Estos días nos hemos dado una buena paliza intentando recorrer todas las playas del sur de Bali. Veníamos para un par de días y nos vamos a quedar otros cuantos…
Después de los accidentes playeros, tampoco conseguimos dormir muy bien.
Sin embargo, el hostal es una maravilla, el dueño sabe perfectamente cómo tratar a sus huéspedes y se encarga todo el tiempo de que te sientas como en casa.
Resultado: te sientes como en casa.
Nos levantamos ansiosos por saber de qué constará el desayuno de este hostal con tan buena fama.
Para empezar, nos preguntan si queremos café o té, pero cuando Manu pide té se niegan a traérselo.
Herman, el dueño, se empeña en que tenemos que probar su café porque es el mejor del mundo. Aunque creemos que está bromeando, no nos queremos quedar con la intriga.
Nos traen unas tacitas de cerámica y damos el primer sorbo…
¡Ummmm, qué bueno!
El café que te suelen poner con el desayuno de los hostales es café soluble, pero no el soluble que tomamos en España. El café soluble de Bali sabe a cualquier cosa menos a café. Bastante asqueroso.
Yo que no soy ninguna entendida en café, porque de hecho el que a mi me gusta tomar en España es el nescafé soluble de toda la vida, alucino con la tacita que nos ha preparado este señor.
De repente me salta la bombilla: ¡es luwak coffee!
Y, efectivamente, está considerado el mejor café del mundo, y el más caro, y nos lo están poniendo gratis con el desayuno…
¡Muuuuuy fuerte!
La verdad que llevaba días con ganas de probar el luwak coffee pero no lo tenía muy claro porque se obtiene de la caca de un animal llamado civeta.
No sé qué come este animal para cagar tan rico, pero mañana quiero otro coffee de estos.
El resto del desayuno nos desilusionó un poco porque se compuso de bollería. Bollería recién hecha con sabor a gloria bendita, pero bollería al fin y al cabo.
¡A Isaac le hubiese encantado este desayuno!
Pero Herman es tan majo, el sitio es tan limpio y tan barato, el café está tan rico y nos quedan tantas playas por ver, que estamos pensando en dejar lo del buceo para más adelante y quedarnos aquí otros cuantos días.
Igual a base de desayunar con bollos, consigo que este niño me coja algo de peso.
Estábamos terminando de desayunar y a punto de despedirnos para marcharnos a la ciudad donde teníamos pensado bucear, cuando han aparecido en escena Judith y Nacho.
Aunque hemos empezado a comunicarnos en inglés, a los españoles nos delata el acento que no veas. Estos dos sevillanos encantadores, han terminado de ayudarnos a tomar la decisión de quedarnos un día más.
Y ya cuando Herman nos ha dicho que nos daba un habitación mejor por el mismo precio que estábamos pagando por una habitación básica, no nos ha quedado más remedio que decir ¡sí quiero!
Como esta, que después de dar el «sí quiero», pensó que era buena idea despeñarse por un acantilado para hacerse las fotos de la boda ?
Después de pasarnos media mañana charlando con Judith y Nacho de todo un poco, ellos, que también pensaban irse hoy, han cambiado los planes igual que nosotros.
Hemos preguntado a Herman si tenía otra habitación para ellos y resulta que se deben haber alineado los astros.
Nos quedamos los 4 con Herman a disfrutar de la playa, del buen trato, de las playas asesinas y de la compañía de los que ya consideramos buenos amigos: Judith y Nacho.
Silvia, Isaak, os seguimos queriendo mucho y tenemos muchas ganas de veos, conste en acta ?
Este sitio está tan bien que suele estar lleno, así que ha sido toda una suerte que hayamos podido quedarnos con dos habitaciones sin problema.
Nos hemos tomado otro café de caca de civeta y nos hemos cogido las motos para enseñarles las playas del sur de Bali que nosotros no pudimos ver ayer.
Antes de iniciar el camino les he advertido que nos perderíamos unas cuantas veces. Íbamos a dirigir nosotros, porque ellos nos conocen la zona, y eso es garantía de que vas a dar vueltas a lo tonto, sin ninguna duda.
No les ha importado mucho y se han dejado guiar/perder en todo momento.
La playa de hoy, Nyang Nyang beach, es otra de las playas del sur de Bali donde remojarse el culo en la orilla es un deporte de riesgo.
Mientras la gente hace surf allá donde mires, nosotros bastante tenemos con mantenernos en pie en la orilla sin rompernos ningún tobillo.
Esta no tiene escaleras, pero tiene una pendiente de tierra de 20 minutos que para bajar es chunga, pero para subir ni te lo cuento.
Cuando nos hemos cansado de ser revolcados por las olas, hemos iniciado una conversación interminable en la arena.
Judith, psicóloga de profesión, me cuenta muchas cosas interesantes a cerca de su trabajo. Y a mi que me interesan mucho esos temas, me encanta escucharla.
Hemos comido arroz con cosas, bueno, bonito y barato y nos hemos separado unas horas. Ellos querían ir a ver un templo cercano y nosotros otra playa.
Estamos inspeccionando todas las playas del sur de Bali, a ver cuál nos gusta más para traer a María Luisa e Iván la semana que viene…
Iba ganando la Balangan Beach hasta que hemos llegado a Uluwatu Beach. Después de pagar el párking y que el señor que cuida las motos aparcadas nos quisiese vender setas alucinógenas, hemos iniciado la bajada.
Escaleras para aburrir, mucho garito con musicote y un montón de puestecillos de vestimentas imposibles, nos han indicado el tipo de playa que nos íbamos a encontrar.
Esperábamos una playa inmensa llena de jovenzuelos con ganas de marcha, hinchados de champiñones de la risa, pero no.
Una vez que hemos bajado las 2.500 escaleras, hemos llegado a una cueva donde las olas del mar pegaban con la misma fuerza que la que me arrolló ayer.
No me ha entrado cagalera de milagro.
Vamos que si no te has dado un atracón de setas alucinógenas no bajas ahí ni aunque te paguen.
Y si te has dado el atracón y bajas drogada perdida, prepara el testamento antes porque de ahí sales con los pies por delante.
Al llegar abajo, no había playa ni nada que se le pareciese. Sólo había gente intentando no morir aplastada contra las rocas de la cueva, cada vez que rompían las olas.
De pronto, he mirado a un lado y he visto un cartel que decía: «beach» y una flecha que señalaba el lado contrario al que estaba la gente.
Para pasar a la playa: un hueco entre las rocas del acantilado y un señor que te gritaba todo el tiempo para que hicieses el recorrido lo más rápido posible.
En ese hueco que daba acceso a la playa, las olas también pegaban con fuerza y sólo se veía agua por todas partes. Para cruzar al otro lado, había que subir por encima de unas rocas, esperar que las olas se calmasen un poco, y pasar corriendo mientras este señor te pegaba gritos.
Cuando hemos conseguido realizar la maniobra con éxito, nos hemos encontrado con una playa enana, con un barco partido por la mitad, súper pintoresca, donde había exactamente 3 personas: 2 turistas y una chica asiática con una nevera con helados para vender.
Creo que se los ha tenido que comer todos ella.
¡Qué bonitaaaaaaaa playaaaa!
No te puedo enseñar fotos porque nos bajamos con lo puesto, como si hubiésemos previsto lo que nos íbamos a encontrar. Y menos mal porque pasar por el agujero ese con la mochila, móviles, dinero, carnet de conducir, etc, no hubiese sido nada seguro.
Bañarse en Uluwatu Beach ha sido más fácil que en el resto de playas. Lo que no es fácil es llegar a la playa, pero bañarse puede considerarse sencillo si lo comparamos con la playa anterior. Había muchas olas pero no eran tan agresivas.
Ahora no sabemos cuál elegir como playa favorita para traer a nuestros amigos…
Desde luego esta esta última, Uluwatu Beach, es la más curiosa de todas las playas del sur de Bali que hemos visto, y nos habremos visto como 6 u 8 playas en estos dos días.
La vuelta al hostal ha sido horrible porque había mucho tráfico, pero al ir en moto se hace menos pesado.
Esperando a nuestros nuevos amigos para cenar, hemos vuelto a recapacitar: nos vamos a quedar aquí toda la semana.
El hostal es una maravilla, los precios son baratos y aún no conocemos todas las playas…necesitamos unos días más. Suerte que le han cancelado a Herman una reserva y hemos podido quedarnos con nuestra habitación.
Para cenar, hemos esperado a que volviesen nuestros amigos sevillanos y les hemos llevado a un restaurante muy chulo que tenemos al lado del hostal.
El restaurante tiene apariencia de caro, por lo bonito que es, pero los precios son muy parecidos a los de los puestos de la calle.
Velada tranquila y a la cama, que mañana seguro que hay más sorpresas.
ABRAZOS PLAYEROS