Hacerle reiki a alguien de ciencias puras y que le funcione, es raro. Hoy toca día de purificación y de tirar la casa por la ventana.
Después del desayuno, Iván se encuentra indispuesto. Es lo normal después de un viaje tan largo y un cambio tan radical en la alimentación.
Nosotros llevamos aquí 6 meses y aún tenemos alguna que otra diarrea, pues imagínate para alguien que acaba de llegar y no tolera bien el picante.
Como María Luisa e Iván son de ciencias, entendemos que han traído medicación para cualquier imprevisto. La hemos traído nosotros que no nos medicamos casi nunca, pues imagínate si estamos hablando de una óptica y un médico.
Aunque damos por hecho que la medicación será su primera opción, Manu propone hacerle Reiki a Iván para ayudarle a encontrarse mejor. Manu me arregla a mi todos los males con el Reiki pero no para todo el mundo sirve.
Para nuestra sorpresa, Iván accede a dejarse tratar por Manué.
Al cabo de un rato, cuando acaban con la sesión, Iván sale de la habitación con cara de sorprendido…«¿Qué me has hecho?», le pregunta a Manué ?
Para el bien de los 4, Iván empieza a encontrarse mejor. No podemos demostrar si fue por el Reiki o por cualquier otro fenómeno extraño, el caso es que al poco rato ya estábamos cogiendo las motos para seguir disfrutando de Bali.
El Templo Tirta Empul, es nuestro segundo destino.
El primer templo que vimos no recuerdo el nombre ni nada interesante que resaltar, a parte de los guapos que íbamos los 4 con el mismo sarong…
Otro detalle que podríamos resaltar es lo mucho que se le salen los ojos a los lugareños cuando ven a una muchacha blanca, sobre todo si encima tiene pechos…?
¡Gracias señor, por evitarme estos problemas!
Tirta Empul es un templo con piscinas, donde ponerte debajo de sus chorros te promete la purificación.
Al llegar, paga la entrada y ponte el sarong. ¡Qué mal huele la faldita esta leche!
A unos 200 metros de donde te han puesto el primer sarong, te venden otro si te quieres meter en las piscinas de purificación.
¿Entonces para qué me han puesto el primer sarong en la entrada, si dentro tengo que pagar para ponerme otro?
¡Estas cosas me cabrean un poco!
Entre que no quiero pagar más, que el agua tiene que estar helada y que estoy en mis «días femeninos», me ofrezco a quedarme fuera y fotografiarles mientras ellos se purifican.
Me alegro de mi decisión cuando veo dentro de la piscina a un señor dejando en el agua sus escupitajos, al más puro estilo de india (carraspeo exagerado y pollo pa fuera).
¡Qué bien que he elegido hacer de fotógrafa!
La verdad que cuando salen los 3 con el nuevo sarong, tan conjuntados y tan auténticos, se me pone cara de boba. ¡Qué guapos están así vestidos!?
Parece que se fuesen a poner a bailar los 3 al mismo tiempo, con un ojo para cada lado.
Se van metiendo uno a uno en el agua, congelada como si estuviésemos en los Alpes, y haciendo el ritual debajo de cada chorrito.
La verdad es que el espectáculo es muy bonito. Sólo espero que no se encuentren con el pollo del señor de antes.
Mientras les fotografiaba a ellos, una muchacha española viajando sola, me pide si también puedo hacerle fotos a ella.
¡Claro mujer, trae para acá el móvil!
Llevo encima el móvil de María Luisa, el móvil de esta chica, mi mochila, la de María Luisa, las gafas de ella y las de Iván colgadas al cuello…con eso y con mi moreno playero, me falta decir «balato, balato» para que me confundan con una vendedora ambulante.
Purificados de arriba a abajo, salen del agua para secarse y seguimos viendo el templo. Como la comida del restaurante nos parece asequible, nos quedamos a comer allí.
Después, vamos en busca de las terrazas de arroz, tan famosas en Bali. No te sorprendo si te digo que nos perdimos, ¿verdad?
Cuando fuimos capaces de encontrarlas, nos bajamos de la moto y se acerca el «gorrilla» a cobrarnos.
¡10.000 rupias por moto, dice el notas!
¡Anda ya hombre! ¡Que llevamos un mes por Bali y no cuela!
Al final resulta que nos cobra la mitad sin rechistar, lo que quiere decir que costaba menos todavía.
Decidimos que las terrazas desde arriba son muy bonitas. ¿Para qué nos vamos a poner a andar entre arrozales si desde donde se ven mejor es desde arriba?
Mientras disfrutábamos del paisaje, pasamos al lado de un señor que vende sombreros hechos de hojas. Cuando le miro, me pide dinero para comer y se me cae el alma a los pies. Era un señor bien mayor, sin dientes, con las manos aún ágiles para permitirle hacer esos gorros que le sirven de sustento.
Le hago morritos a Manu para que me deje comprarle uno…Me ha recordado a mi abuelito Juan cuando se pasaba los días haciendo sillas con sus propias manos ?
La siguiente parada es la Elephant Cave. No tengo ni idea de qué es eso ni qué encontraremos allí…
A pesar de que llevamos todo el día rehuyendo visitar plantaciones de café, cuando nos lo han ofrecido 500 veces, acabamos entrando en una por casualidad.
Mi única intención era que María Luisa probase el Luwak Coffee. Ese café que dicen que es el mejor del mundo y que nosotros probamos en el hostel de Herman la semana pasada.
Al entrar en la plantación, un chico muy joven nos explica cómo hacen el café y nos enseña las jaulas donde viven las civetas (el animalito con el que hacen el negocio).
La civeta selecciona unos frutos que luego se come. Cuando caga lo que ha comido, esas bolitas sirven de ingrediente principal para la elaboración de este café.
Ya te lo había contando, pero te lo recuerdo otra vez por si alguien se lo había perdido.
Después de la explicación, nos hacen una degustación de té gratis, si quieres degustar el luwak coffee lo tienes que pagar. Pero claro, eso no te lo dicen en los carteles…
Hay que reconocer que los tés estaban muy ricos…Eso sí, el café nos costó una pasta y estaba tan fuerte que no pudimos dar más de dos sorbos.
¡Este no era el recuerdo del luwak coffee que yo tenía!
Pero claro, una cosa es probar un preparado de luwak coffee con su leche, su azúcar y toda la porquería que le añadirán, y otra cosa bien distinta es probar el café en estado puro.
¡Te lo podías beber con cuchara de lo grumoso que estaba!
La visita a la plantación estuvo bien. No habríamos tenido otra manera de ver a las civetas ni de probar tantos tés diferentes. Quisimos comprar alguno en la tienda de la plantación, pero se nos salían totalmente del presupuesto.
Con altos niveles de teína en sangre, nos disponemos a visitar la Elephant Cave (cueva del elefante). El sitio era bonito y curioso, pero el único elefante que vimos era más pequeño que yo y estaba dentro de la cueva, en un rincón abandonado.
¡Una turistada en toda regla!
Por no mencionar que entramos a un templo pequeñito que había en el recinto, donde un señor mayor nos cobró por ponernos arroz en la frente y hacer como que rezábamos con él…
¡6 meses de viaje y aún no las vemos venir!
Hoy, sí que sí, queremos llevarles al restaurante que no encontramos el otro día. Dando una vuelta por Ubud nos pareció volver a verlo y, si no nos lo han vuelto a cambiar de sitio, no tendríamos por qué tener problema en encontrarlo.
¡Lo encontramos pero no tienen mesa libre!
¡Chachi pilongui Juan pelotilla!
Como desde fuera se ve muy chulo y la carta nos convence bastante, decidimos esperar a que nos puedan dar mesa.
Yo me estoy haciendo pipí como una persona mayor, pido que me dejen pasar al baño y María Luisa se viene conmigo. Nada más entrar quedamos fascinadas con el lugar, pero cuando llegamos a las escaleras que suben al baño, acabamos de flipar del todo.
Creo que hemos hecho bien en esperar…
Salíamos del baño cuando una camarera nos pregunta si estamos esperando mesa. Le digo que sí y me dice que ya podemos sentarnos, que hable con la chica del fondo.
Mientras María Luisa va a buscar a los chicos, yo me acerco a la chica del fondo…que me dice que no tiene mesa…
Le digo que tiene que tenerla porque una compañera suya me la acaba de ofrecer y, después de una pequeña discusión con otra de las camareras, me acaba dando una mesa del fondo.
¡Empezamos regular!
Tardan muy poco en tomarnos nota y ponernos la ensalada. La bebida rara que he pedido me deja en shock. ¡Qué delicia! Era una mezcla de mango, canela, pimienta…y no sé qué más…que me cautivó.
A los demás no les hizo mucha gracia…
El primer plato que llega es el mío, que menos mal que era frío. A los 10 minutos llega el de Iván, a los 15 minutos el de María Luisa y, ya estábamos terminando de comer los demás, cuando el de Manu no había aparecido aún.
Las camareras, pasando de nuestro culo en todo momento, no saben qué es lo que falta. Les explicamos tranquilamente y tardan otro buen rato en traer la cena de Manué.
¡Uy, uy, uy…que se está rifando una hoja de reclamaciones!
Se van a salvar porque la cena estaba muy buena. Un par de postres deliciosos remataron la jugada. El susto vino con la cuenta, donde nos cargaron un 20% de tasas, sin previo aviso.
Ay si supiese hablar balinés…
Esta cena era un capricho que nos queríamos dar, para honrar a la visita, pero se salía completamente de nuestro presupuesto. Si encima le añades un 20% de tasas, te ha jodido viva.
Empezamos los cuatro a rascarnos los bolsillos y ¡no traíamos dinero suficiente!
Manu cuenta varias veces, por si es que se había despistado en algún momento, pero nada; bueno, seguro que en un sitio como este se puede pagar con tarjeta…¡Pues no!
Así que le toca a mi cari salir a buscar un cajero para sacar más pasta.
Llevábamos un rato esperando a Manu cuando observo que hay un billete encima de una columna, allí a nuestro lado, justo donde se había puesto Manu a contar el dinero. Esto es lo que yo llamo una «manuelada».
Pero vamos, que ya me podía dar yo un punto en la boca, que siempre le dejo todos los cargos a él y encima me permito el lujo de criticar a mi cariño ?
Pero es que es tan gracioso…
Salimos del restaurante con un sabor agridulce: el sitio muy bonito, la comida estaba buena pero el servicio y las tasas nos machacaron completamente.
De repente, nos damos cuenta de que si hacemos el cambio a euros, nos hemos gastado en una cena cara, para 4, ¡30 euros!
¡Una ridiculez!
Nos entra la risa inevitablemente…
Al llegar a casa, después de la charla nocturna correspondiente, a dormir que mañana aún tenemos mucho por hacer. Nos hemos apuntado a unas clases de cocina balinesa y puede ser muy interesante.
¿Que para qué carajo me apunto yo?, pues eso digo yo también…me podía haber quedado en la piscina más a gusto que un arbusto…pero nunca se sabe, ¿y si pasa algo interesante y me lo pierdo?
UN BESAZO GORDO