Nos tomamos un día de reláx y al siguiente abandonamos Katmandú para descubrir Bhaktapur.
Siendo sincera, tenía muchas ganas de abandonar Katmandú.
En todos los blogs de viajes en lo que cuentan cosas sobre esta ciudad, en ninguna había leído las dificultades que se tienen para respirar.
Si me hubiesen avisado, no me habría llevado ningún susto.
¡Qué bonito Katmandú! ¡Qué maravilla de ciudad! ¡Katmandú es especial!
De acuerdo.
Pero hay que contarlo todo, ¿no?
¡En Katmandú no se puede respirar!
Sí que es bonito. Sí que la gente es estupenda. Sí que es especial.
Pero leche, si eres alérgico al polvo y nadie te cuenta estas cosas, llegas aquí ¡y mueres!
Un ruido, una de gente, una polvarea por todas partes…
Si vienes a Nepal es visita obligada, eso está claro. Los lugares turísitcos que hemos visitado nos han encantado, eso por descontado.
Pero me dan en Katmandú el trabajo de mi vida y me tengo que venir a vivir aquí, y mando a Rita la cantaora.
Los dos días que llevamos en esta ciudad, caminando de un sitio a otro tragando polvo, nos obligan a tomarnos uno de descanso.
¡Hoy he dormido 10 horas! ¡No me lo puedo creer!
No recuerdo si me había pasado antes esto, en toda mi vida.
Quedamos a desayunar con Marco, que también se ha cogido el día libre.
Como no tenemos planes, ni prisas, el desayuno se alarga.
Tomamos primero un desayuno nepalí en un sitio y cambiamos a otro para tomarnos unos bollos mojados en café con leche.
El desayuno nepalí delicioso. Los bollos…si no los llegamos a mojar en el café nos partimos alguna muela seguro.
Aquí les pasa con los bollos como con los baños. Los bollos los hacen, y ya si eso, algún día, si no se los come nadie podrán usarlos para reconstruir edificios.
Los baños ya sabéis, los hacen y hasta que la casa no se derrumba no se pasa por allí ni un mal estropajo.
Cuando acabamos con los desayunos, cada uno a su cuarto a descansar.
Yo me lío con el blog y Manué con los preparativos para el siguiente destino.
Pasan las horas sin darme cuenta, hasta que a las 5 salimos a comer algo.
Más tarde, Manu y Marco van a cenar, pero yo me quedo en «casa» tranquilamente.
Al día siguiente, hacemos la mochila y salimos para Bhaktapur, un pueblo de las afueras.
En esta visita, se nos une un malagueño que habían conocido los chicos en la cena de ayer, cuando yo me quedé en casa.
Salva, muy majo, nos acompaña hasta que al llegar al pueblo lo perdemos.
En Bhaktapur, descubrimos un nuevo Nepal.
Un lugar más tranquilo, sin tanto tráfico, con menos polvo y con turistas que vienen sólo a pasar el día.
Nuestra idea es quedarnos aquí un par de noches, así que buscamos hostal.
No tardamos mucho en encontrarlo, a muy buen precio, pero a cambio de tener que ducharte intentando no rozarte con ninguna superficie para no contagiarte de algo.
De hecho, aquí tenéis a Manué con la linterna del móvil buscando chinches entre las sábanas.
Pero hay que ahorrar porque aún quedan muchos meses y muchas cosas que queremos hacer.
Ya encontrado el alojamiento, dejamos las mochilas y nos vamos a dar un paseo por la ciudad.
No deja de sorprendernos la espectacularidad de sus edificios. La elaborada ornamentación de las construcciones. Cómo conviven en armonía cabras, gallinas, puestos de verdura, tiendas de pijamas de franela y motos por todos lados.
Sin embargo, aquí se ven claramente los estragos del terremoto.
Un muchacho nos cuenta que no sólo murieron muchísimas personas sino que aún hay 9 desaparecidos.
También nos comenta que fueron muchos los españoles que vinieron de voluntarios.
Pero eso da igual, mientras los asiáticos pagan 500 rupias por entrar en el casco histórico, los españoles (entre otros) pagamos 1.500.
¡Bonita forma de agradecerlo!
En Bhaktapur sí que han sido dañados grandes monumentos históricos, a los que aún les queda mucha reconstrucción.
No nos duele el dinero que hemos tenido que pagar si sirve para contribuir a la pronta recuperación de tan magnífico patrimonio.
Por otro lado, estamos sorprendidos de cómo me mira la gente por la calle y en los restaurantes.
Tenemos varias teorías.
No sabemos si es porque creen que soy nepalí y voy con un blanquito de la mano.
Si es porque creen que soy nepalí y estoy con un musulmán. Que tampoco cuadra mucho.
No sabemos si es porque me he dejado el bigote, como Manué, para no desentonar…
Pero esa teoría no encaja si tenemos en cuenta que mujeres nepalíes con bigote hay muchas.
¡A lo mejor por eso se piensan que soy de los suyos! ¡Por mi bigote!
Tenemos dudas.
Si persisten las miraditas tendré que preguntar porque estoy intrigada.
Después de unas horas, volvemos a encontranos con Marco.
Quedaos con el nombre porque acabará batiendo un récord guiness como el hombre que hace más fotos por minuto.
Pueden ser, sin exagerar, 1.000 fotos cada 5 minutos, o algo así.
Comemos con él en un restaurante de estos que nos gustan a nosotros.
La idea era comer los 4 juntos: Marco, Salva y nosotros.
Pero de Salva, nunca más se supo…
Los momos que nos metemos entre pecho y espalda, muy ricos. El fritanga con cosas, también. Pero el dulcecito de después, me lo tuve que comer con el papel porque no había forma de separar lo uno de lo otro.
Poco después de salir del restaurante, nos despedimos de Marco que se vuelve a dormir a Katmandú.
Nosotros nos quedamos, muy contentos con la decisión.
No nos apetecía quedarnos en Katmandú ni medio minuto más y aquí estamos la mar de tranquilos.
Da mucha tranquilidad meterte en un cuarto donde el baño se limpió por última vez antes de que tú nacieses. Donde se te cae un calcetín al suelo y lo recoges con matas de pelo pegadas a él, que por supuesto no son tuyas, ni de Manué. Un cuarto donde hace más frío que en la calle (os escribo metida en la cama con la chaqueta y la bufanda). Donde ver a tu novio buscando chinches entre las sábanas no reconforta nada. Y donde él, que en España se mete donde sea, te pide la sabanita que compraste para ti en decathlon, para cuando tuvieses que dormir en sábanas sospechosas.
Sí, esa sabanita que él no quiso comprar porque no le importaba dormir en cualquier sitio.
¡Y lleva media hora buscando chinches!
Esperemos que el madrugón de hoy nos permita dormir bien esta noche.
Si nos pica algún chinche imaginario, mañana os lo cuento.
LOVE YOU