• Saltar al contenido principal
  • Saltar a la barra lateral principal
Tania Carrasco logo transparente mediano
  • INICIO
  • SOBRE MÍ
  • CONSULTA
  • FORMACIÓN
  • BLOG
    • ALIMENTACIÓN Y EJERCICIO
    • DESARROLLO PERSONAL
    • MIS VIAJES
  • REGALO
  • CONTACTO

Retiro budista

DOS FORMAS DE VER LAS COSAS: positivo o negativo

11 noviembre, 2016 por taniacarrasco 6 comentarios

Puedes ver la vida de dos maneras: en positivo o negativo. Mi experiencia en el retiro de meditación tiene muchos matices y no quiero que os quedéis sólo con el relato divertido.

Como os decía en el anterior post (sobre el retiro de meditación budista), estos días han dado para mucho y me van a permitir escribir muchas cosas.

Quiero que tengáis en cuenta que la sección «el viaje de mi vida», esta hecha para que sigáis nuestro viaje, de una forma divertida.

Me encanta sacar sonrisas, y para ello algunas veces necesito exagerar. 

Si contase todo el tiempo lo mucho que estoy disfrutando y lo feliz que estoy con la decisión que he tomado, probablemente os aburriría y no me leeríais con tanto entusiasmo.

Nunca os miento, eso sí, pero las historias se pueden ver de muchas maneras en función de quién y cómo te las cuenten.

En esta experiencia, como en todas en la vida, podemos ver las cosas de dos maneras.

SI PONGO EL FOCO EN LO NEGATIVO:

– La habitación era un cuchitril.

– Había bichos por todas partes.

– No fui capaz de dormir bien ni una sola noche.

– Los baños podían ser mejores.

– Debido a las restricciones sobre la vestimenta no me pude cambiar de ropa en 5 días.

– El tema de las comidas era un tanto raro.

– No se podía hablar con los compis.

– Estábamos incomunicados.

– Meditar tantas horas se hace pesado (lo poco gusta y lo mucho cansa)

Y así un largo etcétera…

Cuando alguien quiere buscar cosas malas, las encuentra seguro.

 

SI PONGO EL FOCO EN LO POSITIVO:

-Después de estos días en ciudades un tanto caóticas, no nos venía mal un poco de paz.

– El centro era un paraje verde preciso, con rincones verdaderamente hermosos donde maravillarse.

– La comida, aunque poco variada, estaba bastante rica, e incluso algún día acompañaban el arroz con cosas con un postre especial.

– La calma que se respiraba allí era reconfortante.

– Para mi que me gusta madrugar, eso de levantarse tan temprano a meditar me sentaba genial.

– Salir de tu habitación y encontrarte rodeada de verde en medio de la montaña, no tiene precio.

– Poder compartir estas experiencias tan especiales con la persona que amas es indescriptible.

– Por no hablar de la cantidad de revelaciones que he tenido en muchas de las meditaciones, y que ya os iré contando.

Y así, otro largo etcétera, porque el que quiere encontrarle el lado positivo a cualquier situación, también lo encuentra.

Qué quiero decir con esto…

Tú eliges cómo ver la vida, en qué poner tu foco, y a qué merece la pena darle importancia.

Si nosotros hubiésemos puesto el foco en lo negativo, no hubiésemos aguantado allí más de una noche.

No teníamos ningún compromiso con nadie, no perdíamos dinero, y no teníamos ninguna necesidad de quedarnos allí sino hubiésemos querido. Nos podríamos haber marchado sin más, como hicieron los 4 compañeros ingleses.

Sin embargo, decidimos vivir la experiencia y disfrutarla al máximo. ¡Y lo conseguimos!

Si muchos de vosotros, que conocéis sólo una parte de mí (la que más muestro claro, no es culpa vuestra), me hubieseis visto por un agujerito, no hubieseis dado crédito.

Esto ha sido más duro que recoger zanahorias mamá ?

Pero también ha tenido una parte preciosa y enriquecedora que no se puede pasar por alto.

Y como ya os decía que esto daba para mucho, me encantaría contaos todo lo que he aprendido en estos 5 días.

Os lo cuento muy pronto.

Mientras, recuerda: tú eliges dónde fijas la mirada, en lo positivo o en lo negativo.

Y eso tan sencillo, marcará el rumbo de tu vida ?

 

 

 

Publicado en: DESARROLLO PERSONAL, MIS VIAJES Etiquetado como: Formas de ver la vida, Retiro budista

SEGUIMOS EN EL RETIRO BUDISTA

10 noviembre, 2016 por taniacarrasco 4 comentarios

Como por las noches no duermo, invento mil excusas para largarme de allí a la mañana siguiente, pero en cuanto suena el gong se me pasa ?

No os he contado que todas las noches se escuchan disparos y allí nadie dice nada, ¿verdad?

Si es que aquí las noches son una fiesta…

Bueno…resulta que en el retiro no éramos la única parejita. Había otra de ingleses que por la postura que adoptaban para meditar se notaba que no se les había ocurrido tal cosa en su vida.

Era gracioso observables, se buscaban a todas horas, igual que hacíamos nosotros,  disimulando para hablarse y lanzándose miraditas cómplices.

Pero de buenas a primeras, después de dos noches, deciden marcharse, alegando que no soportaban más el silencio. 

Me dan ganas de presentar alegaciones a mi también, pero ¿sabes qué?, ¡esto no va a poder conmigo!

Eso si, después de 3 noches sin dormir, pido que me cambien de habitación, donde estaba la chica que se marcha. Aunque es igual que mi cuartucho anterior, por lo menos estoy más cerca de mis compañeras y si nos violan en grupo es más divertido.

Manué, que estaba durmiendo en un cuarto de pastores liliputienses, la mitad que el mio, también pide cambio.

Limpiamos nuestro nuevo cuarto y nos mudamos,  a ver si la cosa mejora.

Cuando llega la noche, a pesar de que me voy a la cama más tranquila, tampoco consigo dormir mucho, pero por lo menos ya no estoy al borde de la taquicardia.  

Es el cuarto día que estamos aquí y ya pesa un poquito esto de tanta meditación y tanto silencio.

Lo más divertido era ver a la compi rusa, ennortada perdida, colocando piedras unas encima de otras, mientras los demás limpiamos baños y esas cosas.

Pero claro,  allí normales normales estábamos pocos. 

Tenemos a un francesa escuálida que no levantaba la mirada del suelo ni aunque viniese Buda a verla.

Una sudafricana totalmente adaptada a eso de andar descalza entre sanguijuelas, que se duchaba en el peor baño de todos sin chanclas ni nada, y que se mantenía horas en la posición de meditación sin pestañear, mientras los demás habíamos cambiado de postura medio millón de veces.

Un morenito tipo indio, que siempre estaba como dormido, y que parecía no ver a nadie.

Una alemana rapada, pero que se podía hacer trenzas en las piernas, que pensaba tirarse allí 4 meses, y que cuando te sonreía se le iluminaba la cara.

Me consolaba mirarla, porque ella tampoco se cambió de ropa ni un solo día,  y eso me reconfortaba. Creo que los iluminados no se cambian de ropa. Ya estoy más cerca de conseguirlo.

Por otro lado, otra alemana con pinta de dura, que se encargaba del huerto en los ratos que la rusa jugaba con las piedras.

Una monja budista, totalmente rapada también, con su hábito en un color indescriptible entre marrón y morado, que se colocaba el cuello a todas horas, haciendo un ruido de carraca que te sacaba del atontamiento meditativo rápido.

¡Un fisio para esta señorita por favor!

Había también una rubia, de algún sitio que no recuerdo, que se pasaba el día escribiendo e ignorando al mundo.

La rusa esta de las piedras. Ida de la olla totalmente,  entrando y saliendo cuando quería y haciendo unos gestos que cualquier psiquiatra cuestionaría.

A su lado meditando, el alemán que nos subió las mochilas durante 100 metros, que venía de un resort ayurvédico de dejarse la pasta, y ahora estaba allí sin nadie que le diese masajitos.

Un holandés recién divorciado y buscando los motivos de su fracaso matrimonial.

Otro inglés que desapareció enseguida, sin motivo aparente.

A su lado, Manué y yo, y al otro lado otro inglés, muy preparado con su ropa de mediatador, pero que tampoco aguantó el retiro y se marchó antes.

Y por último el japonés que echaba una mano allí y se ocupaba del momento de la cánticos de la tarde.

Algo pasa en Inglaterra, porque no quiero ni hablar de lo de Estados Unidos, si de 4 ingleses que había en el retiro ninguno aguantó hasta el final.

Voy a meditarlo ahora que tengo práctica, que esto me da para otro post fijo.

No os he contado lo divertido que fue cuando se rompió la puerta de mi primera habitación y me quedé dentro, ni el momento en que me tuve que quitar una sanguijuela de la ingle. 

Y no me preguntéis que cómo llegó hasta allí porque yo tampoco lo sé.

El caso es que ya sólo nos queda un día y creo que no voy a echar mucho de menos esto.

La última noche viene a ser como la anterior, algo más tranquila pero durmiendo poco.

Cuando me meto dentro de la mosquitera noto que algo salta y enciendo la linterna del móvil.

En ese momento encuentro el motivo de la picadura gigante que tengo en un muslo: la noche anterior había dormido con una araña.

Por supuesto me la cargo, pidiéndole perdón después, eso sí, y ale, a ver quién duerme ahora.

Pero es la última noche y me da iguaaaaaaaaallllll, mañana nos vamos a tomar por…cierto ?

Cuando escucho ese gong el último día, irradio felicidad.

Después del desayuno nos marchamos.

Allí ya se respira otro ambiente. Unos se van atreviendo a hablar con otros, y aunque en voz baja, acabamos hablando casi toda la mañana.

Una de las cosas que más claras me han quedado: tengo que mejorar mi inglés.

Cuando terminamos de desayunar verdura con pan y plátanos, como llevamos haciendo todos los días, cogemos los bártulos y salimos pitando.

No escarmentamos, y como es cuesta abajo, nos pegamos otro paseo. 

Pero este paseo es diferente.

Retiro budista

Hace un sol de justicia, pero paseamos tranquilos, disfrutamos del maravilloso paisaje que no pudimos disfrutar en la subida, comentamos la experiencia, nos reímos y chillamos. Hacemos fotos a los lugareños que nos encontramos trabajando en las plantaciones de té, y cuando llegamos a la parada del bus no tenemos que esperar más de 5 minutos.

Lo cogemos, deseosos de volver a la civilización e ilusionados con el pensamiento de poder ducharnos y dormir en condiciones esta noche.

Como llegamos muy temprano a Kandy, nos pateamos la ciudad en busca de alojamiento barato y decente, y después de ver unos cuantos sitios acabamos donde el monje de la última vez.

Sí, el macizo. ¡Vente para acá María Luisa!

Después de dejar las cosas y pegarnos una ducha, salimos a comprar unas cosillas y en el supermercado nos encontramos con una compi del retiro, la alemana que se encargaba del huerto mientra la rusa amontonaba piedras.

Para nuestra sorpresa, habla por los codos y ella también va en busca del mismo albergue del monje. Tonta no es.

Vamos los tres juntos y después salimos a cenar. ¡Qué ganas de comerme un Kotu, sin mermelada y mantequilla!

Al día siguiente comemos con ella también, y nos lleva a un sitio muy barato a comer arroz con cosas. ¿En serio tía?

El caso es que ha sido el mejor arroz con cosas que hemos comido hasta ahora.

Después la despedimos porque se vuelve a su país.

Otra de las cosas interesantes que hemos hecho hoy es comprarnos unas chanclas ¡por menos de un euro!

El único inconveniente: ahora soy la primera mujer del mundo que tiene los pies color rosa chicle para siempre.

 

ACERCA DEL RETIRO ME GUSTARÍA CONTAOS MUCHO MÁS PORQUE AQUÍ HAY MUCHA TELA QUE CORTAR.

Esto es un relato divertido y superficial de ciertos pensamientos y situaciones, con la única intención de divertir, pero tiene tantos matices que no puedo dejarlo aquí.

Os sigo contando muy pronto mochiTeras y mochiTeros.

«Ommmmmmm»

?????

Si te perdiste la primera parte de mi retiro, pincha aquí y podrás leerlo ?

RETIRO BUDISTA DE MEDITACIÓN

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: meditación, nilambe, Retiro budista, silencio, sri lanka, upul

RETIRO BUDISTA DE MEDITACIÓN

9 noviembre, 2016 por taniacarrasco 16 comentarios

Teníamos tantas ganas de llegar al retiro de meditación que abandonamos Kandy bien temprano.

También porque pensábamos que teníamos 3 horas de bus, que resultaron ser unos 40 minutos.

El autobus nos dejaba en la parte de abajo de un monte, y los tuktuks esperaban ansiosos la llegada de los meditadores para llevarnos, a través de la montaña, al centro de meditación.

Entre la manía que le estamos cogiendo a los tuktukeros y que las indicaciones hablan de sólo 45 minutos de caminata, decidimos subir andando.

Así que compramos algo de fritanga en un puestecillo con la intención de comer cuando lleguemos arriba.

Enfilamos el caminito de piedra, mochila al hombro y fritanga en mano, y cuando llevamos unos 10 minutos nos vamos arrepintiendo un poco.

Vamos cargados como mulas por un camino empedrado cuesta arriba y al solitrón, por medio de la selva, con el comprensible temor a las dichosas sanguijuelas.

No tuvimos que avanzar mucho más cuando la cagada se hacía más que evidente.

¡Pero a quién se le ocurre!

Tenemos la cabeza como los adoquines. Así que ya sólo quedaba tirar para arriba y tomar el agua con ajo.

Cuando la respiración se nos aceleraba demasiado y el sudor nos recorría todo el cuerpo, parábamos un poco para comprobar que estábamos muy cerca aún del inicio del camino, y muuuuuy lejos de las casas que se avistaban en lo alto.

Mira que el paisaje era bonito, pero no teníamos ni fuerzas, ni ganas, para sacar la cámara y hacer alguna foto.

Cuando ya llevábamos 45 minutos andando, más como serpientes que como personas, nos dice el google maps que aún nos queda media hora…

Aunque lo que queremos en ese momento es morirnos, seguimos palante, sin hablar ni nada, ni mirarnos más que para lanzarnos fuego por los ojos en señal de «me cago en tó, en tó me cago».

No se le ocurra a nadie hacer ninguna referencia a cerca de nuestra estupenda forma física, a no ser claro que hayan hecho este caminito con las mochilas a cuestas y a pleno sol.

Cuando las piernas ya no nos daban para más y el fritanga se estaba desintegrando, decidimos parar, tirar las mochilas al suelo, comer algo, a ver si reponiendo fuerzas conseguimos llegar algún día.

Menos mal que hemos comprado algo de comida porque habíamos desayunado muy poco y se suponía que en el retiro entrábamos ya después de su horario de comida.

No llevábamos más de 5 minutos parados, cuando aparece un tuk tuk con un alemán en su interior.

Como vamos todos para el mismo sitio, pero a otro nivel claro, se para a charlar un rato y se ofrece a llevarnos las mochilas en el tuk tuk,  porque realmente no sabíamos cuánto nos quedaba para llegar aún.

Sin pensárnoslo 2 veces las echamos al vehículo y empezamos a caminar despacito, al mismo tiempo que degustamos el fritanga, y vemos alejarse al alemán.

Pero como resulta que se para 100 metros más arriba…¡que era lo que nos quedaba para llegar!

Nos echamos todos a reír, por no tirarnos colina abajo, y volvemos a cargar nuestras mochilas que se pegan al cuerpo. No sudaba tanto desde hacía años.

En la puerta del recinto nos recibe un japonés, entre susurros, y nos invita a que pasemos a comer.

¡Ya lo podían haber dicho antes y me ahorro el fritanga!

Cuando entro en la cocina y veo el «arroz con cosas», retiro lo dicho, que el fritanga me ha sabido a gloria después de la caminata.

El paisaje allí es realmente bonito, se respira paz y silencio y la vegetación lo inunda todo. Me llama la atención que las personas allí presentes, compañeros de retiro, caminan muy despacio de un lado a otro sin ni siquiera mirarse, como si alguien les hubiese echado algo en la bebida.

Esperamos para que el maestro budista nos atienda y nos asigne habitación. En la reserva ponía habitación doble con baño, y aunque me molesta soberanamente no poder dormir con Manué, tengo curiosidad por conocer a mi compi de cuarto.

Aparece un señor grande, moreno indio, todo vestido de blanco, con sonrisa perenne y voz suave, nos da la bienvenida y nos presenta al japonés que será el encargado de enseñarnos el centro.

En la mano: una manta, algo parecido a una sábana, almohada, y 3 velas con su correspondiente caja de cerillas.

Nos indica la zona de los hombres y, a tomar por saco, la zona de las mujeres, no nos vayamos a mirar o algo.

Sabíamos que no íbamos a poder dormir juntos, pero de ahí a aislarnos de esa manera…

También sabíamos que no teníamos ni luz, ni agua caliente, ni mucho menos conexión a internet. Lo que no sabíamos, es que no era sólo un retiro de meditación budista, sino también de SILENCIO.

El japonés me acompaña a la habitación, y cuando llegamos, abre con una pequeña llave, un pequeño candado y me mete dentro de un cuarto de pastores de toda la vida.

¿Sabéis de lo que os hablo?

Cuartucho oscuro, con dos trozos de piedra pegados a la pared haciendo de camas, encima de esto un colchón que podría ser de madera perfectamente, por si la piedra te resulta demasiado dura, una par de «mesitas de noche» que ya le gustaría al de Ikea, y una mosquitera por si te apetece protegerte de posibles enfermedades chungas.

Ni hablar de baño en la habitación. Para ir al baño tienes que volver a salir fuera, recorrer un pasillo a la intemperie, y darte cuenta de que también es un baño de pastores.

En esos baños había más bichos de los que he podido ver en toda mi vida. 

agujero en el suelo como wc

Respiro profundo y pienso en lo bien que me van a sentar estos días, que total son sólo 5 y ya cojo experiencia por si cuando vuelva a España me tengo que hacer pastorcilla.

El retiro funciona de la siguiente manera: a las 4:45 de la mañana (sí, eso he dicho, 4:45) nos tocan el «gong» (la pandereta esa gigante de metal que toca esta gente alternativa) y a las 5 todo el mundo en la sala de meditación, para hacer lo propio. De noche sepulcral. A la hora que le gusta levantarse a mi querida Francisca Latorre.

A las 6 nos dan un cafetillo y de 6:30 a 7:30 nos dejan hacer yoga, o el ejercicio físico que nos apetezca.

Tiene mucha lógica. Hay que preparar el cuerpo para estar toooodo el día en posición de flor de loto.

Después se desayuna, y trás el desayuno se hace lo que han venido a llamar «working meditation»: limpiar todas las zonas comunes en señal de servicio a…¿Buda?…

Cuando se termina de limpiar, toca «walking meditation»: andar de un lado para otro, mirando la naturaleza, y poniendo conciencia y todo eso…

Cuando el baile de los zombies se termina, otra horita y media de meditación en grupo, en la sala de meditación. Tea or coffee después de esto.

Volvemos a la sala de meditación, y a las 6 se toma lo que ellos llaman «evening snack» (aperitivo de tarde, o algo así). Y con eso acaban las digestiones hasta el día siguiente.

Después de la «mini cena», toca cánticos y vuelta a la última meditación antes de dormir, o «meditación del sueño» que yo la llamo.

¿Tú te crees que después de levantarnos a las 4:30 puede haber alguien meditando a las 7 de la tarde? ¡JA!

A las 8 el señor maestro nos dice unas palabritas y establecemos una pequeña charla por si alguien tiene algo que decir.

Pero eso suele durar poco porque lo que queremos es meternos en la cama de una vez.

El primer día se hace muy llevadero, es todo nuevo, ilusionante, y aunque no se puede hablar con nadie la gente parece maja. 

Al terminar la meditación del sueño, ya es de noche total y estamos en época de lluvias. Está cayendo una tormenta de padre y muy señor mío, y Manué y yo nos hemos dejado la linterna en la habitación y hemos pasado por alto la recomendación de traer paraguas…

Nos despedimos fugazmente y cada uno tira para su habitación, yo debajo del paraguas de una compañera.

Si lo llego a saber…

Cuando llego al cuarto de pastorcillos recuerdo que al final no me han puesto compi, así que tengo que dormir sola. Dormir sola que es una cosa que me encanta, en esta ocasión no me hace puñetera gracia.

Busco a tientas la caja de cerillas para encender la vela. Os recuerdo que no tenemos luz, y cuando se ilumina aquello es casi peor.

Antes de dormir hay que ir al baño, así que cojo la linterna y en este caso si que agradezco la falta de luz. Así no puedo ver cómo las arañas me saludan mientras hago pipí.

Vuelvo al cuartucho y pienso…¡qué más da!, si estoy tan cansada que caeré rendida enseguida.

Hecho el cerrojillo a la puertecita de madera que me separa de la selva, coloco mi mosquitera y me embadurno de repelente.

Y cuando me disponía a meterme en el saco de dormir, me da por leer un papel con recomendaciones que había pegado a la pared.

Entre esas recomendaciones resaltaré la siguientes:

  • Recuerda que estamos lejos de transporte público y centros médicos, estás aquí bajo tu total responsabilidad.
  • Cuidado con las sanguijuelas.
  • No abras la puerta a desconocidos.

En ese momento, me percato de que mi habitación está a escasos metros de la puerta de entrada del recinto, que la valla de seguridad levanta metro y medio del suelo, y que todas mis compañeras están justo al otro lado de donde estoy yo.

No pasa nada, con no abrir a los desconocidos la puertecita esta de madera que se cierra con un cerrojillo, estoy más que protegida.

Total, si pasa algo puedo llamar a Manué al mvl. ¡Ah no! Que no sólo no tenemos cobertura sino que yo he dado mi línea de baja.

Para más inri, la tormenta era tan brutal que parecía que se acababa el mundo.

Había ruidos por todos lados, hasta en el tejado de mi habitación se escuchaba como si alguien quisiese entrar.

Yo que estoy más que acostumbrada a vivir sola, y por tanto a dormir sola, me pienso muy seriamente irme a buscar a Manué, saltarme las normas y meterme en su camastro de piedra.

¡Pero ni siquiera sé dónde está!

Hacía tanto tiempo que no rezaba que hasta el Padrenuestro se me había olvidado. Rezo lo que me acuerdo e intento consolarme a mí misma pensando que, realmente, las 4:30 llegan enseguida.

Para colmo, no podía parar de pensar en mi podólogo.

Antes de iniciar el viaje, fui a visitarle para llevarme los piecitos arregladitos, y una de sus principales recomendaciones fue: que tuviese cuidado con las violaciones por aquí, que además daba igual que fuese con mi novio porque te violaban en grupo.

No os podéis imaginar la noche que pasé.

Entre el camastro de piedra, los miles de bichos que imaginaba que tenía la habitación, la pedazo de tormenta que había, la cercanía a la entrada principal, el estar tan alejada del resto de compañeros, el no poder comunicarme ni con Manué ni con nadie, y el simpaticote de mi podólogo…¡todavía no sé cómo aguanté!

Bueno, sí que lo sé, orgullo se llama…

Era como estar viviendo en una peli de estas de suspense. ¡Horrible!

Cuando empecé a escuchar levantarse a mis compañeras sobre las 4:40, me pareció el mejor momento de mi vida.

Me tiré de la cama corriendo, me puse las zapatillas y salí pitando de allí.

No tenía ni que vestirme porque me acosté vestida, y no tenía el menor pensamiento de ducharme hoy. Ya me duché ayer por la caminata y como hoy también llovería, me salgo al campo un rato y me lavo la cara.

El tema vestuario es interesante también.

Resulta que había restricciones en cuanto a la indumentaria. Había que llevar ropa ancha y las piernas totalmente cubiertas.

Como los únicos pantalones largos que tenemos los 2, son mallas, yo me tengo que poner una camiseta de Manué que esconda mi esbelta figura, y él se tiene que atar un pañuelo a la cintura para no ir marcando paquetorro. ¡Menuda foto tenemos!

Y como os decía antes, eran los únicos pantalones largos que teníamos, tendremos que estar con la misma ropa durante tooooodo el retiro. ¡Estupendo y maravilloso!

Al llegar a la sala de meditación y encontrarme con Manué, nos sonreímos como si hubiésemos pasado la mejor noche de nuestra vida. Y con eso de no poder hablar, cualquiera contaba su experiencia.

Cuando salimos a desayunar, conseguimos hablar un poco y ninguno de los dos había conseguido dormir muy bien.

El caso es que una vez fuera del cuartucho, con la luz del día, y rodeada de los compañeros, aquello era muy pero que muy bonito.

Se me olvida completamente la noche de mierda que he pasado.

El día trascurre tranquilo.

El desayuno es curioso, nos ponen una verdura cocinada con pan y un poco de fruta.

Durante el «working meditation», decido echarle ovarios y limpiar los baños. Cuando me meto ahí a plena luz del día, decido que sí, que los voy a limpiar pero a su estilo.

Cojo una balleta mugrienta, que no hubiese tocado bajo ningún concepto en una ocasión normal, y limpio lo que puedo.

Después hago como que friego y me voy a quitar telas de araña a mi apartamento con vistas.

Volvemos a meditar y a las 12 sirven la comida.

Aunque como poco, la comida es uno de los mejores momentos del día, hasta que entro al comedor y veo lo que nos tenían preparado…

¡Efectivamente! ¡Mini punto para tí!

¡¡¡¡ARROZ CON COSAS!!!!

Pero esto se pone más interesante cuando llega la noche y para cenar nos ponen café y tostadas con mermelada y mantequilla…

El café me viene estupendo para dormir, ¡gracias!

Se acerca la hora de acostarse y no quieroooooooooooooo.

Seguro que esta noche duermo mejor.

Cuando vuelvo al cuartucho y pongo la contraseña de la alarma de la puerta blindada, me meto en la cama. Hoy no hay tormenta.

Pero lo que al principio parecía una ventaja, pronto deja de serlo.

Hoy no escucho la lluvia, escucho al medio millón de especies animales diferentes que están montanto una fiesta al otro lado de mi puerta blindada.

Tengo que recordar el Padrenuestro como sea.

Al día diguiente, observo que hay diferentes tipos de habitaciones, y que no todas son cuartos de pastores, pero esas ya están ocupadas. No entiendo en que se han basado para asignarlas vaya.

El segundon día transcurre igual:

Desayunamos verdura cocinada, comemos arroz con cosas y cenamos tostadas con mantequilla y mermelada.

Esta gente sabe que lo de las tostadas es una costumbre occidental pero no la ubican en el momento oportuno.

O que ellos acostumbran a cenar lo que nosotros desayunamos, y desayunan lo que nosotros cenamos. Una cosa muy rara.

En cuanto a mi relación con Manué, es muy graciosa. Como hay que estar en silencio y mantener con el sexo contrario el mínimo contacto posible, nos lanzamos miradas y nos robamos caricias como recién enamorados. Aprovechando cualquier momento para susurrarnos algunas palabras.

Es la tercera puñetera noche que no voy a dormir.

¡Mañana pido cambio de habitación!

Y os sigo contando…MUUUUUUUUÁ

 

 

 

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: meditación, nilambe, Retiro budista, silencio

Barra lateral principal

  • Aviso Legal
  • Política de Privacidad
  • Política de Cookies
  • Declaración de Accesibilidad
  • Contacto
ES Financiado por la Union Europea WHITE Outline
Logo PRTR BLANCO
logo kit digital

© 2018-2023 Instituto Tania Carrasco. Todos los derechos reservados

Este sitio web utiliza cookies, tanto propias como de terceros para recopilar información estadística sobre su navegación y mostrarle publicidad relacionada con sus preferencias, generada a partir de sus pautas de navegación. Si continua navegando, consideramos que acepta su uso. Acepto Leer Más
Política de cookies

Privacy Overview

This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may affect your browsing experience.
Necessary
Siempre activado
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Non-necessary
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.
GUARDAR Y ACEPTAR