A ver quién nos arranca de Bali ahora…Me va a costar la vida dejar este lugar y regresar a España, a una vida de incertidumbre y gente que viste «normal»…
Si no fuese por las ganas que tenemos de ver a la familia y a los amigos, no nos sacaban de aquí ni a golpes.
¡Necesito ver a mi bebé ya!
Dejamos el hostal de Ubud para volver a Jimbaran (Bukit), donde estuvimos ya varias veces en el hostal de Herman, donde conocimos las mejores playas de Bali y donde tuvimos la suerte de encontrarnos con grandes personas como Judith, Nacho, Johana y la familia de Herman.
Lo que no sabíamos es si volveríamos a ver a Silvia e Isaak…Estaban en la isla de Flores y nos habían comentado que a lo mejor adelantaban su vuelo para volver a Bali antes de lo previsto. En ese caso volveríamos a verles…
Nos dan una alegría cuando, un día antes de dejar Ubud, nos dicen que ya han cambiado el vuelo y reservado habitación en el hostal de Herman así que ¡nos volveremos a ver muy pronto!
Menos mal…estaba temiendo por la salud emocional de Isaac y Manué. No tenía claro si podrían soportar mucho más tiempo sin verse…
Aunque coincidiremos en Jimbaran varios días, nosotros esta vez no nos alojaremos en el hostal de Herman hasta los últimos días de nuestro viaje. Como ya no nos queda nada para volver a España queríamos un sitio más tranquilo, con piscina y más cerca de Karma Beach, nuestra playa favorita de Bali.
Manué ha reservado algo por internet, pero yo ni siquiera he visto fotos del sitio…Espero que sea lo que buscamos.
Nos despedimos del personal de Kudesa Homestay, con los que en los 10 días que habíamos estado tampoco habíamos tenido mucho trato, y cuál es nuestra sorpresa cuando nos dan una despedida totalmente inesperada.
Salió toda la familia a abrazarnos, a desearnos suerte, a darnos las gracias y a pedirnos que volvíesemos otra vez ¡con nuestros hijos!
No sé si es porque me ven mayor y me insinúan que a qué estoy esperando, si es porque quieren ver qué personitas salen de nuestra mezcla peculiar o si es para dar por saco.
Pero nunca se sabe oye…lo mismo algún día me compro el reloj biológico, ya que no lo traigo de serie, y nos ponemos a ello.
¿Podré comprar ese tipo de relojes en algún sitio?
Lo malo de todo esto es que he perdido la vena consumista y ya no me apetece hacer compras innecesarias. Lo he descubierto cuando he querido ir de compras para buscar indumentaria para la boda de mi queridísima Araceli.
Ojo tener que comprarme un vestido nuevo cuando tengo mil en casa…Pero claro, esos vestidos igual ya no me entran…?
Y es que tampoco me apetece vestirme de tarta de cumpleaños…Todos los vestidos que tengo son demasiado de boda…¡qué pereza!
Seguro que a Araceli no le importa que vaya con mis pantalones de elefante…Manu quiere ir con falda y descalzo, así que nadie se fijaría en mi.
Tengo que meditar todo esto…
Como no me apetece comprar y tengo muchas ganas de llegar a Jimbaran para ver nuestro nuevo alojamiento, llegamos antes de lo previsto. La primera sensación no es muy buena, no sé porqué…
Como el muchacho que lleva el hostal estaba limpiando lo tenía todo manga por hombro.
Allí sentados en la recepción había una parejita de alemanes que se marchaban a otro lugar. Mientras esperamos a que nos atiendan, el chico alemán nos cuenta lo a gusto que han estado en este hostal. Se querían quedar una noche más pero cuando han ido a reservarla estaba todo ocupado para hoy.
¡Vaya! ¡Parecían majos! Hubiésemos hecho buenas migas y Manu había estado todo el día practicando su alemán, mientras yo miro y sonrío, como si estuvise enterándome de algo.
Cuando por fin nos atienden, nos dice el chico de la recepción que si hemos venido solos…»Ehhhh, sí, ¿por?»…
«No, por nada, como habéis reservado dos habitaciones para hoy», nos dice el chaval.
¡Manuelada al canto!
El chico alemán sonríe…no se han podido quedar una noche más porque Manu ha reservado dos habitaciones por equivocación…Yo no hubiese sonreído tanto.
«Será el destino», dice el alemán.
¡Ves qué majo!, ya sabía yo que me iba a gustar esta gente…
Menos mal que como vamos a quedarnos 10 días aquí, no nos van a cobrar las dos habitaciones para esta noche.
Una vez que nos centramos un poco, que vemos la piscina, las vistas desde la recepción y la magnífica habitación que tenemos, la primera impresión pasa de ser regulera a ser maravillosa.
Es por esto que no hay que juzgar nada por la primera impresión, por mucha intuición que tengas siempre te puedes equivocar.
Dejamos las cosas y vamos al hostal de Herman en busca de nuestros amigos. La verdad es que también teníamos ganas de ver a Herman y a su mujer.
Cuando llegamos, Herman y Wiji están en el patio y se levantan muy contentos a darnos la bienvenida. Nos abrazamos, nos hacemos las preguntas de rigor y lo primero que hace Herman es ofrecernos un café de esos exquisitos que preparan allí.
¡Home, sweet home!
Llegar al hostel de Herman es sentirte como en casa.
Después de un rato de charleta, subo a la habitación a despertar a Silvia e Isaac, que supuestamente estaban durmiendo. Otros cuantos abrazos, otras cuantas preguntas de rigor y nos reunimos todos en el patio para ponernos al día.
Isaac y Manu, emocionados, se abrazan y se sientan juntos para contarse lo mucho que se han echado de menos y lo difícil que se les hace vivir el uno sin el otro.
Menos mal que Silvia y yo también nos queremos y podemos estar hablando horas sin parar, que sino sería una situación un tanto extraña.
Empieza a anochecer y nos vamos a «cenar». Le pongo comillas al término porque esto que llamamos «cenar» suele suceder alrededor de las 5 de la tarde. No sé yo hasta qué punto será viable mantener estas estupendas rutinas cuando volvamos al mundo occidental.
Hemos comprobado que levantarnos a las 5 de la mañana, acostarnos a las 9 de la noche y cenar antes de que se ponga el sol, nos sienta tan bien que nos gustaría continuar viviendo de esta manera.
Mami, suegri, tomad nota: a partir de ahora se cena a las 5 de la tarde.
Cenamos y hablamos todo el tiempo que nos permiten Isaac y su culillo inquieto. Tiene suerte de que le comprenda, como si fuésemos del mismo signo del zodíaco, y entienda sus rarezas.
Estos días son de playa, piscina, reláx e ir preparándose mentalmente para la vuelta a casa.
Esto de acabar el día tumbada en una hamaca, viendo las estrellas, me va a costar dejarlo atrás. Levantarme con el ruido de los pájaros, hacer Chikung en el jardín y sentarme a que me sirvan el desayuno mientras te escribo, también son costumbres que voy a echar de menos…
Ya tenemos el pie más dentro que fuera y muchos de nuestros comportamientos nos recuerdan continuamente que el momento de regresar está muy cerca.
Por ejemplo, cuando entramos en las tiendas de souvenirs en busca de regalitos para la familia, una bofetada de realidad nos recuerda que la vuelta es inminente.
Hoy, comprando en un supermercado, un chico se ha puesto a nuestro lado y nos ha reconocido como españoles. Nos hemos pasado hablando un buen rato de todo y de nada.
David, malagueño de nacimiento, lleva 12 años viviendo en Bali y está casado con una balinesa que ya espera su primer hijo. Juntos, tienen un restaurante de comida española por el que hemos pasado con la moto en varias ocasiones.
Nos acordamos de este restaurante porque un cartel en la puerta anuncia la existencia de paella. Siempre que pasamos por allí pensamos con ironía: «me gustaría ver la paella que hacen aquí».
En ningún momento se nos pasó por la cabeza que el dueño fuese español.
Por supuesto, nos invita a pasarnos por allí a degustar su pan tumaca, su aceite de oliva, su gazpacho…¡Gazpacho! ¡Que le den a la paella que está llena de arroz, a mi me pones gazpacho!
Al día siguiente, a la hora de «meriencenar», que es como hemos llamado a los que hacemos a las 5 de la tarde todos los días, nos presentamos en el restaurante de David.
Nos atiende con la simpatía que le caracteriza y con pintas de albañil en plena faena. Está haciendo un horno de leña con sus propias manos y se pasa el día intercalando las chapuzas con las paellas.
Pedimos el zumo de la casa, un gazpacho por supuesto, un bocata que él mismo nos recomienda y unas gambas al pil pil. Era una propuesta arriesgada porque soy una apasionada del gazpacho y porque cualquier bocata con el pan de aquí es toda una aventura.
Primero llega el zumo de Manué, acompañado de una cerveza para mi, aunque siempre que pedimos un zumo y una cerveza la cerveza se la ponen a él…¿Qué trabajo les costará preguntar en lugar de hacer suposiciones absurdas?
La cerveza sabía a cerveza efectivamente, es un tema con el que no soy muy crítica, y el zumo estaba riquísimo. Cuando llega el gazpacho tenemos un poco más de miedo pero…cuál es nuestra sorpresa cuando lo probamos y está exquisito.
El bocata, en pan de chapata, delicioso y las gambas al pil pil, aunque pocas, muy ricas también. ¡Hemos triunfado!
Sin duda el Jiwa Juice será uno de los sitios que más pisaremos en lo que nos queda de viaje.
Cuando estábamos terminando de comer, mientras charlábamos con David, llega Luis, un madrileño muy simpático con un blog muy chulo que hace que me muera de envidia.
Luis se dedica a viajar por el mundo para contar las diferentes situaciones en las que se encuentra la mujer a lo largo del globo terráqueo. Trata temas de violencia de género, igualdad, sociología, desde un prisma humano y sumergiéndose de lleno en la cultura de la que habla.
Su blog, generoporelmundo.com te puede enseñar muchas cosas a cerca de todo el camino que aún nos queda por recorrer en favor de la igualdad de género, y ya sabes que este tema me toca mucho. Te dejo aquí un post mío relacionado, por si aún no lo habías leído.
¡Uy! ¡Casi se me olvida contarte la «manuelada» de hoy!
Nos disponemos a visitar una playa que aún no concíamos y que, por cierto, no hace falta visitar: Green Bowl. Aparcamos la moto y decidimos dejar la mochila dentro de la moto para no tener que estar bañándonos al mismo tiempo que vigilamos nuestras pertenencias.
Justo antes de empezar a bajar los más de 300 escalones hiper empinados que te llevan a la playa, Manu me dice:
«Cariño, voy a volver a por las cosas a la moto porque seguro que cuando bajemos te va a apetecer hacer alguna foto y no llevamos el móvil».
«Ah pues sí cariño, muy buena idea», le digo yo.
Se acerca a la moto, coge la mochila y empezamos a bajar.
Cuando llegamos abajo, tal y como Manu preveía, quiero sacar el móvil para hacer fotos desde las escaleras. Como el que llevaba la mochila era él, le digo:
«Cariño dame el móvil que te voy a hacer uns fotillos a ti».
¡Los ojos como platos! De un salto, se da la vuelta y empieza a subir las escaleras corriendo, de dos en dos, como alma que lleva el diablo.
Había venido siguiendo las indicaciones del google maps hasta la playa y se había dejado el móvil en la moto, por fuera, a la vista de personas, monos y demás seres vivientes.
Me quedo abajo y espero…espero…espero…Tarda tanto que mi cabeza empieza a dar vueltas:
«Ya está, ha llegado arriba, no estaba el móvil y se ha puesto a dar gritos y a pegar patadas para que quien lo haya cogido se lo devuelva. Alguien le habrá tenido que sujetar, le habrá dado un jamacuco y yo aquí viendo el mar…¿Y ahora? Pues nada, él no tiene móvil, yo tampoco, escribiré a mi hermana por facebook y así nos apañaremos hasta la vuelta. Y este niño que no baja…Tranquila que seguro que no ha pasado nada. ¿Subo o espero un poco más? ¡Mierda de playa! Si es que teníamos que haber ido a la Karma Beach como siempre…Bueno pues si alguien se ha llevado el móvil, no pasa nada, esto no nos va a arruinar los últimos días de viaje. Al menos a mi, a él a lo mejor si que se le arruinan cuando lo pille…»
Y en esas estaba yo cuando veo una sombra que aparece detrás de un arbusto, desde lo alto de la escalera. Manu bajaba despacio, como cojeando, respirando alterado y empapado en sudor. En las manos sólo traía la botella del agua.
«¡Más le vale a este haberse roto algo por las escaleras para que le compadezca, porque como nos hayan robado el móvil no respondo!», decía mi cabeza, que nada tiene que ver conmigo?
Y efectivamente, saca mi móvil de su riñonera y entonces sonrío, subo en su busca pensando que le había pasado algo en la pierna y compruebo tranquila que es simple cansancio de la paliza de escaleras que se acaba de pegar.
¡Ay mi cari…! (mi móvil digo)?
No nos falta diversión, como puedes comprobar.
Te sigo contando pronto y espero que tú también me cuentes cosas en los comentarios.
UN ABRAZO FUERTE