro.
Al volver al hostal, aún nos queda por lavar las mochilas.
Como queremos irnos de aquí mañana temprano, no hay más remedio que esperar a que se despeje la secadora para poder meterlas.
Si hoy no se duerme, pues no se duerme, pero mañana nos vamos de aquí con todo lavado y sin chiches.
Aunque no tardamos mucho en poder usar la secadora, había que espera dos horas a que terminase.
A pesar de que la noche anterior no habíamos dormido mucho y estábamos cansados de buscar alojamiento, me costó convencer a Manu de que se metiese en la cama.
Cuando normalmente es él el que tira de mí para irnos a dormir, esta vez estuvo retrasando el momento hasta que se nos caían los ojos a pedazos.
Me hizo volver a dejar una luz encendida y, al mismo tiempo, encendía la linterna del móvil cada dos por tres para comprobar que no había ningún bicho a su alrededor.
Si encontraba una mota de polvo, la analizaba de arriba a abajo por si era un chinche disfrazado de mota de polvo.
Pero no me extraña, yo en su lugar estaría igual. ¡Paranoica perdida!
Aún así, no quiero cerrar el post sin repetir las cosas positivas.
Todo en la vida, y cuando digo todo quiero decir TODO, ¡esconde una enseñanza y tiene un lado positivo!
Cosas que hemos aprendido:
- No volveremos a quedarnos en ningún hostal sin mirar los comentarios en internet previamente. El problema es que algunos hostales no aparecen en internet.
- Cada vez que cambiemos de habitación, la inspeccionaremos lo mejor posible por si hubiese chinches.
- Si en algún momento nos volvemos a encontrar con estos horribes bichejos, nos cambiaremos de alojamiento rápidamente. Si no está pagado, mejor ?
- Si por motivos como estos tenemos que alojarnos en sitios un poco más caros de lo que nos gustaría, nos podemos ajustar en otras cosas con tal de estar a gusto en un sitio. Por ejemplo, podemos dejar de comer…?
Cosas positivas que ha provocado esta situación:
- Al tener que sacar todas nuestas cosas de la mochila para lavarlas, hemos encontrado la tarjeta del móvil.
- Hemos podido lavarlo todo a máquina y secarlo. Lavándolo hemos conseguido que esté mucho más limpio y secándolo hemos conseguido que mi ropa haya vuelto a su tamaño normal (de lavar a mano había ido ensanchando).
- Hemos encontrado un sitio nuevo para cenar, con unas sopas deliciosas.
- Y por último, y lo más importante: HEMOS SALIDO REFORZADOS, MÁS FUERTES, CON MÁS EXPERIENCIA Y MÁS CAPACIDAD PARA AFRONTAR ADVERSIDADES QUE PUEDAN SURGIR A LO LARGO DEL VIAJE.
Carmina, Puri, no sufráis que estamos bien.
Mamá, sé que tú no estás sufriendo, no finjas ?
¡Yo de mayor quiero ser como mi madre!
GRACIAS MOCHITER@S. MUCHÍSMOS ABRAZOS