Nos acercamos a las montañas desde un pueblo llamado Nagarkot. Dicen que desde aquí se ve el Everest.
Curiosamente dormimos bien, a pesar del frío y de la cama asquerosa que tenemos.
Nada más levantarme, corro a la ducha a ver si el agua hirviendo me ayuda a empezar el día de otra manera.
¡Mala idea!
O por las mañanas no hay agua hirviendo o es que he sido mala y estoy quemando karma…
Tampoco he mencionado que el baño, a parte de estar fuera de la habitación, tiene una ventana…que no se cierra.
No es que esté rota ni nada parecido, es que directamente es un agujero de un metro en la pared, con su marco y todo, pero sin cristal, ni puertecita, ni ostias. Una especie de mosquitera separa el baño de la intemperie.
¿A quién se le ocurrirán estas ideas tan estupendas?
Después de esta ducha tan agradable, lo primero es ponernos a intentar reservar el vuelo, ¡pero ya!
Es pensar en la playa y el calorcito y me vuelvo loca.
Aunque el billete a Thailandia nos ha jodido el presupuesto para todo el viaje (con lo que nos ha costado viviríamos un mes aquí), nos reconforta tenerlo y saber que pronto estaremos por allí.
Así que empezamos el día con alegría.
Hacemos la mochila muy contentos y vamos en busca del bus que nos llevará a Nagarkot.
Al mismo tiempo que tragamos polvo por la calle, no nos queda más remedio que reconocer que Bhaktapur es una ciudad grandiosa.
El alojamiento ha dejado mucho que desear pero la ciudad es increíble.
En unos 20 minutos encontramos la parada de bus y nos subimos al nuestro.
No quedaban muchos asientos, así que tenemos que sentarnos separados.
Hasta que el bus no se llena hasta la bandera aquello no arranca.
El 90% de los pasajeros son jovencitos de uniforme que suponemos que van al cole. Son las 10 de la mañana. Tomad nota en España para la próxima ley de educación.
¡Ah no, que la educación no es importante!
Cuando somos unos 500 en ese mini bus de 30 plazas, empieza el viaje.
Subimos por el monte a duras penas, pero llegamos. En algunos momentos nos dio la impresión de que nos tendríamos que bajar a empujar, pero no.
¡Nagarkut nos conquista sin esfuerzo!
Las vistas son muy chulas y parece un pueblo muy tranquilo. No hay demasiado polvo, ni ruido y el día es caluroso.
Repetimos nuestro ritual de siempre buscando alojamiento.
Casi todas las habitaciones que vemos tiene unas vistas especiales. Es el principal reclamo turístico de este sitio y lo saben aprovechar.
Lo que es algo discordante es el precio de dichas habitaciones.
Creemos que por aquí fuman algo raro y ponen los precios en estado de enajenación mental.
Preguntaremos, no vaya a ser que esta gente esté drogada y haya que esperar unas horas antes de negociar.
Al poco rato encontramos un sitio de precio razonable, sábanas limpias y vistas espectaculares. Estos no se han fumado nada.
Mientras nos enseñan la habitación descorren las cortinas del ventanal y ya no hay más que hablar.
¡Nos quedamos aquí!
Es más, veníamos sólo para una noche y ya veremos si no nos quedamos varios días.
La hora de comer se nos echa encima.
Entramos en un sitio de los de siempre y nos hace gracia como los lugareños, sobre todo hombres, no apartan la vista del televisor. Están emitiendo lo que parece una telenovela que debe ser muy interesante.
No entendemos ni papa pero la comida es barata y está rica.
La idea de hoy es ver la puesta de sol desde un mirador, pero cuando el sol se pone aún no lo hemos encontrado.
No pasa nada. Encontramos un helipuerto y echamos unas fotillos.
¡Con qué poco nos conformamos!
Para subir al helipuerto tuvimos que saltar una valla espinada porque estábamos entrando en zona militar restringida.
Pero por allí no se veían nada más que algunos niños con uniforme de cole, siguiendo un caminito.
Si por aquí pasan niños no será una zona peligrosa, pensamos…
El caso es que desde arriba del helipuerto aún se veía el sol escondiéndose trás las montañas, pero la idea de puesta de sol que teníamos era otra bien distinta.
A eso de las 5:30 de la tarde, ya estamos buscando sitio para cenar.
Después de mirar los precios de algunos restaurantes donde deben fumar lo mismo que los que ponen precio a ciertos hoteles, nos decantamos por un bar solitario.
Dentro del bar, sólo el dueño mirando el móvil.
Nos cae en gracia y le preguntamos si tiene toukpa (sopa de verdura con noodles).
Nos dice que hecho no tiene nada pero que nos lo hace.
¡Empezamos bien!
También pedimos tongba, esa bebida alcohólica típica nepalí con la que se puso Manué a dar palmas con las orejas la primera vez que la probó.
Dice que no quiere, pero se acaba bebiendo la mitad y sale del bar cantando por soleares.
Es maravillosa para el frío porque es alcohólica y caliente. ¡Justo lo que necesito!
El señor del establecimiento afirma que tiene los mismos grados que la cerveza, pero yo afirmo que los triplica. Y Manué también.
La sopa está súper rica. Más casera no puede ser porque hemos visto al señor cortando la verdura y haciendo la sopa con sus propias manos. El caldito es espeso y sabroso, nos relamemos.
Mientras cenamos, el señor (cuyo nombre no hemos conseguido memorizar) nos cuenta cosas del terremoto y de alguna que otra desgracia del lugar.
Pero nos lo cuenta entre risas, no penséis que está traumatizado ni nada.
¡Te ha tocado propina apañao!
¡Y mañana volvemos seguro!
Aunque no hemos visto la puesta de sol, que era a lo que habíamos venido, nos han contado que el sol se pone todos los días.
Deducimos con ello que es probable que mañana haya otra, así que mañana lo volveremos a intentar.
El despertador va a sonar a las 4:30 porque queremos hacer algunos kilómetros caminando, para ver la salida del sol desde un lugar privilegiado.
Cuando Manu programa el móvil a la hora prevista, me mira cómo preguntándome si realmente es necesario…
Le recuerdo que hemos venido a eso, a ver la salida y la puesta, y la puesta ya nos la hemos perdido.
No muy convencido, gesticula haciéndome burla y metiéndome prisa para que me meta en la cama.
¡Hoy sólo vamos a dormir 7 horas y media, dice!
Como si eso fuese un problema para mí…
Pero sin duda, lo mejor del día ha sido que ¡he podido comprar acondicionador!
Mi pelo se había convertido en una maraña áspera y canosa.
¿Cómo puede ser que algo tan simple te proporcione tanta felicidad?
Voy a meterme en la cama que al final sale el sol y sigo pegada a la tablet.
MUUUUUUUUUUUUA